Acuse de recibo
Las comparaciones son inevitables. Y la que hace Juan Alberto Ribalta, profesor de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, deja mal parado al presente con respecto al pasado.
El profesor reside en Ciclón 517, entre Rodrigo y Serafín Sánchez, reparto Raúl Sancho, en Santa Clara. Cuenta que ya hace unos años, su primera hija nació un jueves, y les dieron el alta, a la pequeña y a la madre, el sábado. Ese mismo día, hicieron la inscripción de la bebita y les dieron un documento, con el cual él pudo ir a la OFICODA, inscribirla en el registro de Consumidores e inmediatamente comprar una cantidad inicial de leche evaporada para su alimentación en caso de que fuera necesario, como finalmente ocurrió.
El pasado 22 de mayo, jueves también, nació su segunda hija. Igualmente, la pequeña y la madre estuvieron de alta el sábado. Pero ahí termina la similitud. Ya el viernes por la noche, en el hospital, le habían comunicado a la madre que la inscripción de nacimiento y la Tarjeta del Menor solo se hacen de lunes a viernes de 8:00 a.m. a 12:00 del día.
La inscripción de nacimiento corre a cargo del Registro Civil y la Tarjeta del Menor es responsabilidad del Carné de Identidad y Registro de Población (CIRP).
El lunes 26 y el martes 27 el padre se vio imposibilitado de faltar a su trabajo. El miércoles 28 se presentó en el Hospital Materno Mariana Grajales a las 9 de la mañana y cuando marcó en la cola, percibió que había molestia en el ambiente: varios padres llevaban más de cuatro días esperando por la Tarjeta del Menor de sus respectivos hijos.
La representante del CIRP, que debía estar allí junto a la del Registro Civil, llevaba 3 o 4 días sin trabajar, sin sustituto alguno. Y había llamado por teléfono para avisar que ese día miércoles sí iba, pero atendería hasta las 10:30 a.m. Finalmente llegó, atendió a unas pocas personas y citó para el viernes 30 de mayo a los restantes.
Iluso de Juan Alberto, que soñó con que todo concluiría. El 30 llegó y allí estaban expectantes y molestas las personas: la representante del CIRP no había llegado. Había dejado dicho que estaba en un seminario, y le encargó a la del Registro Civil las Tarjetas del Menor confeccionadas, correspondientes a los niños nacidos el 19 de mayo.
Ya harto, Juan Alberto fue a quejarse a la unidad 1 del CIRP, y cuando llegó a las 9 y 30 de la mañana, estaban cerrando el establecimiento, pues a esa hora no atendían. Al fijarse en los horarios de servicio, pudo comprobar que los lunes y miércoles tienen un horario, los martes y jueves otro, el viernes es diferente, y el sábado distinto también.
«Es increíble que esos niños y niñas acaben de venir al mundo y ya comiencen a ser maltratados», decía el padre el 2 de junio, cuando escribió. Enumeraba las consecuencias: había dejado de laborar dos días sin resolver. Tendría que seguir ausentándose de su trabajo. Y lo peor: no había podido inscribir a la nena en la libreta de abastecimiento, y por ende, tampoco podía adquirir la leche evaporada. Su esposa no tenía la suficiente leche materna como para satisfacer a la bebita, y tuvo que salir a la calle a pedir prestada la leche evaporada.
«Es una falta de respeto, sentencia. A la empleada le puede suceder cualquier problema, pero es responsabilidad de la administración actuar para que no se deje de atender a la población. Es un problema de dirección fundamentalmente. Nadie en este mundo es imprescindible ni creo que ese trabajo sea el más complejo del mundo para que solo una persona pueda hacerlo. Los cementerios están llenos de personas imprescindibles, decía mi abuela», concluye Juan Alberto.