Acuse de recibo
Aunque ya Ómnibus Urbanos de Ciudad de La Habana respondió aquí la queja del lector Evelio González (20-10-2008) acerca del precoz deterioro de las nuevas guaguas que circulan en la capital, hoy traigo la esclarecedora misiva de Tomás García Gutiérrez, inspector general (p.s.r.) del Ministerio del Transporte.
Refiere Tomás que los problemas de maltrato y descuido no se han solucionado, por lo cual orientó al Órgano de Inspección Estatal del MITRANS verificar el asunto en los ómnibus adquiridos en China y Rusia mediante créditos gubernamentales.
Y la revisión hecha a 205 equipos confirma las preocupaciones del lector Evelio: a 20 de estos les faltaban las agarraderas o estaban partidas; a 109 les habían retirado los micrófonos, en tanto que 63 ya no tenían bocinas de audio.
También 45 ómnibus circulaban con luces de salón fundidas y 18 sin los relojes digitales; 55 sin retrovisores exteriores y 31 sin los retrovisores interiores. A 50 les faltaban los indicadores de giro intermitentes, mientras que 44 no tenían luces de posiciones laterales y en 13 la tornillería estaba floja.
Ello denota, en palabras de Tomás, «la débil exigencia administrativa que aún existe en algunas bases de ómnibus».
En cuanto a la otra denuncia de Evelio —la deficiente limpieza interior y exterior de los equipos—, el Inspector General la considera «un problema aún no resuelto, a pesar de las medidas organizativas y los recursos destinados para ello».
Existen más problemas de organización y exigencia, reconoce el Inspector General, que de recursos materiales; pues si bien es cierto que las inversiones para la limpieza exterior no han concluido, «no se justifica que en el interior exista un elevado nivel de suciedad».
Para Tomás, solo la exigencia y el control diario podrán obrar para bien, logrando la disciplina administrativa y tecnológica que se requiere. Para ello, informa, se desarrollan acciones por parte del MITRANS, el Gobierno provincial y la Dirección Provincial de Transporte en la capital: inspecciones integrales a una base por semana, cuyos resultados se discuten con los consejos de dirección de las entidades, presididos por el Inspector General del Transporte. Y del Cuerpo de Inspección Estatal de Ciudad de La Habana se ha destinado un grupo de trabajo para el control operativo en la vía.
Cada viernes en el Gobierno provincial se analiza la transportación de pasajeros en la capital, y se pasa revista a temas como la recaudación, calidad del servicio, estado técnico de los equipos, indisciplinas sociales, recuperación y mantenimiento de las instalaciones y aseguramiento técnico material.
Enfatiza el Inspector General que «las denuncias oportunas, recomendaciones y todo tipo de información que por diferentes vías nos lleguen, siempre tendrán un análisis inmediato y la toma de medidas para la solución de las deficiencias que se señalan, o en menor caso, la explicación convincente de los aspectos que se requieran».
¿No valen los centavos?Guillermo Campins (Moncada 309 A, entre Lora y Villuendas, Palma Soriano, provincia de Santiago de Cuba) se presentó a cumplir un deber ciudadano el 27 de febrero pasado en la Oficina Comercial de la Empresa Eléctrica: pagar el consumo de electricidad correspondiente al mes, ascendente a 38,40 pesos.
Al desembolsar el dinero, Guillermo cubrió la parte del menudo con una moneda de 20 centavos, tres de cinco, y el resto lo completó con cinco «quilos». Y fue cuando la empleada le dijo que ellos no aceptaban centavos. Guillermo le insistió en que esas monedas tienen curso legal en el país, y ella le reiteró que tenían órdenes de no aceptarlas.
No es la primera persona que se queja de esta arbitrariedad. Y uno se pregunta entonces por qué se atribuyen prerrogativas libérrimas ciertas entidades con el sistema monetario de este país. A fin de cuentas, el trabajador que cobra, por ejemplo, una estimulación de 90 pesos con 18 centavos por encima de su salario, inevitablemente tiene que recibir al menos tres quilos. Entonces, ¿qué hace con ellos, si nada ya vale tres centavos?
Vamos a dejarles alguna salida, ¿no?
¿Qué pasa en Bayamo?Cuando tantas insatisfacciones se agolpan en torno a la gastronomía, sobre todo la que opera en pesos sin convertibilidad, uno comparte el asombro y la curiosidad de Maikel Corrales, vecino de José de Jesús Pérez 46, en el municipio granmense de Jiguaní.
Durante diciembre de 2008, y enero y febrero de 2009, Maikel visitó, junto a su esposa y amigos, los restaurantes El Campestre, 1513 y La Bayamesa, de la Ciudad Monumento. Y siempre se sorprende del buen servicio que parece haber llegado allí para quedarse. Algo extraño para la experiencia cotidiana de mostradores, mesas servidas, bares y cantinas.
Todo parece indicar que en Bayamo se está derrumbando el mito de que la calidad y la excelencia vienen vestidos de «verde», de «moneda dura» (aunque, como mito al fin, esconde falacias en más de un sitio donde el «chavito» se diluye en mediocridades).
De sus periplos por restaurantes bayameses, Maikel asegura que «reinan el buen trato desde que usted llega al lugar, la exquisita elaboración de los alimentos y las sugerencias por parte de los camareros».
Este redactor, que tantas veces se ha frustrado por la volatilidad de las excelencias gastronómicas, casi como las débiles fragancias que mueren casi al nacer, no puede menos que compartir el goce de Maikel.
Bien vale la pena estudiar qué sucede en Bayamo, donde no se escapa ni diluye la dignidad de la gastronomía. Hay que ir con lupa y con la mente abierta hasta esa ciudad, para descubrir el secreto de la permanencia. A fin de cuentas, la Ciudad Monumento está en Cuba, bajo las mismas coordenadas y carencias.