Acuse de recibo
Oscar Vega Martínez (Enlace No. 16, entre Calzada Vieja y Rotaria, Guanabacoa, La Habana) cuenta en su carta que el pasado mes de enero compró un colchón a 1 900 pesos en la tienda Capricho, de ese municipio capitalino, sita en Pepe Antonio esquina a Cadena. Y ya en el mes de abril, el mismo producto, exacto, se ofertaba a 2 120 pesos en otro establecimiento comercial, llamado 30 Aniversario, en Regla.
«No entiendo que un mismo colchón tenga esa diferencia de precios —subraya Oscar—; pero cuando llamé al Subdirector provincial de Comercio me explicaron que era otro proveedor, y por esa razón cambiaba el precio».
Menos comprende Oscar pues, que él sepa, en el comercio minorista en CUP todos los productos mantienen el mismo precio.
Habría que preguntarse: ¿Quién se equivocó? ¿Capricho o 30 Aniversario?
«No rompas con los pies lo que haces con la cabeza». Ese sabio consejo de sus abuelos, lo esgrime hoy Mauricio Acosta, residente en Mirasol No. 57, entre Real y Sánchez Gómez, en la localidad de Barreras, del municipio capitalino de Guanabacoa.
Cuenta el remitente que el pasado año se realizó una óptima inversión por Acueducto en la red, una conductora de agua desde la zona de Jústiz hasta Alamar. Es una obra representativa de un gran esfuerzo del país para hacer llegar a muchas familias el vital líquido, sin los lamentables salideros y pérdidas por las constantes roturas de las viejas conductoras.
Hasta ahí todo muy bien. El problema es que para la citada conductora, la cual pasa por la zona comprendida de Santa María Loma, del municipio de La Habana del Este, fueron rotas muchas calles. Y aún hoy, cuando ha transcurrido casi un año, no se ha concluido la obra de tapar correctamente las aberturas hechas.
«El caso más triste es el de la calle principal de Barreras —dice—, donde queda un bache de cuatro centímetros de profundidad por 50 centímetros de largo. Y nada se ha hecho para taparlo, en una vía que había sido reparada no mucho tiempo atrás.
«De querer repararlo, que lo hagan con la calidad requerida, y no como hicieron en el paso de Tarará, que ya al tercer día estaba roto y descompuesto.
«¿Qué clase de terminación es esa? ¿O es que acaso los controladores de la calidad no visitan las obras, o no tienen los conocimientos requeridos para ver lo que está bien terminado? ¿No se dan cuenta que ellos son los máximos responsables de cada obra ejecutada?
«Eso pasa cuando quien realiza la obra es el mismo que la recibe; o quien la realiza y la recibe no tienen en cuenta que en ella está el sudor del pueblo. A todo ello hay que agregar: ¿Dónde están los materiales para reponer lo roto? ¿Dónde está el respeto a las leyes que obligan a quienes realizan esas obras a restablecer lo roto?».