Acuse de recibo
El capitalino Jorge A. Blasco (Avenida 59, No. 11809, entre 118 y 120, Marianao, La Habana) no se conforma con que la vida siga igual, al estilo de la vieja canción de Julio Iglesias, si esa «igualdad» implica que una esquina urbana se torne hueco, vertedero, mal olor, enfermedades.
El 13 de octubre de 2012 publicamos aquí la preocupación de Jorge, quien alertaba del cráter que en la intersección de las calles 118 y 59 albergaba todo tipo de basura y vectores. La cuestión había comenzado, según explicaba el remitente, cuando años atrás las ráfagas de un ciclón derribaran un robusto árbol que, en su caída, levantó más de diez metros de acera.
Los contenedores plásticos para desechos fueron desapareciendo entonces del sitio y el hueco ocupó la función de aquellos, con el pesar de muchos, pero sin soluciones a la vista. Evocaba el lector que los trabajadores de Comunales y Áreas Verdes venían, se esforzaban en limpiar el sitio, pero muy pronto volvía la inmundicia a hacer su agosto.
Y proponía el tenaz capitalino que se atacaran las causas y no las consecuencias de estos problemas, a ver si se encontraba el fijador necesario del bienestar colectivo.
Henos aquí, a la vuelta de tres meses, que recibimos carta de Jorge, y no precisamente con buenas nuevas.
«Nuestra esquina está nuevamente convertida en un basurero, y ahora con la apertura de construcción por cuenta propia, es un escombrero, a pesar del letrero “No Escombros...”, narra.
Y añade que después de la exitosa recogida de fines de año, con la colocación incluso de cuatro contenedores por los compañeros de Comunales y Áreas Verdes, se volvió a la desastrosa situación anterior. «Solo quedan dos contenedores y a uno de ellos le falta una rueda», afirma.
Relata también el lector que el árbol que quedaba en el sitio y que debió ser talado en aquella limpieza de fin de año, por su peligrosa inclinación, «colapsó» antes de cerrar diciembre, destrozó uno de los contenedores y dañó la iluminación pública en 59 entre 118 y 120.
«Todo lo anterior no es más que el caldo de cultivo para la gran indisciplina social que nos rodea (…) y, como sabemos, no se resuelve solo con exhortaciones de conciencia (…). Estoy seguro de que existen regulaciones sobre la disposición de los escombros en las construcciones pero la evidencia concreta es que nuestra esquina es nuevamente un basurero y ahora también un escombrero», se lamenta el remitente.
Una vez más, reflexiona Jorge, no se fue a todas las causas de las cosas, pues se pusieron los recipientes para basura, pero no se restituyó el formato urbano del lugar con los metros de acera y contén faltantes.
Y sí, ciertamente, ha faltado tocar las raíces de estos problemas. Pero en honor a la verdad, podría añadirse de igual modo que los espacios públicos no lo son solo porque se usen públicamente, sino porque su cuidado depende también de la comunidad.
¿Cómo desaparece un contenedor con las dimensiones que suelen tener y nadie ve, nadie alerta al menos a las autoridades? ¿Funcionan los Consejos de Vecinos, las estructuras del Poder Popular, la Dirección de Higiene y Epidemiología en ese territorio capitalino como para que la cochambre crezca y no se apliquen las medidas correspondientes con los infractores?