Acuse de recibo
Son cosas insólitas en lo que debería ser el buen funcionamiento de los servicios; pero saltan a la vista de todos con más frecuencia de lo que uno pudiera imaginar.
Terminaba la jornada laboral del viernes 9 de abril último y la capitalina Amelia Montero Hernández decidió quitarse el calor del día y el tedio de una semana de trabajo visitando Coppelia junto a su esposo. Llegaron a la heladería a las 7:30 p.m. y aunque había una multitud aguardando, decidieron hacer la cola para la torre.
«Exactamente a las 7:40 recibimos la gran noticia de que había llegado una inspección sorpresiva que paró el servicio para hacer un arqueo», recuerda la remitente.
Pasaron más de 30 minutos y los clientes seguían aguardando, ahora por los cálculos de la inspección. Al fin se reanudó la venta. Pero la segunda noticia que llegaría a los acalorados usuarios era más impactante aún.
«Teniendo la instalación helado para brindarle al público… a las 9:30 p.m. cerraron; sin tener en cuenta el tiempo perdido. Más de la mitad del personal nos quedamos sin tomar helado, incluyendo niños», evoca la lectora.
Téngase en cuenta además, que a esa hora, uno no encuentra fácilmente el apetitoso alimento en ningún otro sitio al que se pueda acceder con moneda nacional, señala.
Y no es que Amelia desconozca la importancia de las inspecciones sorpresivas; sino que debe implementarse entonces un mecanismo para recuperar el tiempo de servicio empleado en esa actividad; o bien ingeniárselas para que la venta no se detenga.
«Por cierto —apunta la capitalina—, el horario de Coppelia se ha ido reduciendo. Antiguamente se abría a las 9:00 a.m. y se cerraba a la 1:00 a.m. del siguiente día. Luego abrieron a las 11:00 a.m. hasta las 11:00 p.m.; y ya en estos momentos abren a las 11:00 a.m. y cierran a las 9:30 p.m».
Y a este redactor, además de apuntar el sinsentido de que por inspeccionar un servicio se pierda tiempo de servicio, también le preocupa que esta opción sana y accesible en las noches de Ciudad de La Habana, se reduzca a este ritmo.
Allá en el Apartamento 22, del Edificio A-13, en la Zona 2 del lejano Alamar, municipio de La Habana del Este, adonde tuvieron que retornar aquella noche sin probar el helado, Amelia y su compañero esperan una respuesta.
Desde hace años, Nicasio Bravo Peña (Avenida 62, No. 9103, entre 91 y 93, reparto Tulipán, Cienfuegos) y sus vecinos vienen tramitando con la Empresa de Acueducto de la capital cienfueguera, y las instancias del Poder Popular a nivel de circunscripción y de municipio, sus pesares con el abasto de agua.
En su cuadra, refiere el lector, históricamente ha habido dificultades con el suministro del líquido, «pero de cierta forma alguna que otra vez lo recibíamos con miles de trabajos una vez por semana».
«La dirección de Acueducto decidió hacer una inversión en la tubería por la entrada de la circunvalación, y fue entonces que se solucionó el problema por un tiempo de dos meses más o menos, hasta que decidieron emprender una inversión que contemplaba, según proyecto, conectar (nuestra red) en la calle 89 hasta 93, donde quedaba beneficiada la cuadra en que yo resido», explica el remitente.
Pero la obra solo llegó hasta la avenida 91 y nuevamente Nicasio y los que viven a su lado se quedaron con ganas de aquello y sin esperanzas de agua. «Solo son cien metros, a lo máximo. Diez tubos es lo que se necesita para unir ambas tuberías, pero no ha habido respuesta», afirma el cienfueguero.