Acuse de recibo
Margarita Salinas (Edificio 20, apto. 18, Microdistrito A, Ciego de Ávila) se encontraba de visita en la capital el 4 de marzo. Y a las diez de la mañana llegó al Banco Metropolitano sito en 23 entre J y K, en el Vedado, para extraer dinero de su libreta de ahorro para el retorno a su provincia.
Pero la oficial de salón de esa agencia le dijo que no podía realizar ninguna operación con dicha libreta, pues ya ella había hecho una extracción en su territorio, antes de viajar a La Habana.
«No comprendo —argumenta— cómo es posible que si ese dinero es mío, que lo ahorré por muchos meses para utilizarlo cuando más falta me hiciera, no pueda extraerlo por la acción burocrática de una persona o de la institución que ella representa. El dinero que aparece registrado en mi libreta es un ahorro de mi trabajo, y tengo derecho a una extracción de hasta 2 000 pesos en cualquier agencia bancaria fuera de mi provincia».
Refiere la lectora que la función del Banco es preservar los intereses de los clientes, y no que una funcionaria le diga a una qué tiene que hacer con los ahorros.
La clienta no se dio por vencida, y llegó al Banco Metropolitano de Línea entre Paseo y A, a las 2 y 15 de la tarde de ese mismo día. Y una compañera del salón le explicó a la de la taquilla que Margarita sí tenía derecho a una extracción de hasta 2 000 pesos en otra provincia que no es la suya.
«Si no hubiera sido por la compañera de esa segunda agencia bancaria, muy atenta y amable, todavía estaría en la capital cubana sin saber cómo retornar a mi provincia. ¿Cómo hubiera pagado lo que debía donde me alojaba si no hubiera tenido ese dinero?
«Agradezco el trato recibido en el Banco de Línea, y mantengo la inconformidad con el maltrato del de 23 entre J y K, donde insistí en vano para que se cumpliera mi derecho».
Dos agencias del mismo Banco Metropolitano. Dos historias diametralmente opuestas. ¿Por qué?
El pasado 5 de febrero, Dalia González (Oquendo 657, Centro Habana) denunciaba las molestias ocasionadas a los vecinos de esa cuadra por un taller automotor instalado allí hacía tres años, pues los autos los arreglan en plena calle, ante las puertas de las viviendas.
El ruido de los carros al encender y apagar, y el humo que desprenden los tubos de escape, arremeten contra los vecinos. «Ya no tenemos vida —señala— porque no se puede respirar, y el ruido es insoportable a cualquier hora del día y de la noche», manifestaba.
Agregaba la remitente que se habían quejado en las asambleas de rendición de cuentas y en el Consejo Popular. Han llamado a las oficinas del CITMA, y a pesar de todas esas gestiones nada han solucionado.
Al respecto, responde Alberto Marrero, subdirector de la Oficina del Programa Martiano, entidad a la cual pertenece el taller:
«No es el lugar ideal, pero es el que tenemos. En reiteradas ocasiones hemos tratado de conseguir otro local, incluso más cercano a la Oficina, pero lamentablemente no ha sido posible. Muchos de los locales a que aspirábamos han sido convertidos con toda justicia en viviendas para nuestro pueblo.
«Con respecto a la reparación en la calle, el problema es que dentro del taller el espacio es reducido, y se dificulta el trabajo en los vehículos. Tomaremos la medida de concentrarnos en el espacio de la calle que da a la entrada del taller y evitar, hasta donde sea posible, los ruidos innecesarios.
«La solución definitiva es el traslado del taller, en cuyo empeño nos mantendremos. Nos disculpamos con los ciudadanos afectados e iremos a explicar personalmente estas consideraciones».
Agradezco la respuesta, y espero que la Oficina de Asuntos Martianos encuentre una solución definitiva a esta molestia vecinal, apegada a la sensibilidad y el humanismo de nuestro inmnenso héroe, quien manifestó: «La conciliación es garantía de paz, y lo son de acierto el severo examen y prudencia».