Acuse de recibo
Lo que parecía más difícil —capturar al ladrón de su bicicleta— fue logrado en 2010 por el holguinero Justino Javier Peña Morgado (vecino de calle Camilo Cienfuegos No. 22, entre Joven Guardia y José Díaz, reparto Alex Urquiola, Holguín). Entonces Javier investigó con inteligencia y cuando tuvo ubicado al delincuente avisó a la policía.
Y sí, lo atraparon, pero ya el ciclo había sido ilegalmente vendido por este. El tribunal —evoca el remitente— sancionó entonces a dos años de prisión al ladrón, y determinó que la caja de resarcimiento en la provincia de Holguín indemnizara al afectado con la suma de 1 500 pesos.
Con ese dinero soñaba Javier comprarse otra bicicleta, que era su principal medio de transporte. Pero el sueño ya casi lleva posponiéndose cuatro años, porque a estas alturas la víctima no ha recibido ni un centavo de lo que le pertenece.
«Desde entonces viajo a pie a mi trabajo», se duele el holguinero y repite lo que contaba en una carta al semanario Ahora, de su provincia, que ha publicado el caso en más de una ocasión: «Llevo más de seis meses llamando tres veces por semana a la Caja de Holguín y me dicen que está reclamado (su caso) y que La Habana no le ha dado respuesta para mi cheque.
«Ya el encartado está fuera de la prisión, libre, y yo sigo pasando miles de problemas de transporte para llegar a mi trabajo», comenta.
Muchas veces han recalado en Acuse historias como esta. Evidentemente algo falla en el mecanismo según el cual las víctimas deben esperar tanto para recuperar honradamente lo que es suyo. ¿Cuándo se revisará y corregirá de una vez y para siempre este tortuoso procedimiento?
También desde Holguín, pero con un motivo muy diferente, escribe Nancy Concepción Pérez (calle Maceo No. 8, Gibara), quien presenció un acto de solidaridad humana y no quiere guardarse para sí sola la emoción.
Resulta que en un viaje de ómnibus en el que iba Nancy, cerca del poblado de Uñas, se presentó el caso de una señora mayor, aquejada por una dolencia, que se dirigía al policlínico de Velasco. «Y el chofer de aquella guagua Girón de la Terminal de Velasco, que se llama Eduardo Pérez Pupo, la llevó hasta la misma puerta del policlínico, con toda la atención y deseo posibles de que la señora se sintiera cómoda y sin apuros para bajar. Este acto fue propio del chofer tan solo por conocer que la mujer se dirigía al médico», enfatiza la remitente.
«Me gustaría si es posible darle mis felicitaciones y desearle que siga así, con toda esa humanidad que ese día viví, para que sirva de ejemplo a otros choferes», concluye la holguinera.
Algunos absurdos cotidianos dejarían perplejo al más fantasioso de los escritores. Que lo diga si no el matancero Yudier Gutiérrez Martínez (calle San José No. 406, entre Obispo y Princesa, Cárdenas).
Narra Yudier que unos años atrás adquirió, por valor de 350,00 CUC, un televisor ATEC-Haier de 29 pulgadas. Al comprarlo le informaron que en caso de rotura podía arreglarlo en el taller de Copextel sito en Céspedes esquina a Princesa, único lugar en su municipio en que se brinda ese servicio.
«Hace unos días —relata el lector— el referido TV se rompió y cuando lo llevé al mencionado taller me dijeron que ahí no se repara ese tipo de equipo; solo se arreglan televisores Panda y ATEC-Haier de 21 pulgadas. ¿El motivo? Existen en el almacén de esa entidad las piezas de repuesto para reparar televisores como el mío, pero no existe el listado de precios oficial por el cual me puedan cobrar la pieza que necesito…».
¿Cómo es posible que esté la pieza, que es lo que lleva inversión, recursos, transporte… y el precio, que depende de un simple cálculo y comunicación burocrática, eche por tierra la gestión institucional y el bienestar del cliente? ¡Habráse visto!