Acuse de recibo
Cuando se haga la antología de casos insólitos en esta columna, entre ellos podría clasificar el de Rodolfo Rojas (Camino Arenera 38, entre Libertad y Río, reparto Saratoga, Camagüey), un trabajador de limpieza de calles, perteneciente a Servicios Comunales, que lleva tres años tratando de jubilarse infructuosamente.
En 2007 Rodolfo inició los trámites con todos los requerimientos. María, la jefa de Personal, le dijo que aguardara, pues iba a presentar el expediente a la Dirección Municipal del Trabajo. Se fue el 2007 y nada. En 2008, Rodolfo fue a ver a María, quien le dijo que esperara, pues había más casos en trámites. Llegó el 2009 y el trabajador planteó su inconformidad al Sindicato, sin resultado alguno. En 2010, la jefa de Personal ya no era María sino Caridad, quien le llenó de nuevo las planillas de solicitud, porque las anteriores estaban vencidas. En el 2011 hay otro jefe de Personal, que «se desayuna» con el caso.
«Para simplificar: esas compañeras de Personal nunca presentaron mi retiro al órgano del Trabajo. Se rieron de mi necesidad», concluye el lector.
Se vencen las planillas de solicitud, y lo que es peor: se vence el plazo de la consideración y el respeto a una vida de trabajo. ¿Hasta dónde puede llegar la insensibilidad? ¿A los cuántos jefes de Personal se hará justicia? ¿Qué responde la Dirección Municipal de Servicios Comunales en Camagüey?
El 14 de diciembre de 2010, vecinos del barrio rural El Capricho, del municipio artemiseño de Caimito, denunciaban aquí la crítica situación con el agua que sufría esa comunidad, donde residen unas 500 personas.
El 13 de junio de ese año se rompió la turbina del taller central de la Empresa de Cítricos Ceiba, que bombeaba el agua al barrio; y ante el hecho, el jefe del taller y el director de la empresa plantearon que no podían solucionar el problema, por falta de recursos para adquirir una nueva turbina o pipas.
Una representación de los vecinos se entrevistó con el presidente y vicepresidente del gobierno municipal, quienes les manifestaron que cuando en un asentamiento poblacional está enclavada una entidad estatal, esta es la responsable del suministro de agua. Aun así, transcurrido un mes comenzó a llegar semanalmente una pipa con agua, procedente de una cooperativa. Pero la misma comenzó a fallar, y el presidente de la cooperativa aclaró que ellos colaboraban por la situación de los vecinos, pero tampoco era su responsabilidad.
Cuando escribieron los vecinos, hacía unos dos meses que la turbina la habían llevado a arreglar a Aguas de La Habana, pero ellos seguían sin una gota de agua. «El delegado de la circunscripción —decía la carta— ha contactado a los implicados, y solo recibe evasivas. Tanto el Gobierno como la Empresa de Cítricos se responsabilizan el uno al otro, diciendo que el otro no hace nada».
Y ahora responde Sergio Suárez, presidente del Consejo de la Administración Municipal (CAM) de Caimito, que el pasado 31 de enero se instaló la turbina que abastece de agua al poblado El Capricho, la cual está funcionando óptimamente.
Agrega el presidente del CAM que «en el último año el municipio ha enfrentado una severa crisis con el abasto de agua, y es cierto que todas las fuentes no pertenecen a Hidrología, pero también es cierto que el Gobierno local está para garantizar los servicios básicos a la población; y, para eso, tiene que buscar todas las variantes posibles».
Lo más importante es que ya en El Capricho hay agua, y eso se agradece. Pero —ojalá no hubiera «peros»— desafortunadamente la respuesta del presidente del CAM no explica por qué entonces se evadió la solución de un problema comunitario en el clásico peloteo, mientras los pobladores sufrían. Y ahora, cuando se revela públicamente en la prensa, se soluciona. Esperemos que no sean aguas pasadas, que ya no muevan los molinos de la credibilidad.