Acuse de recibo
El pasado 13 de marzo, la lectora capitalina Rosa Margarita Casanueva cuestionaba que solo se ampare a los estudiantes universitarios a abonar la mitad del pasaje en transporte público, previa presentación del carné de la FEU, y no se contemple ese beneficio a los del resto de las enseñanzas. Y argumentaba que los alumnos de Preuniversitario, Tecnológico, Secundaria y Primaria están en desventaja ante los universitarios, que disfrutan un estipendio mensual.
La inquietud se justifica más hoy cuando, con la eliminación de las escuelas internas en el campo, gran cantidad de jóvenes recorren largas distancias, sobre todo en el interior del país, para llegar a las cabeceras municipales donde están sus centros de estudio. Y se ven obligados a pagar a diario elevadas tarifas a los porteadores privados. También estudiantes de Secundaria y Primaria, en algunos casos, vencen extensos trayectos para llegar a sus escuelas.
Responde Luis César Ladrón de Guevara, director adjunto de Pasajes de la Dirección Provincial de Transporte de La Habana, que la bonificación del 50 por ciento del pasaje, en transporte público, la amparan el Acuerdo 4090 del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, de 2 de Julio de 2001, y la Instrucción 2 de 2007 del Ministerio de Educación Superior.
La medida —precisa— solo contempla a estudiantes universitarios y cadetes, previa presentación del carné de la FEU o del militar, respectivamente. Y se aplica en el transporte urbano a cortas y medianas distancias, en servicios corriente y regular y de segunda por ómnibus y ferrocarril. También para aquellos que se trasladen por la transportación suburbana a largas distancias, en servicios corrientes, regular y de segunda, por ómnibus y ferrocarril.
Concluye que «los estudiantes universitarios que utilicen los servicios de transportación de pasajeros para medias y largas distancias, hacia y desde el municipio especial Isla de la Juventud, abonarán el ciento por ciento del valor del pasaje al obtener su boleto de viaje. La bonificación del 50 por ciento se hará a través de la Dirección de Economía del centro universitario correspondiente».
Agradezco la respuesta, que informa y explica los alcances y especificidades de la medida. Pero quizá instancias superiores sean las indicadas para atender la lógica inquietud de la lectora acerca de la disposición.
¿Es lógico que la bonificación solo contemple a los universitarios, cuando otros estudiantes enfrentan a diario largas distancias para llegar a sus aulas? ¿No pueden buscarse soluciones puntuales para los verdaderamente necesitados? Con la crisis del transporte estatal, ¿no se ha pensado en lo que gastan parte de los alumnos en el transporte privado, para llegar a sus escuelas?
Obet Moya (José Tey No. 146-A, entre William Soler y Campo, Sibanicú, Camagüey) tiene que fumarse la derrota como consumidor. Al final, es sobre él que se descargan las triquiñuelas del descontrol y la desvergüenza. Cuenta que los cigarros «Populares» con más razón ahora debían hacer honor a su nombre, por ser los más baratos. Pero no, todo sucede a la inversa: en Sibanicú, las unidades gastronómicas se niegan a vender esos humildes cigarrillos al menudeo, previa apertura de las cajetillas, como en otros sitios del país.
¿Argumentos? Es frecuente que a cada caja les falten tres o cuatro cigarros. Y si las abren para venderlas al menudeo, pierden dinero. Es el vendedor entonces el que tiene que poner de su bolsillo. Ah, que pague ese descrédito el pobre bolsillo del comprador. A venderlas cerradas… Obert comprende hasta cierto punto que los vendedores se nieguen a sufragar ese burdo robo, pero se pregunta por qué entonces se descarga toda la cadena de la abyección sobre el inocente fumador.
«¿Por qué faltan dos, tres y hasta cuatro cigarros —pregunta— si en la envoltura dice 20? ¿Dónde está el desvío en la larga cadena? Y es la única marca de cigarros que no trae la “rueda” sellada en envoltura de nailon. Es la que se presta más al lucro de los descarados. Solo hay que despegar la cajetilla, y volverla a pegar. Y con esos cigarros armar otras cajas. A algún bolsillo va a parar todo…».
No por gusto las envolturas reflejan los datos del productor. En el caso de que las cajas vinieran así de fábrica, ¿las entidades distribuidoras y comerciales no tienen contratos con la industria? ¿Para qué les sirven entonces, si no son capaces de reclamar y descargan sobre los atribulados consumidores las anomalías? ¿Y si las cajas se «canibalean» en la transportación y distribución? ¿Y si es en las propias unidades vendedoras? Que descubran al culpable, y se lo «fumen» definitivamente. Pero está bueno ya de castigar al consumidor…