Acuse de recibo
El pasado 29 de agosto, y desde la ciudad de Camagüey, Martha Morales contaba que su hijo Ismar Fonseca Morales, un joven de 16 años discapacitado físico-motor, había vencido el noveno grado en el hogar con la ayuda de un maestro ambulatorio.
Pero al solicitar, para la continuidad de estudios, la especialidad de técnico medio en Informática, le fue denegada por el Departamento de Educación Especial de la Dirección Provincial de Educación, con el argumento de que ninguna especialidad técnica se podía otorgar a estudiantes con esas características, pues no poseen suficientes maestros para cubrir ambulatoriamente esos casos excepcionales.
Martha apuntaba que había tramitado el caso con las direcciones de Educación municipal y provincial y los gobiernos municipal y provincial, entre otras instancias, pero hasta que me escribiera le había sido denegado.
La remitente concluía entonces preguntando: «¿Es acaso su condición impedimento para continuar estudios que desea y puede? ¿Es que acaso no tiene igual derecho que otros sin limitaciones?».
Al respecto manifiesta Mercedes Escuredo Olazábal, directora provincial de Educación, que «resulta en ocasiones difícil convencer a una madre, que solo quiere para un hijo lo mejor, de explicaciones que no responden a su aspiración, sobre todo cuando se trata de uno de los pilares que sustenta nuestro modelo económico y social: la Educación, sector que se identifica no solo por sus fortalezas, sino también por sus bondades y sensibilidad».
Afirma Mercedes que «no obstante, en ocasiones existen argumentos sólidos que no posibilitan el cumplimiento a plenitud de lo deseado, y lo recomendable es la aplicación de alternativas, como ocurre con este caso».
Asevera la directora que Ismar presenta un diagnóstico de mielomeningocele e hidrocefalia, lo que le ocasionó afectación motora, y distrofia muscular progresiva en ambos miembros inferiores, lo cual le imposibilita caminar y permanece encamado. Además, no tiene control de esfínteres anal ni vesical.
Desde edad temprana, el niño fue remitido al Centro de Diagnóstico y Orientación, que recomendó para que estudiara la ubicación de un maestro ambulante, además de requerir la custodia permanente de la progenitora. Así, Ismar cursó mayormente sus estudios primarios con tratamiento ambulatorio por parte de una maestra de experiencia de la Escuela Especial Juan Félix Quintanilla. Y en Secundaria Básica se le continúa brindando ese servicio ambulatorio.
A solicitud del defectólogo de su comunidad —precisa— se le otorgó a la mamá la condición de madre cuidadora desde 2003, y para ello percibe actualmente un salario de 461 pesos.
La especialidad que solicitó el alumno al concluir el noveno grado, refiere, cuenta con un plan de estudio de 18 asignaturas; «por lo cual no es posible asegurar un docente de cada asignatura durante toda la formación, razón por la que no se puede asumir la modalidad de atención ambulatoria por la educación Técnico Profesional».
Por ello, agrega, se aprobó una dispensa por el Ministerio de Educación, para que el joven continuara estudios en una Facultad Obrero Campesina, alternativa no aceptada por la familia. Ante ello, y como la única motivación del estudiante era la Informática, se realizó coordinación con el Joven Club de Computación Camagüey 2, para matricularlo en el curso de operador de microcomputadora, con el compromiso de impartírselo en su hogar. Pero Ismar no aceptó tampoco esa variante.
«El proceso de otorgamiento de plazas para la continuidad de estudios de 9no. grado, le corresponde a la educación de Secundaria Básica. La misión de la educación especial es la de preparar a los profesores de la educación general para la atención pedagógica efectiva, según el diagnóstico, y apoyar a los educandos y su familia en el área afectiva; la que se refuerza de forma cohesionada con el defectólogo del área de salud. En el caso de Ismar se trabaja de conjunto desde 2008», manifiesta Mercedes.
«Nos encontramos ante un caso que ha recibido atención durante toda su vida escolar», concluye.