Acuse de recibo
Hay olvidos imperdonables de las instituciones públicas que dejan al ciudadano exhausto, a la vera del camino…
Roxana Danay Cruz sigue esperando, allí en San José No. 1226, entre Masón y Basarrate, en el municipio capitalino de Plaza de la Revolución, porque la Empresa Eléctrica de La Habana se acuerde de su reclamación, aunque ella nunca olvida el día límite para pagar la cuenta por ese servicio.
Cuanta Roxana Danay que el domingo 27 de julio, en horas de la tarde, se produjo una irregularidad en el servicio eléctrico que le averió el televisor, un ventilador y un DVD. De inmediato, llamó al conocido teléfono 18888, y fue atendida por la operadora, que le dio el folio 91681 como número de reporte.
Al siguiente día fueron los de la OBE en horas de la tarde, pero estaba sola la anciana madre de Roxana Danay y no les abrió la puerta. El 29 la lectora llamó a Atención al Cliente y le indicaron que debía dirigirse a las oficinas de la OBE en Plaza, sita en Zapata y 4.
El 30 de julio Roxana fue a dicho sitio y le hicieron el expediente que reflejaba todos sus datos y los equipos afectados. Le dijeron allí que en siete días le darían respuesta. El viernes 8 de agosto le llamaron de allí para informarle que no procedía su solicitud, y que para cualquier reclamación, debía dirigirse a la Empresa Eléctrica provincial, sita en Capdevila.
El lunes 11 de agosto Roxana Danay fue a Capdevila, y tras una cola de dos horas y media la atendieron y escucharon su historia. Le solicitaron su número de teléfono, y le dijeron que el 13 de ese mes se dirigiría a su hogar una comisión a analizar in situ la situación del circuito. Agregaron que la llamarían el jueves 14 para comunicarle la conclusión.
Al transcurrir seis días sin respuesta, Roxana Danay volvió a Capdevila, y entonces le dijeron que de siete a diez días visitarían su casa. Le dieron además un número de teléfono (646-3131) para que llamara en caso de que no fueran los empleados. Roxana llamó y llamó, «pero jamás cogen el teléfono», advierte.
El 4 de septiembre, la olvidada clienta me escribió para significar: «Ya hoy hace un mes y ocho días que no he resuelto mi situación. Soy una trabajadora y tengo a mi cargo a mi madre de 83 años que hace un mes no puede ver la televisión».
El carné o pase de jubilado de los Ferrocarriles de Cuba es una añeja conquista de los trabajadores de ese sector, una especie de privilegio bien ganado que tradicionalmente le facilitó a esos veteranos el transportarse en lo que ellos mismos ayudaron a mantener y consolidar.
Pero allá en Calle 5ta., No. 46, en el reparto Villa Nueva, de la ciudad de Holguín, Enrique Bruzón Martínez está esperando infructuosamente por ese derecho desde que se jubilara el 31 de octubre de 2009.
Desde el primer día de su jubilación, Enrique solicitó a la entonces Empresa Nacional de Carga —donde había laborado— el pase de marras. Quienes lo atendieron en Recursos Humanos, lo hicieron con sensibilidad, pero —según dice él mismo en su misiva— las gestiones resultaron fallidas, al alegar Ferrocarriles de Cuba no tener existencias de ese documento. Él insistía una y otra vez, y siempre le daban la misma respuesta.
Al fin, en junio de 2014, Sonia Lara, funcionaria de Recursos Humanos de Ferrocarriles en Holguín, le informó al veterano que la División Oriente estaba confeccionando el listado para solicitar a la Unión los pases necesarios.
Y el 4 de septiembre, Enrique me escribió bastante desalentado, porque en Recursos Humanos de Ferrocarriles en Holguín le respondieron que por entonces no se iban a entregar más pases, pues van a cambiar el formato de los mismos por un modelo nuevo.
«¿Hasta cuándo habrá que esperar ahora a Ferrocarriles de Cuba para solucionar el problema?», cuestiona Enrique y agrega: «Los jubilados no tenemos una vida por delante…».
Con estas historias de hoy, ¿habrá que cantar «ausencia quiere decir olvido, decir tinieblas, decir jamás…»?