Acuse de recibo
Los colaboradores cubanos que, alejados de su familia y de la Patria, cumplen misiones profesionales en el exterior y le reportan al país ingresos en divisas, no merecen dilaciones, obstrucciones y demoras en los mecanismos de pago y de estimulación al respecto. Y mucho menos respuestas al paso e incompletas. Eso se llama irrespeto e insensibilidad, sea por lo que fuere.
El pasado 17 de enero reflejé aquí sendas denuncias de dos casos de colaboradores por parte de Cubadeportes en Venezuela. El primer caso era el de Isabel Leticia González, profesora de la Facultad de Cultura Física de Granma quien, tras cumplir misión en Venezuela, se presentó el 2 de diciembre de 2011 en la sucursal 7481 del Banco de Crédito y Comercio (Bandec) a la cual están asociados los que cumplen misión por el Inder en esa provincia. La empleada que la atendió introdujo sus datos en la computadora, y el resultado de la búsqueda fue escalofriante: «colaborador inexistente». Indignada, escribió a esta sección.
Al respecto, Rósula Méndez Matos, jefa del Departamento de Atención a Colaboradores de Bandec, responde de una manera tan escueta que deja muchas dudas e interrogantes: «Revisados los registros bancarios correspondientes, se comunica que la colaboradora mantiene su cuenta operativa desde el 28 de octubre de 2010, siendo acreditada su cuenta a través de su organismo con la frecuencia establecida. Lo anterior corrobora que la referida colaboradora sí existe como cliente de Bandec».
Entonces, ¿por qué no aparecía como colaboradora ese 2 de diciembre, cuando procuraba su tarjeta magnética? ¿Qué sucedió? ¿Quién la desconoció?
El segundo caso es el de Alina García, residente en Jesús Menéndez, provincia de Las Tunas. Ella tiene un hijo cumpliendo misión en Venezuela por Cubadeportes, y es la beneficiaria para cobrarle el dinero de la tarjeta de ayuda familiar; y la tarjeta para comprar con un descuento del 30 por ciento en los precios de las tiendas en divisa.
A los siete meses de estar su hijo en Venezuela, fue que llegó retroactivamente el pago de cuatro meses. Y en cuanto a la tarjeta del 30 por ciento, si bien depositaban el dinero, desde mayo de 2011 Alina no había podido cobrar más.
La madre llamó a las instancias nacionales de Bandec y le dijeron que la tarjeta sí estaba activada, pero que Cubadeportes no había depositado el dinero. Desde el 11 de noviembre de 2011 trató de comunicarse constantemente con Cubadeportes, y cuando logró contactar con alguna extensión, le alegaban justificaciones ilógicas, en su consideración. ¿De quién es el mal trabajo?, cuestionaba la señora.
Al respecto, responde Rósula que desde la apertura de la cuenta hasta el 11 de noviembre de 2011, Alina García no había tenido problemas con la operatividad de sus tarjetas. «En esa fecha —apunta—, el colaborador le ordenó a Bandec una modificación en uno de los parámetros de la operatoria de la misma. Y por error del Banco, fue eliminada, provocando que la compañera no pudiera hacer operaciones con su tarjeta hasta el 23 de enero de 2012, cuando le fue entregada una nueva tarjeta, por lo cual le ofrecemos disculpas».
Así, tan fácilmente, se cierra lo que costó tanto disgusto e incertidumbre a la familia de un colaborador cubano. «El error del Banco», ¿no tiene nombre y apellidos? ¿Cómo es posible que así, de un plumazo, se borre lo que a un ser humano le cuesta lejanías y sacrificios, y a su familia también? ¿Por qué puede registrarse un error tan grave? ¿Quién no controló debidamente las operaciones? ¿Qué medidas se tomaron?
Al menos, Bandec respondió estos dos casos; lo que no ha hecho Cubadeportes, la entidad por medio de la cual estos colaboradores han ido a cumplir su deber para con la Patria y el mundo.