Acuse de recibo
Podría tener fin la contaminación del río Cojímar por vertimientos industriales de una planta de Suchel Cetro, de cumplirse los propósitos de esa empresa para 2013 y 2014, según la respuesta dada a esta columna por Humberto Capote, director general de esa entidad.
Capote responde con un plan de medidas a la denuncia del doctor Jorge H. Martínez, inquieto ecologista y propulsor del grupo comunitario Proa, de ese barrio marino en la capital, reflejada aquí el pasado 18 de julio. Entonces, Martínez censuraba la elevada contaminación del río Cojímar, que desemboca en la playa El Cachón, por los vertimientos de residuales a cargo de varias fábricas, entre ellas la de Suchel, en Berroa.
Manifiesta el director general que Suchel Cetro produce jabones y viruta para la fabricación de aquellos, y sus residuales se generan fundamentalmente por la limpieza de las áreas y el arrastre provocado por las lluvias.
Suchel Cetro —precisa— viene trabajando para revertir su impacto ambiental. En el segundo semestre de 2010 se realizó un estudio conjunto con el Centro de Ingeniería y Manejo Ambiental de Bahías y Costas (Cimab), para determinar la carga contaminante de sus aguas residuales. Y entre las recomendaciones figuró diseñar un sistema de tratamiento que mejore el existente, de manera que sus descargas cumplan con los requisitos de la Norma Cubana de Vertimiento.
En el plan de inversiones de 2013, esa industria incluyó un importante proceso de rehabilitación tecnológica y mantenimiento general que, entre sus propósitos, pretende lograr una mayor eficiencia productiva y la disminución de la emisión de residuales.
Y para el plan de 2014 incluyeron la adquisición de una planta de tratamiento de residuales, y se encuentran trabajando con el Centro de Estudios de Tecnologías de Avanzada (Ceta) del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría, para identificar posibles mejorías a estos procesos.
Al propio tiempo, están sistematizando el trabajo educativo y divulgativo con respecto a los impactos ambientales. Tienen una semana al mes dedicada a la preservación del medio ambiente, y en ella abordan con profundidad los problemas ocasionados con las fuentes contaminantes, en coordinación con el Gobierno municipal y naturalistas de la zona, entre ellos el doctor Jorge H. Martínez, propulsor del proyecto comunitario Proa, a quien le agradecen haberlos ayudado a conferirle más intensidad a ese propósito.
Ni recomendada por nadie, ni amiga de ningún facultativo llegó al Hospital Oncológico de la capital Ada María Ruiz, desde su domicilio en el apartamento 5 del Edificio 49, en la calle 367 del reparto Mulgoba, en el municipio de Boyeros.
Todo ha sido atención, dulzura y cariño —confiesa— desde que comenzó a atenderse allí.
Quien primero la recibió fue la doctora Milagros Velázquez. Y le abrió las puertas del corazón cuando, al final de la consulta, le dijo algo que la mujer hace rato no escuchaba: «Ha sido un placer conocerla».
Esa cadena de ternura la han perpetuado los doctores Suchel Morales y Ledier Lorenzo. Este último, mirándole a los ojos, le confesó: «Has sido muy valiente, Ada».
La mujer, un ama de casa común en nuestros barrios, una abuela como todas, constató que ella ha sido mucho más que un número en las consultas.
En medio de tanta incertidumbre, cuando uno se atiende un asunto de oncología, Ada María no podrá olvidar jamás a María Eugenia, la sencilla empleada de Información que le dio mucho aliento desde el principio: «Chiquitica mía, tú verás que vas a salir bien…».
La carta de Ada trae lágrimas secas de emoción y de fe. Ella solo quiere felicitar al director del Oncológico por la suerte de contar en su nómina con tantos seres humanos sensibles y grandes que revierten las penas con su calidez. Vida y amor. El mejor citostático.