Acuse de recibo
«Me dirijo a ustedes para que me orienten qué puedo hacer, ya que en mi provincia he agotado los recursos a mi alcance, pero aún no he recibido respuestas y el marabú espera por mí».
Con estas líneas inició su carta Luis Miguel Pérez Guerrero (vecino de calle Eduardo de la Torre No. 18, entre Julián Santana y Francisco Vega, reparto Santo Domingo, Las Tunas), desmovilizado del Servicio Militar al que hace cinco meses se le asignó una caballería de tierra en usufructo, considerada de cuarta categoría, que está infectada de marabú.
El joven anda muy preocupado, pero no con esas interrogantes propias de hacer parir la tierra que a otros quizá les pongan los pelos de punta. Resulta que la única vía de acceso al terreno fue cerrada por un vecino de una finca forestal, quien corrió la cerca perimetral y le impide ahora entrar a trabajar.
Luis Miguel puso en conocimiento de esta situación al Director de la Finca Forestal unidad empresarial de base (UEB) Las Tunas, la Delegada Municipal y el Delegado Provincial de la Agricultura, y a quienes atienden a los desmovilizados en las direcciones municipal y provincial de Trabajo, entre otras autoridades territoriales a cuyas puertas tocó.
Aún no ha recibido respuesta. ¿Cuánto tiempo más aguardará el marabú por él?
Desde los 15 años, los huesos de la capitalina Mabel Fajardo Regueiro la están sobresaturando de males. Por ello se convirtió en paciente asidua de la Clínica del Dolor de Santiago de las Vegas, con sus servicios de Medicina Tradicional, Natural y otros.
Pero con la reorganización laboral que se lleva a cabo desde hace algún tiempo, la reconocida institución de salud, según señala, se ha desarticulado. Y eso, a Mabel y a muchos otros pacientes del sitio les preocupa.
La referida institución brindó «desde hace años un servicio eficiente, de calidad, amor y cariño hacia todos los aquejados que allí llegaban (…). Han pasado muchísimas doctoras con una calidad humana increíble, dignas de admiración y reconocimiento, ofreciendo servicios de Cuerpo de Guardia, incluidos los sábados, y hasta en horas de la tarde la población que trabaja podía acceder a los especialistas sin interferir en su jornada laboral», rememora la paciente.
Y evoca la cantidad de personas, sobre todo de la tercera edad, que cargaban hasta la entidad su fardo de dolencias para después de un adecuado tratamiento allí, salir mucho más «ligeros» y optimistas.
«Siempre estaba llena», recuerda Mabel, pues además de los achaques propios de la edad, el clima húmedo de nuestro entorno incrementa los padecimientos óseos.
La realidad que describe la capitalina en su misiva es que la prestación «se ha reducido en estos momentos a un solo médico y una enfermera que brindan servicios en el policlínico de Santiago de las Vegas, de lunes a viernes, solamente en el horario de la mañana».
Apunta la lectora que esto resulta insuficiente de acuerdo con la cantidad de pacientes que necesitaban de atención y la recibían. Aunque cambie la sede, razona ella que el impacto de la medida sería menor si un equipo más grande de especialistas hubiese quedado a cargo del servicio. A partir de ahí, solicita que esta situación sea analizada y se exploren otras soluciones.
¿Cuántas alternativas se valoraron antes de emprender el cambio? Y una vez definido el camino que se seguiría, ¿se informó oportunamente a todos los que constituían el «público meta» de la institución?
En calle 194 No. 40716, e/ 407 y 409, Santiago de las Vegas, La Habana, Mabel Fajardo Regueiro, espera y confía en una respuesta.