Acuse de recibo
Es alto, de piel blanca y ojos claros. Chofer de la ruta 20, en la capital, y el 29 de enero manejaba el ómnibus con el número 5121. Quien lo descubre, Helen Medina (Santa Catalina 465, entre La Rosa y Lombillo, Cerro) no sabe su nombre, pero desea que quien monte en la guagua que él conduce lo identifique.
Helen abordó el ómnibus. Mientras subían, el chofer, con una cordialidad casi anacrónica para cómo se vive, decía con mucha gracia: «Buenas tardes, qué bonitos están todos… Por favor, la alcancía está aquí, quisiera escucharla sonar… Por favor, caminen todos hacia atrás, que todavía quedan personas abajo…».
Ella sostiene que son comunes la grosería y la mala educación. «La forma que tiene ese chofer para con los pasajeros —dice— le alegra el viaje a cualquiera. Las cosas bien hechas también vale la pena destacarlas», concluye.
Susleidy Valdés (calle 1, entre C y Campo, El Vele, Pinar del Río) es una joven limitada física: como consecuencia de un accidente, hubo que amputarle la pierna derecha el 19 de junio de 2007. Estuvo convaleciente hasta el 23 de noviembre de ese año, cuando en el Laboratorio de Ortopedia de Pinar del Río le pusieron una prótesis de adaptación. Pero esta le ha estado afectando, por lo cual debió volver al salón de operaciones en marzo de 2008.
Recuperada de la intervención, fue a ver al Director del Laboratorio para averiguar sobre la nueva prótesis. La respuesta fue que el centro está cerrado y no hay posibilidad de hacerse la prótesis, sencillamente.
La joven cuenta que, con un hijo de ocho meses, no lo puede cargar, pues tiene que andar con muletas y depender de su familia para todo. Tampoco puede trabajar y eso la afecta económicamente. «Todavía soy joven, tengo mucho por vivir», manifiesta. Si está cerrado el Laboratorio de Pinar del Río, ¿no puede resolverse en otro? Lo más fácil es decir no. Hay quien tiene amputado a priori el generador de soluciones.
El pasado 6 de febrero reflejé aquí la queja de Roxana Fernández, acerca de unos fraudulentos pomos de refresco Tu Kola que adquirió en un quiosco del Complejo El Recreo, en la capital. Era refresco sin gas, instantáneo y en envase que se veía maltratado, sin fecha de elaboración ni caducidad.
Roxana contaba que llamó por teléfono a la empresa Los Portales, que elabora el producto. Y allí le confirmaron que la ausencia de sello en las tapas, los envases arañados, el mal sabor del refresco y la carencia de nailon retráctil protector en los lotes, son muestras de fraude.
Ahora nos escribe Bárbara Lima, directora de Ventas de Los Portales S.A., quien condena a «las personas inescrupulosas que introducen en el mercado productos bajo nuestra marca, que distan mucho de los verdaderos refrescos que la empresa Los Portales produce y comercializa, los cuales se encuentran certificados por el Instituto de Nutrición e Higiene de los Alimentos del Ministerio de Salud Pública y el Centro Nacional de la Calidad del Ministerio de la Industria Alimentaria».
Afirma que el Tu Kola se produce bajo las mejores prácticas de manufactura y estrictas normas de calidad. Tiene un sello en la tapa con la identificación del turno de trabajo, año de producción, hora de fabricación, día consecutivo del año y fecha de vencimiento. Ello permite realizar el seguimiento del producto hasta su entrega al cliente.
Dice Bárbara que, aunque el título del 7 de febrero «Tu Kola, ¿tu engaño?» sea una técnica para motivar la lectura, puede confundir al lector que no lea la columna hasta el final.
Le agradezco el esclarecimiento, y solo agrego a su preocupación, que es apenas eso: técnica para atrapar al lector, pero en ningún momento alude al fabricante. Quien no la debe no la teme, mucho más cuando, tanto el texto de la columna ese día, como la carta de ella reflejada hoy, dejan claro que el engaño no sale de Los Portales.
A propósito, esperamos respuesta de la entidad a la cual pertenece el complejo El Recreo.