Acuse de recibo
Desde Calixto, cabecera del municipio tunero de Majibacoa, Mariela Rodríguez (Calle 4ta-A Nro. 10-A) esboza algunas inquietudes acerca de lo que considera una fatalidad de su poblado.
Refiere la lectora que, aparte de ser la capital territorial, Calixto es la localidad de mayor población en ese territorio (unos 8 000 habitantes). Allí están las sedes del Gobierno y casi todas las direcciones municipales de los distintos organismos y empresas.
Sin embargo, el único cine y el hospital del municipio se construyeron en Omaja, a 14 kilómetros de Calixto. El círculo infantil, el hogar materno, la casa de abuelos y la óptica, están en Naranjo, a 14 kilómetros. El hogar de ancianos y la pista de combustible están en Las Parras, a 18 kilómetros.
Tampoco Calixto posee un parque y, para colmo, asegura Mariela que la sede universitaria municipal (SUM) se autorizó su construcción en la cabecera; «pero se ha buscado el pretexto para radicarla en Naranjo».
La lectora se pregunta por qué en el Consejo de la Administración Municipal no se han tenido en cuenta estas realidades, pero no explica si tales inquietudes han sido vertidas por los electores de Calixto, o tramitadas en el Gobierno municipal. Es evidente que las autoridades del territorio deben explicar por qué ha sucedido tal desbalance.
Jessica Herrera (Calle I, apto 40, esquina a 16, Cojímar, Ciudad de La Habana) se cuestiona lo sucedido con el cierre intempestivo del Club Barbaram, sito en Avenida 26 y Zoológico, en Nuevo Vedado, en la capital.
Refiere la lectora que la suspensión temporal del centro recreativo se produjo a raíz de una riña de elementos antisociales registrada allí. Y pregunta «hasta cuándo podemos permitir que por ese tipo de personas se continúen cerrando lugares recreativos del disfrute de la juventud».
Jessica, quien labora como enfermera y tiene al Barbaram como su club favorito, donde pasó momentos inolvidables, sostiene que con esos elementos se deben tomar medidas más severas, para la seguridad y esparcimiento de la gente sana y respetuosa, que no debe pagar por esas tropelías.
Solo desea conocer qué piensa hacer la empresa a la cual pertenece el centro, por el esparcimiento de tantos asiduos y por sus propios trabajadores, quienes, según su testimonio, defendieron dignamente dicha instalación.
Coincido con Jessica: no podemos permitir que los maleantes y transgresores dicten las pautas. Es cierto que, cuando algunos sitios se complican, por ese tipo de lacras, en determinados momentos se ha acudido a la facilista práctica del cierre, esa manera de «botar el sofá». Recuerden cómo desaparecieron los bailables populares en sitios antológicos de la capital, hace unos cuantos años.
Rosario B. Hermoso (Nueva del Pilar 213, entre Arroyo y Santa Marta, Centro Habana) vive frente a las conocidas tomas de agua de Cuatro Caminos, donde se abastecen muchas pipas de la ciudad.
Y la vecina viene observando algo anómalo, precisamente en tiempos en que hay una grave escasez del líquido en la capital, con la incertidumbre de que continúe la sequía: los choferes de esos camiones-cisterna abren primero la válvula y después parquean. El chorro es grande. Y cuando concluyen de llenar la pipa, dejan abierta la válvula, para que el siguiente vehículo llene.
Puede parecer una nimiedad pero con esas negligencias, durante todo el día, lo que se derrocha es considerable.
¿A quién le duele? ¿No es una desconsideración e insensibilidad con quienes, en la capital, ya se las están viendo difícil con el agua?