Acuse de recibo
Los problemas de vivienda del país, agravados con los daños de tres huracanes, esconden también historias de irresponsabilidad y desatenciones, que nada tienen que ver con recursos y sí con la falta de sensibilidad y conciencia, imperdonables ya a estas alturas.
María Luisa Sánchez (Avenida 251 número 20225, Anafe, Bauta, La Habana) narra que en 2003 se decidió demoler la casa de sus abuelos, donde ella residía, ya en mal estado. Lo hizo la ESI 8 —no se especifica en la carta qué significan esas iniciales—, con autorización del presidente del Gobierno municipal entonces. Les prometieron que la vivienda se construiría en solo tres meses, y debían conseguir donde alojarse. Un vecino les prestó un cuarto, con espacio para una cama personal. Allí quedaron María Luisa y su abuela. Al abuelo, aquejado de cáncer, lo acogieron en casa de un hijo, que tampoco tenía buenas condiciones.
Demoler es más fácil que crear. La casa fue derrumbada, y la brigada comenzó a hacer la zapata de la nueva. Ahí quedó todo... Los abuelos se desgastaron en gestiones infructuosas.
En un despacho solicitado por María Luisa, con el presidente del Gobierno Municipal y el director de Vivienda entonces —efectuado en septiembre del 2006— le aseguraron solución. Todo quedó en palabras; y las palabras se las lleva el viento. El 25 de enero de 2007, el presidente del Gobierno envió un documento a la directora de la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda (UMIV), orientando la ejecución de la casa. Pero «nadie hizo caso», asegura.
En tal incertidumbre, fallecieron los dos abuelos. Quedó María Luisa sola, en el cuarto prestado. Pero no se desplomó aun cuando el 28 de agosto de 2008, el director municipal de Vivienda le dijera que no tenía respuesta para su caso. Se entrevistó el 4 de septiembre de 2008 con la vicepresidenta del Gobierno, quien le orientó que debía vincularse a un centro de trabajo, y prometió darle respuesta el 11 de septiembre. Todavía la está esperando...
Desde el 13 de octubre de 2008 María Luisa labora en el Sectorial de Salud de Bauta. A su vecino, quien sí los ayudó en estos años, ya le hace falta el cuarto prestado. Y ella en la calle, prácticamente.
En el 2009, el director de Vivienda «dice que no sabe nada». La directora de la UMIV dice que no puede darle materiales pues no está en el plan del año; y la funcionaria de Atención a la Población del Poder Popular, que la actual presidenta del Gobierno no puede atenderla: deben ser los directores de la Vivienda y de la UMIV. «¿Cómo quedo yo?», remeda María Luisa al gracioso personaje de Estelvina. Pero nada más ajeno a la risa que su caso.
Gestiones sin techo visibleA Santiago de la Torre (Pasaje Risquet 145 A, reparto Vigía, Santa Clara), hace dos años le asignaron por su zona una rehabilitación de techo. El arquitecto de la comunidad le hizo el plano, y lo entregó a la técnica de la UMIV, quien le hizo el expediente el 24 de septiembre de 2007.
Posteriormente, la técnica de la UMIV que atiende su zona le comunicó que su expediente se había perdido. Santiago esperó a ver si aparecía...
El 2 de abril de 2008 solicitó a la funcionaria de Atención a la Población de la UMIV una entrevista con el director, y aquella, «con cara de pocos amigos», le dijo que eso no llevaba entrevista. «Tienes que seguir esperando», concluyó.
Santiago le hizo caso, y el 20 de junio de 2009 lo citó la técnica para informarle que, después de nueve meses de extravío, su expediente había aparecido. Él se lo comunicó inmediatamente a la de Atención a la Población de la UMIV. Y ella le dijo que cuando entrara el fibrocemento se priorizaría su caso. Palabras que se lleva el viento también: entró el fibro varias veces y nunca lo priorizaron.
El 9 de septiembre de 2008 la casa fue afectada con saña por el huracán Ike. De inmediato lo visitaron del Puesto de Mando, el delegado de la circunscripción y el arquitecto de la comunidad. Le llenaron una planilla.
Al pasar seis meses sin respuesta, fue a la UMIV el 9 de febrero pasado, y solicitó una entrevista con el director. La de Atención a la Población volvió a decirle que no. «Tienes que seguir esperando», le reiteró, pero no precisó hasta cuándo. «Yo sé que otras provincias tuvieron más afectaciones que la mía —sostiene Santiago—, pero mi casa también fue afectada por el mismo huracán».