Acuse de recibo
Francisco Reyes Manresa no se conforma con el óxido de los raíles. El camino de hierro que une a Morón con Camagüey, según cuenta este camagüeyano, veía trasladarse cientos de pasajeros cada día en ambos sentidos. Pero de un buen tiempo acá esta realidad cambió tristemente...
«El Moronero (como llamaban al tren) hace casi seis meses que no funciona y lo más preocupante es que en las terminales no saben nada, ni siquiera la causa de su paralización y mucho menos cuándo se reanudará el servicio», se duele el remitente.
Si tenemos en cuenta la necesidad de viajar a turnos especializados en instituciones médicas como el Hospital Oncológico de Camagüey; el gran volumen de estudiantes que asisten a las universidades de Ciego de Ávila y a la agramontina, así como a otras instituciones docentes; los trámites que muchas personas deben realizar en organismos o entidades territoriales; más otros muchos motivos familiares, económicos o profesionales por los cuales hay que transportarse en el área, se advierte con mayor nitidez el vacío que deja esta vía de comunicación, enfatiza.
Y añade: «conocemos perfectamente las limitaciones que tenemos, en encarecimiento de todos los equipos: materiales, piezas, etc.; la política cada vez más recia del bloqueo (...). El Ferrocarril hace grandes inversiones en la modernización del sistema, pero pregunto: ¿Sería tan costoso disponer de una locomotora y cuatro coches que utiliza este tren y aliviar considerablemente el transporte de pasajeros en ambas provincias?».
Ojalá las instituciones correspondientes se pronuncien con amplitud sobre el tema y precisen si se trata de un problema circunstancial. No es solo una preocupación de este vecino de calle 7ma. No. 301, en Florida. Y por los viejos raíles pueden llegar nuevas soluciones.
Bárbara Riol Castañeda (Luz Caballero No. 1-G e/ Concha y Carlos Rojas, Colón, Matanzas) quiere que la bondad no pase por su lado inadvertida. Por eso escribe para destacar el trabajo esmerado de los estomatólogos Yanetsy Sánchez y Osiel Díaz, de la Clínica 27 de Noviembre, en su municipio.
«Unidos en el trabajo y en el amor, forman una bella pareja. Mi niña de siete años presentó una dificultad en la mudanza de los dientes de leche y necesitó extraerse sus piezas para dar paso a las permanentes; ella, con su corta edad, pudo distinguir la excelencia del trabajo», relata Bárbara.
Ropas viejas, trapos sucios e inservibles. Eso fue todo lo que encontró Hortensia Juliana Hernández Castillo (calle 18 No. 4302, e/ 43 y 45, Nueva Gerona, Isla de la Juventud) cuando revisó los dos paquetes enviados por su hija, médico cirujana que cumple misión en Bolivia.
Algo extraño se podía presentir, pues los bultos, remitidos desde agosto de 2012, venían «metidos en un saco de nylon cada uno con un sello de seguridad de plástico de la Empresa de Correos y una nota explicando que el embalaje se había cambiado por deterioro del original».
Debían ser los paquetes numerados auténticamente como CS00421003BO y CS00420983BO, que contenían ropas, zapatos y otras prendas de vestir para los hijos de la colaboradora. Pero de las prendas y objetos solo quedaba una triste burla. Y aún faltaba un tercero: el CS00422406BO.
«Rápidamente me comuniqué con la administradora del correo de Nueva Gerona sito en calle 39, entre 18 y 20 y esta me indicó que me presentara en la Empresa Municipal de Correos y contactara allí con la compañera Lisbet. Cogí los bultos y fui a ver a Lisbet, la que con mucha amabilidad recibió mi queja, tomó nota e hizo acta de lo sucedido».
Para colmo de males, al día siguiente la atribulada mujer llamó a la Empresa Municipal para recabar datos sobre el tercer paquete. Lo rastrearon por la computadora y le informaron que había salido de La Habana, pero no llegó a Isla. (¿!)
¿Habrá que contratar a Sherlock Holmes o Hércules Poirot para la solución —y erradicación definitiva— de estos casos, vergonzosamente repetidos y denunciados aquí una y otra vez?