Acuse de recibo
Lázaro Téllez Monzón (Calle 20, nro. 14, entre A y B, El Roble, Guanabacoa, La Habana) labora en el organopónico de ese reparto capitalino; y como tal prefiere no callar ante «la crítica situación en la que se encuentran desde hace ya varios años los trabajadores de este centro y las producciones que allí se conciben».
La primera irregularidad, según Lázaro, es que el salario, o no se entrega, o se entrega siempre fuera de tiempo. «El estímulo concebido para cada trabajador por la cantidad de la producción realizada nunca se llega a otorgar, refiere. A ello sumamos el hecho de que todos los meses se echan a perder una buena cantidad de quintales de col, tomate, pimiento, lechuga, entre otros».
Ante esa grave pérdida, señala, los dirigentes de la empresa plantean que se debe a la falta de transporte y combustible.
«En reiteradas oportunidades, advierte, los trabajadores también nos hemos quejado por la falta de implementos de trabajo, la no existencia de bombas para regadíos, la mala alimentación, y la falta de vestuario, entre otras carencias, y nadie nos ha dado una respuesta satisfactoria al respecto».
Lázaro no aclara si han elevado esas insatisfacciones a otras instancias, pero lo cierto es que lanza un S.O.S., pues razona que la situación ya es intolerable para ese colectivo.
«Consideramos además, manifiesta, que se trata de un hecho muy negativo para este momento por el que atraviesa el país, cuando el Gobierno y el Partido han estado abogando por fortalecer la producción agrícola y la alimentación de todo nuestro pueblo».
Algo anda mal en ese organopónico, cuando un colectivo no ha encontrado la forma de resolver tantos problemas que le atenazan.
Juan Ernesto Pairol escribe desde Carlos Roloff 53 Sur, entre Tello Sánchez y Raimundo, en la ciudad de Sancti Spíritus. Y lo hace porque ya está hastiado de la incompetencia, o de la insensibilidad, de quienes deben atender su problema.
Refiere él que su esposa cumple misión médica en Venezuela desde junio de 2010. Y de acuerdo con indicaciones oficiales, el colaborador puede dejar a un beneficiario el uso de una tarjeta magnética, con la cual se adquieren productos en las tiendas recaudadoras de divisas.
Precisa que antes de su esposa partir, fueron llenados los documentos requeridos con letra legible. Pero cuando fue en septiembre de 2010 a validar la correspondiente tarjeta magnética en BANDEC, su apellido fue notificado como erróneo. Desde entonces, espera por que se rectifique tal desatino.
Pairol se ha personado en la oficina de Banca Personal, y allí le han dado fe de la tramitación de su asunto. Luego, en visita a la sede de Colaboración Médica en la provincia, le manifestaron que la responsabilidad era de la sucursal bancaria.
El lector ha esperado bastante. El pasado 3 de febrero, se entrevistó con la misma funcionaria de BANDEC, y quedó claro que esa institución no es responsable de tal dilación.
«Realmente, manifiesta, es inaudito que en la era de las nuevas tecnologías y el desarrollo de la informática, y con tanto personal competente a cargo del tema de la colaboración médica, no exista en este caso un seguimiento por quien corresponda, de toda la tramitación hasta el final; es decir, la cadena completa, que incluye confección del listado, envío, obtención de la tarjeta, y entrega a su destinatario con fechas y firmas para delimitar responsabilidades».