Acuse de recibo
Esta columna persiste en hacerles la guerra a la chapucería y al descontrol. Y mientras esperamos respuestas puntuales sobre cada episodio revelado aquí, al menos intentamos mover estados de opinión acerca de ese mal que nos agobia, el cual tiene raíces muy profundas.
Víctor Maturell escribe desde Línea 1056, entre 12 y 14, municipio capitalino de Plaza de la Revolución. En su cuadra, revela, se realizan reparaciones a los edificios de viviendas, los cuales presentan deterioro. Hasta ahí todo bien.Bienvenidas por los vecinos son las fuerzas constructoras que acometen tal faena de resurrección. El problema es la calidad de lo que se hace:
«Es un despilfarro de materiales, sentencia Maturell, no porque se desvíen los recursos —algo que ni niego, ni puedo afirmar—, ni porque los trabajos consuman gran cantidad de estos. No, es por la falta de profesionalismo, habilidades y conocimientos básicos de la labor constructiva».
Maturell lo resume así: «Es un desastre, un vertimiento de materiales para cumplir un plan, y dentro de tres meses tendrán que ser reparados, algo que dudo mucho se repita. Quienes conocen de construcción —prosigue— saben que cuando se revienta una pared por la acción corrosiva del óxido sobre el hierro, si vuelves a echar materiales sobre eso, sin realizarle otras acciones, dentro de un mes vuelve a explotar».
Significa que la brigada está realizando reparaciones menores, pero tan menores que, lejos de resolver la difícil situación crearán un problema mayor.
«La mayoría de los vecinos —sostiene— somos trabajadores honestos, y a pesar de nuestra diaria labor nos es imposible sufragar los gastos de la reparación a los precios que tienen esos materiales en las tiendas en divisas. Y la Revolución nos brinda esa posibilidad. No es justo que se boten los materiales que con tanto esfuerzo situó el Estado a nuestra disposición. En estos momentos la pintura disimula en algo el mal trabajo realizado; pero el tiempo, el implacable, demostrará con creces lo planteado en esta misiva».
No le paganLas leyes, normativas, resoluciones y reglamentos que tanto papel gastan y tanto espacio ocupan en las gavetas, se hicieron para hacerlas cumplir en la vida misma, aunque algunos pretendan desconocerlas.
Thyus Ronda Ronda (Avenida 15 número 1503 A, San Miguel de Casanovias, en el municipio habanero de Jaruco) está librando una batalla por que se haga justicia con su calificación profesional.
Él es médico veterinario desde 1977, y adquirió el grado de especialista en Patología en 1983, precisamente en el Centro Nacional de Salud Animal (CENSA), la meca de la investigación en esa disciplina en el país.
El 20 de octubre de 2006 se le entregó dicho título con Folio 18, número 425, del libro correspondiente a la Dirección de Postgrado del Ministerio de Educación Superior, por Resolución 132 del 2004 de esa institución rectora de la enseñanza universitaria en Cuba.
Desde entonces, la Empresa Pecuaria Guaicanamar, de Jaruco, donde laboraba, le comenzó a pagar los correspondientes 80 pesos por encima de su salario. Pero en la Empresa Porcina Habana, donde labora actualmente, le dejaron de pagar los 80 pesos unilateralmente, en agosto de 2008.
Atribulado y confundido, Thyus se presentó el 29 de enero pasado en la Dirección Jurídica del Ministerio de Educación Superior, y allí le ratificaron que la Empresa está obligada a pagarle ese dinero, y con carácter retroactivo.
Sin embargo, le siguen negando el pago. «¿Por qué?, pregunta el especialista. ¿Desconocen la ley? ¿O no la quieren conocer?»
Aprovecho para recordarles a nuestros lectores que las cartas que nos envíen, aun cuando en determinados casos vengan suscritas por un colectivo, deben estar firmadas por alguien en particular que dé la cara, con su correspondiente dirección personal. Alguien que se responsabilice con la misiva y sostenga lo que se escribió, cuando la entidad aludida vaya a investigar los hechos. Gracias.