Acuse de recibo
Hay viejas penas que vuelven una y otra vez como el dolor en los huesos cuando se anuncian las lluvias. Algunas, paradójicamente, con el chorreante esplendor de la primavera. Liudmila Navarro Carballé (Calle 10ma. No. 6, entre 11na. y Final, Zona de Desarrollo Colón, Sancti Spíritus) conoce de estos asuntos.
En Jobogordo, su pequeño barrio, paralelo a la Avenida Soviética, en la periferia de la capital espirituana, hace más de dos décadas una docena de hogares se inunda con los aguaceros. El agua sube a las rodillas dentro de las casas. Y las personas, los muebles y las propias viviendas van resintiéndose poco a poco con la humedad prolongada.
La historia casi siempre incluye evacuación, por lo general autoevacuación, hacia lugares altos y secos, refiere Liudmila. Y otra vez regreso a recomponer, escurrir, orear las mojadas zozobras.
«En estos 23 años, en los que han pasado por nuestra zona varios delegados, y por la provincia varios cuadros del gobierno... que nos han merecido el mayor respeto, siempre la respuesta ha sido que no hay presupuesto para la solución del problema», evoca la remitente.
«Cuando ocurre la inundación —recuerda la espirituana—, vienen los compañeros del cuerpo de bomberos con sus equipos de rescate y salvamento (...) convocados por el delegado que nos represente en ese momento. Actúan con solidaridad y respeto. (...) Pasa el instante peor y todo queda en el olvido hasta la próxima primavera».
Liudmila y los demás afectados —dispuestos a colaborar en cualquier alternativa de solución— se preguntan cuánto más tendrán que esperar para que su problema entre en los caminos ciertos de la tierra firme.
Cansada de «curas superficiales» a su caso, nos escribió la capitalina Giselle Calero Hernández (Piñera, No. 237, entre Santa Catalina y Calzada del Cerro, Cerro). Dos años llevaba el frente de su vivienda encharcado de aguas albañales, supimos en estas líneas el 4 de mayo.
El asunto se había reportado varias veces a Aguas de La Habana, pero nada de soluciones definitivas, refería la lectora. Y evocaba además que en distintos momentos vinieron camiones-fosa solo a destupir y, lógicamente, se volvía a formar el charco fétido.
Se reportó entonces un entronque de tubería caído. Llegó una brigada, cambió la tubería vertical que está en la acera, pero no la horizontal que va del registro de la acera a la línea principal de la calle. Retornó la obstrucción.
Giselle siguió en gestiones. Le informaron que para principios del actual año, cuando entraran los recursos. Después que para más adelante. Y así, continuaba esperando la clienta.
Al respecto llega la respuesta de Ana Remis Castro, jefa del Departamento de Atención al Cliente de Aguas de La Habana.
Explica Ana que «para dar solución a las obstrucciones frecuentes que se producían en esta dirección, se indicó desde finales del pasado año la reparación del entronque de alcantarillado del inmueble. Por carecer de tubos para realizar este tipo de labor, se postergaron múltiples solicitudes formuladas por distintos clientes, lo que dio origen a su acumulación. Esta explicación se le brindó a todos los afectados que hicieron reclamaciones a los diferentes municipios, entre ellos a la compañera Giselle».
E informa la funcionaria que desde el día 13 del mes de abril —antes de la publicación del artículo—, quedó concluido el trabajo de referencia, eliminando así el vertimiento en cuestión. Como constancia de su conformidad firmó la clienta la hoja de la entrevista. La obra civil se programó para su ejecución en el mes de julio.
Agradecemos la contestación de la empresa Aguas de La Habana y nos reconforta que ya el problema esté resuelto. Por el volumen de cartas que llega a nuestras manos, el ritmo de publicación no es todo lo rápido que desearíamos. Y sucede en contadas ocasiones que el caso queda solucionado antes de salir a la luz pública. Ojalá siempre sucediera así. Tendríamos que aclarar el desfase, pero significaría que las empresas y los organismos están resolviendo las dificultades con prontitud.