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Diversión peligrosa

Una peligrosa diversión, conocida popularmente como «Yagua en el parque», se impone en áreas del Parque Lenin, en la capital, denuncia Abel Salvador Hierrezuelo, vecino de calle C, No. 359, entre Anita y Goicuría, Ampliación del Sevillano, en el municipio habanero de Arroyo Naranjo.

Manifiesta Abel que, a despecho de tantas opciones para la paz y el sosiego en ese pulmón de la ciudad, algunos visitantes motorizados, con sus excentricidades, mantienen en zozobra a las familias que allí se solazan.

Revela que ya se hace habitual que, después de unos tragos, algunos conductores de vehículos aten a la parte trasera de sus carros una soga con una yagua de palma, sobre la cual se sientan varias personas, y comienzan a manejar a toda velocidad. Una especie de surfing terrestre, que pone en peligro el juego y las correrías de los niños a su alrededor.

Abel alerta también que el alquiler de caballos para montarlos, algo tan sano y relajante, no debe convertirse en un acecho preocupante. «Apenas se llega allí, todo jinete sobre corcel se lanza hacia uno, cual botero en almendrón, para que le alquiles a él y no al otro. Para llegar hasta uno debieron galopar bien rápido, haciendo peligrar el juego placentero de los niños en otras áreas. No pocas veces se les tiene que llamar la atención».

Abel afirma, con mucha razón, que la dirección del Parque Lenin debe tomar cartas en el asunto, junto a las autoridades del orden público. Si se quiere mantener tanto la diversión veloz sobre las yaguas como el alquiler de caballos, podrían hacerlo en áreas muy delimitadas, como lo está el carting.

Alerta antes del funcionamiento

Roberto Figueroa (Edificio H-21, apto. 7, Zona 13, Alamar, La Habana) ha observado que en la base de taxis de Alamar hay una buena cantidad de nuevos ómnibus de los llamados Ruteros, que el Gobierno ha adquirido con ingentes sacrificios.

Pero como la vida ha demostrado que los recursos por sí solos no resuelven problemas —si no son manejados con disciplina, calidad, rigor y respeto—, él hace un llamado a los responsables del Transporte en la capital, para que estos nuevos ómnibus tengan establecidas las reglas del juego antes de ponerlos en explotación, que las mismas se cumplan posteriormente, y que choferes y pasajeros tengan bien claros y definidos sus deberes y derechos.

Atendiendo a experiencias anteriores, es que pregunta y a la vez alerta:

«¿Por qué permitir que la música sobrepase los decibeles establecidos? ¿Por qué permitir el exceso de pasajeros de pie, si esos ómnibus no están diseñados para ello? ¿Por qué permitir que los choferes fumen, o no presten la debida atención al control del vehículo por estar conversando con pasajeros amigos o allegados?

«¿Por qué permitir que se transporten determinadas cargas que no se corresponden con las posibilidades de esas guaguas? ¿Por qué permitir que se ingieran bebidas alcohólicas en esos ómnibus?

«Si estas cosas y otras más se definen dentro de las reglas del juego, tendremos más ómnibus en buen estado, y podrán brindar un servicio de excelencia a nuestro pueblo», concluye.

Agradecido

Rolando Carvajal (San Miguel No. 307, entre San Nicolás y Manrique, Centro Habana) llegó el 23 de octubre pasado, a las diez de la noche, al Hospital Freyre de Andrade (Emergencias), con su esposa padeciendo fuerte dolor de abdomen, vómitos y completamente deshidratada.

Ipso facto, la guardia de Cirugía se volcó sobre ella. Los doctores Alina y Saturnino la reconocieron y diagnosticaron una obstrucción intestinal. Y el enfermero intensivista la preparó rápida y profesionalmente para la intervención quirúrgica, junto a su joven ayudante.

«Quisiera agradecer a todos ellos, y a los técnicos de Rayos X, los camilleros, los del Laboratorio, y todo el equipo de Enfermería de la sala. Es un colectivo médico de alta preparación profesional y de un elevado trato, amable y humano», expresa Rolando.

Todos los días se sucede una escena similar en los hospitales de Cuba. Y parece común para muchos. Pero cuando se confabulan tantas voluntades para salvar una vida, nunca será excesivo contarlo. Y agradecerlo.

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