Acuse de recibo
«En llamas el respeto», sentenciaba este redactor el pasado 6 de octubre, al abordar la indefensión en que quedó la capitalina Rafaela Fuoman, desde que el 7 de septiembre de 2009 un mochilero de la campaña antivectorial contra el mosquito provocara accidentalmente un incendio en la cocina de su casa.
Rafaela narraba entonces que recibió el respaldo inmediato del Gobierno municipal de 10 de Octubre, en materiales de construcción y otros recursos. Y a la Dirección Municipal de Salud, explicaba, se le encomendó la tarea de reponer el nuevo refrigerador Haier de la vecina, que fuera devorado por las llamas.
Pero en lo que correspondía a Salud todo era un peloteo. Rafaela continuaba pagando su perdido refrigerador, a cuenta de un crédito bancario; y la elemental indemnización no aparecía durante más de un año.
Al respecto, responde el doctor Luis Gómez, director de Higiene y Epidemiología, de la Dirección de Salud en Ciudad de La Habana:
«Después de varios trámites realizados, todos de manera infructuosa, fue imposible reponer de forma inmediata el equipo a la afectada. Nuestro organismo no cuenta con equipos para la reposición, aunque sí es responsable de realizar con agilidad los trámites correspondientes para su reposición. Las causas fueron múltiples, como falta de control, gestión y exigencia por parte de la Dirección de Salud en el municipio».
Precisa el funcionario que ya el refrigerador fue entregado a Rafaela, a quien ofrecieron disculpas por las molestias ocasionadas. Y agrega que a los dos operarios responsables del hecho se les aplicó la responsabilidad material por el daño causado, y el cambio, por un término de seis meses, a un puesto de trabajo con menor remuneración.
Agradezco la respuesta; pero por el tiempo que llevaba Rafaela esperando por la promesa incumplida, es evidente que la solución se agilizó a partir de lo publicado aquí. Si Salud no cuenta con equipos para reponer, los tercos hechos de la realidad nos demuestran que urge crear los mecanismos para que ese tipo de indemnización se apruebe e instrumente por terceros.
«Colgado de la brocha», así califiqué el pasado 9 de septiembre la situación del habanero Jesús López, quien quedó engañado con una brocha de pintura que adquiriera, al precio de 3,85 CUC, en el complejo Fornos, de Habaguanex, en la capital: no más comenzó a pintar su casa, y la misma soltó las cerdas por doquier.
El pasado 5 de octubre respondió Lázaro Domínguez, gerente de la tienda, que había trasladado la preocupación a la administradora del taller productor del artículo en referencia.
Y este redactor alertó de que «aun cuando el vendedor no tiene responsabilidad en la calidad del producto, no debe desembarazarse tan expeditamente del problema de un cliente, sin entrevistarse con él o tratar de ayudarlo; de lo contrario hay que explicarle sinceramente y atenderle, porque la estafa se produjo en la tienda. Y de alguna manera Habaguanex sí está en la obligación de reclamarle al suministrador que produce las brochas, porque al final es el consumidor quien paga».
Ahora responde Ricardo Maura, director general de la Empresa Provincial Industrias Locales GEILA, productora del artículo: visitaron a Juan en su domicilio, se disculparon con él y le repusieron la brocha.
Se evidenció, agrega, que la brocha defectuosa había sido afectada en una dimensión de tres centímetros de los diez totales de la superficie. Y el desprendimiento de cerdas fue debido a que las mismas quedaron más cortas. Por consiguiente, el engomado fue superficial en esa área, no así en el resto, que no se desprendió. Ello indica que en la manipulación y contacto con el agua se aflojó, lo cual no era apreciable en la revisión del producto.
Afirma que GEILA comercializa ese producto hace dos años. En 2009 situaron en el mercado 311 596 unidades; y hasta septiembre de 2010 habían suministrado 63 037. Antes de la queja de Juan, no habían recibido reclamación alguna acerca de la calidad de dicho producto. Finalmente ponderó la importancia que le brindan a la seguridad y confianza del cliente.