Acuse de recibo
Desde Independencia No. 13, en Santo Domingo, provincia de Villa Clara, señala Raúl Paz Silva ciertas directivas entorpecedoras con respecto a la venta de los llamados medicamentos controlados, o por tarjetón, en la farmacia de esa localidad situada en la Carretera Central.
Raúl, con 71 años, requiere del consumo diario de Glibenclamida para su diabetes, y de Captopril para sus problemas de hipertensión arterial. Su madre, de 91 años, consume Nefedipino, Nitropental, Trental y Clortalidona; todas controladas por tarjetón.
El pasado 12 de noviembre, Raúl presentó en dicha farmacia los tarjetones suyo y de su madre. Y la empleada le dijo que había fármacos en existencia pero no podía despachárselos, pues su última compra de los medicamentos controlados la había realizado el 25 del pasado mes. Debía esperar al mismo día de noviembre para comprarlos. Que así estaba dispuesto.
Raúl le argumentó que las fechas en que anteriormente le habían vendido los medicamentos controlados, habían sido en diferentes en cada mes. Al final, lo importante es controlar que cada paciente adquiera lo que le corresponde en cada mes.
El paciente explicó cómo, en esa propia farmacia, había tenido ocasionalmente que acudir hasta tres veces, por la falta de algún medicamento que no había llegado. A ello, agrega, se suma el hecho de que si esa carencia se mantiene, no le resarcen retrospectivamente al «tarjeteado» los días en que faltó el medicamento, aunque aquel haya tenido que recurrir a alguien que se los facilitara anticipadamente en carácter de préstamo.
«Si mensualmente nos corresponde una determinada cantidad de medicamentos, no más; ¿por qué tengo que adquirirlos un día determinado si hay en existencia?», cuestiona Raúl.
Ante sus inquietudes, la empleada le respondió: «Yo entiendo, pero debo cumplir lo establecido». Raúl le ripostó que él la entendía a ella también, pero sí estaba en desacuerdo con esa medida.
El hombre fue a las oficinas de la Dirección Municipal de Farmacias, y allí, dos funcionarias, de manera muy profesional, le argumentaron que si adquirió los medicamentos prescritos el 25 de octubre, se supone que le alcancen hasta el 25 de noviembre; y ello evita el acaparamiento.
Mas, alega Raúl que para él eso es imposible, en la medida en que no siempre los medicamentos llegan el día que te corresponden. Y preguntó en la farmacia: Si el 25 no hubiera los medicamentos —pues la Glibenclamida y el Captopril han faltado a veces hasta por más de 15 días— ya con el cierre del mes, ¿perdería las dosis de esos días en que no hubo? Y la respuesta fue: Sí, los perdería, pues no hay reposición retrospectiva.
«No entiendo los argumentos», sentencia. En definitiva, los pacientes debemos recibir en un mes, y a tiempo, lo que nos está indicado por médicos y especialistas», concluye.
No es la primera vez que aquí se ha puesto a prueba la solidaridad de los cubanos entre sí, sin que siempre tenga que ser el Estado el que canalice la solución de ciertas necesidades. Por eso hoy reflejo la inquietud de Jorge Lixsan Escalona, quien me escribe desde Independencia 132, entre Cavada y Leyva, en la holguinera ciudad de Gibara.
Cuenta Jorge que su mamá, Idalmis Mederos Batista, está operada de cáncer de tiroides, «con células oncocíticas con infiltración de la cápsula». La señora es paciente del Instituto Nacional de Oncología y Radiología, y debe someterse a tratamiento allí, a partir del 16 de diciembre próximo, y por un lapso de siete a diez días.
Jorge lleva ya tres meses intentando localizar algún lugar de tránsito, casa de visita o albergue del Estado para llevar a su mamá al tratamiento, y no ha encontrado solución alguna. Como él recibe un modesto salario, y debe acompañar a su mamá, se les hace prácticamente imposible alquilar, ni en CUC ni en CUP, de acuerdo con las tarifas vigentes en la capital.
El remitente ruega le hagan saber si hay alguna institución, empresa u organismo que les pudiera acoger por esos días; ellos estarían infinitamente agradecidos, pues no tienen a nadie más que les ofrezca techo para garantizar la estancia. Y este redactor agrega que quizá algún buen habanero pueda darles un sitio en su hogar.