Acuse de recibo
¿Quién duda a estas alturas que los poblados tienen alma, que la «patria chica» nos acompaña como una recurrencia inapagable aunque los años y la distancia se interpongan? Al menos este redactor no lo piensa dos veces para afirmar que cuanto hagamos por el pequeño barrio, por el entorno inmediato, no solo derivará en bienestar colectivo, sino también en regocijo personal de dulcísimo recuerdo.
Estas elucubraciones me saltan a los dedos cuando leo la misiva de Juan Carlos Moreno Nistal, quien viene a Acuse con inquietudes de muchos de sus coterráneos del poblado Santa Isabel, en la periferia de Bayamo (Granma), un espacio necesitado con premura de acciones de urbanización y activación de servicios.
«Es curioso. La gente pone en su dirección Santa Isabel, Bayamo, obviando que existen calles y callejones que aspiran a calles en un trazado irregular, como es de esperar en comunidades que hacen metástasis del desorden (…). Servicios solo posee la clásica bodega. Tiene ¡dos capacidades telefónicas!, una para una dependencia de la Universidad de Granma y la otra para un caso social», describe el remitente.
Y agrega que, para los habitantes del asentamiento, es en el reparto Latinoamericano o Jabaquito —distante dos kilómetros— donde podrían aliviar sus necesidades de ciertos servicios bastante requeridos.
Rememora el lector las reminiscencias entre los lugareños de un proyecto de desarrollo local que alguna vez existió, y del que solo se conserva una valla con la inscripción: «Proyecto comunitario para el desarrollo integral de tres comunidades rurales de la provincia de Granma».
Mediante este proyecto —recuerda Juan Carlos— se debió haber reparado el vial de acceso a la comunidad, pero esos fondos tal vez se emplearon en otros fines —quizá igualmente loables— y no llegaron a mejorar la referida arteria.
«Algunos dicen que se espera por la terminación de inversiones en la potabilizadora situada en el entorno para el arreglo de la vía, pero todo son especulaciones (…). Lo cierto es que el vial de acceso, de menos de un kilómetro, es un laberinto de hoyos donde transeúntes, ciclistas, autos y carros de tiro animal disputan vericuetos transitables», sostiene el granmense.
Y razona: «En un año no hay recursos, en cinco, tal vez tampoco… Pero no podemos escuchar lo mismo durante 15 o 20 años y conformarnos. Con tres luminarias se podría adelantar mucho la solución si es cierto que todavía no se puede emprender la reparación de la vía».
Con una rehabilitación de calidad, como se debe, opina el lugareño, se resolvería la cuestión por años y años. El peligro, alerta, es que se haga como ya una vez sucedió, a la carrera, terminando en la chapucería, la dilapidación de recursos y, a la larga, los cráteres de ahora mismo.
En Saco No. 2, entre Céspedes y M. Gómez (Santa Isabel), Bayamo, Juan Carlos y sus coterráneos esperan respuesta.
El capitalino Onelio Rodríguez González (Edif. 23, entre 78 y 80, Villa Panamericana, Cojímar, La Habana del Este) acude a estas líneas para comentar algo que le parece ilógico en los procedimientos de transportación. Si alguien decide viajar hasta Mayajigua, en el municipio espirituano de Yaguajay, puede sacar pasaje hasta ese punto en el ómnibus que hace el recorrido La Habana-Chambas (Ciego de Ávila).
Sin embargo, para el regreso no existe la misma posibilidad, lo cual obliga al viajero a reservar el pasaje desde Chambas y, luego, a encontrar cómo trasladarse de Mayajigua hasta allí y abordar el ómnibus. A veces, refiere el lector, no hay otra salida para hacer este último viaje que los «almendrones», bastante lesivos a la economía doméstica de cualquier cubano.
¿No se pueden encontrar mecanismos de conexión entre ambos poblados, sea a través de Ómnibus Nacionales o de otras instituciones para revertir tal problema?, cuestiona el remitente.