Acuse de recibo
Por más esfuerzos que se hagan para garantizar los uniformes escolares, cada vez que llega un nuevo curso los padres se desgastan en lo que parece una persecución de los mismos, por la desigual distribución y serios problemas organizativo-burocráticos y con las tallas. Cuando quedan horas para que se abran las aulas, proliferan testimonios de búsquedas infructuosas, como el de Angie Estopiñán, de calle Conrado Benítez No. 7-E, en el municipio holguinero de Mayarí.
Cuenta que su hijo comienza el primer grado, y casi al finalizar el preescolar en el curso pasado se le entregó el bono para cuando comenzara la venta de los uniformes. En la tienda donde debe comprar Angie comenzaron a venderlos el 9 de junio para los nuevos ingresos, y a partir del 16 para los grados restantes. Pero ese mismo día se terminaron las camisas que, por cierto, eran de tallas a partir de la 12 para arriba.
«¿Se imagina un niño de seis años usando la talla 12?, enfatiza. Como si fuera poco, al otro día se habían terminado los short, y esta es la fecha que: nada. Cuando uno pregunta, la administradora de la tienda dice que hay que seguir esperando…».
Daysi Armenteros, vecina de calle Luz No. 11-13, en el municipio capitalino de Diez de Octubre, cuenta que a mediados de mayo, y mientras cursaba el 10mo. grado, su hijo causó baja del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Vladimir Ilich Lenin, y fue matriculado en el Preuniversitario René O. Reiné, de la Víbora.
En la gestión de traslado en la Dirección Municipal de Educación, el padre explicó que el muchacho no tenía uniforme, pues tuvo que devolverlo al causar baja de la Lenin, y le dijeron que no tenían solución para ello. Había que esperar a que se distribuyera el papel del uniforme que se le entregaba a los estudiantes cuando finaliza el curso, y que se vería la posibilidad de darle dos bonos, ya que no tenía ninguno.
A inicios de julio comenzó la entrega de los bonos, y no aparecía el del hijo de Daysi. La respuesta fue que a la escuela el bono no había llegado, y que también había dificultades con otros estudiantes. Al ver que pasaban los días, Daysi fue a la Dirección Municipal de Educación. Tomaron nota de su caso y le reafirmaron que era real la dificultad con los bonos pero, de cualquier modo, se enviarían a la escuela, y la Dirección de la misma debía comunicarse con ella para la entrega.
Sobre la petición de que se le asignaran dos bonos, dado que no tenía ningún uniforme, le respondieron que era imposible: él pasaba a 11no. grado, y a esos alumnos les correspondía uno solo, pues en el 10mo. se les entregaron dos. Pero ese no era el caso del hijo de Daysi.
Pasaban los días, y previendo que se agotaran los uniformes, la madre retornó a Educación municipal el 30 de julio. Le dijeron que conocían el problema de los bonos. Debía llamar constantemente a la escuela para saber cuándo arribarían. Y podría ir a la tienda cuando lo tuviera, pues ya no se requería de tarjeta de menor ni de libreta de abastecimiento: más preocupación para la madre, pues en ese momento llegó a pensar que el bono que le correspondía podría usarlo cualquiera.
El 26 de agosto volvió a la escuela y cero respuesta. Al otro día llamó a Educación, y le respondieron que bonos de uniformes no tenían, pues la entrega de los mismos se había hecho contra lo que denominan Matrícula Proyecto, por allá por febrero y marzo. Y entonces no se tuvo en cuenta al adolescente porque no estaba matriculado en dicha escuela.
«Hasta hoy nada he resuelto, afirma, y dentro de días comienza el curso escolar. ¿Cómo es posible que hagan una proyección de matrícula tan rígida, que no tenga en cuenta que cada año hay múltiples casos de estudiantes que se trasladan de escuela por diferentes motivos?», pregunta Daysi.
A solo tres días de comenzar el curso, aún Xiomara Rangel no había encontrado dónde cambiar el uniforme de Secundaria Básica de su nieta, comprado hacía más de un mes en el barrio de Alamar, donde solo hay una tienda para la venta de uniformes de todas las enseñanzas.
Resultado: colas interminables. Allí solo llegaron blusas talla 22, y sayas talla 10. El 27 de agosto, después de haber recorrido varias tiendas en la capital, Xiomara llamó al Ministerio de Comercio Interior, y le dijeron que las tallas 10 de blusa las había en los establecimientos de Playa, Guanabacoa y Cerro. Y la 12 de saya en Centro Habana, La Lisa y Guanabacoa. ¡A andar La Habana…!
«Propongo que se distribuyan los uniformes en el propio centro educacional, como se hace con la base material de estudio. Si se solicitan las tallas de los alumnos en los últimos días de clase, cuando comienza el curso ya pueden distribuirlos de esa manera, sin tantas molestias; amén de los posibles trapicheos que se presentan en la distribución todos los años, de todos conocidos y muchas veces denunciados».