Acuse de recibo
Esta es una historia rara, difícil de entender con el prisma de la lógica más estricta. Esta es una historia de esas que revelan lo más enrevesado. Esta es la historia de Oraima Domínguez Castillo, trabajadora del Aeropuerto Internacional Juan Gualberto Gómez, de Varadero, en la provincia de Matanzas.
Cuenta Oraima que a ella y otros compañeros les fue otorgada en 2006 la posibilidad de construir sus viviendas. La empresa puso todo su esfuerzo y los liberó de sus puestos para que el propósito se cumpliera. No faltaron escollos, dificultades para que aparecieran los materiales de construcción, pero poco a poco han salido adelante, y necesitan el servicio eléctrico para las facilidades temporales de la obra.
El problema es que desde marzo de 2007 están presentando problemas con la Empresa Eléctrica en Varadero, por las facilidades de servicio que debe crear esa entidad. A finales de marzo de 2007, la jefa de la obra, el subdirector de Aeródromos e Inversiones del aeropuerto y Oraima se personaron en la Empresa Eléctrica, y quien les atendió les manifestó que «no era interés suyo brindar ese servicio, pues lo único que le interesaba era la sustitución de la línea de bajo voltaje», que era lo que le chequeaban.
Refiere Oraima que, después de explicarle que únicamente la empresa suya podía brindar ese servicio, y conversar bastante, le dieron su apoyo como vecinos para realizar el trabajo. Entonces, le plantearon que abrieran los huecos para los postes y llamaran en abril, con el fin de incluirlos en el plan de trabajos para mayo.
Los vecinos llamaron para recordar que los incluyeran en el programa. Desde entonces, el director y el subdirector del aeropuerto se personaron en la Empresa Eléctrica, pero nada se resolvía. «En febrero de 2008 —señala—, por cansancio vino el jefe de Producción y nos dijo que los huecos que nos indicaron abrir, no eran necesarios, que abriéramos otro para colocarnos un poste con un transformador. Que en 15 días ellos volvían».
Pero Oraima y sus compañeros se han cansado de esperar y ya no saben a quién acudir para que se les brinde el servicio eléctrico en una obra donde almacenan materiales de construcción muy tentadores.
La segunda carta la envía Arley Ramírez Abreu, desde el batey de la granja que antes fuera el complejo agroindustrial o central azucarero Mariana Grajales, en Cifuentes, provincia de Villa Clara.
Refiere Arley que ese central fue desactivado con la restructuración azucarera, por lo cual muchos servicios a la población que antes aseguraba el MINAZ pasaron al Poder Popular.
Pero desde entonces, según Arlet, el batey está bastante desatendido. Hay salideros de agua. La Granja dice que la responsabilidad es de Acueducto y esta empresa alega que es de la Granja. Las vías están destruidas. Cuando llega la noche, el batey se envuelve totalmente en la oscuridad, pues solo quedan tres farolas encendidas y no hay quien responda por las que se fundieron. El ómnibus de Cifuentes a Mariana Grajales brinda dos viajes por semana, y en ocasiones ni eso se cumple. Los puentes de las tres entradas del batey están en peligro de derrumbe.
El estadio de béisbol de la comunidad, célebre por su actividad incesante, incluso en lides importantes, se está destruyendo poco a poco en la inactividad. Y el de fútbol nunca se terminó.
Aun así, Arlet reconoce que se creó un minipoliclínico, pero trabaja con algunas limitaciones, pues le faltan los equipos de fisioterapia y no cuenta con dirección administrativa.
Esas inquietudes se han planteado en las asambleas de rendición de cuentas, en el Consejo Popular, y son de conocimiento del Gobierno municipal. Pero nada se ha resuelto y los pobladores del batey del antiguo central extrañan los días en que el MINAZ era el ombligo de esa comunidad. Aunque les dijeron que el cese de la producción azucarera, por fundamentadas razones económicas del país, no iba a dejar a la comunidad abandonada, ellos sienten que con la molienda se fueron muchas garantías para la vida en el batey.