Acuse de recibo
Con solo 19 años, Vladimir Aguilera López me transmite en su carta su seria preocupación por lo que considera «un crimen contra nuestra madre Naturaleza, un crimen en un paraíso que pronto dejará de serlo, si no hacemos algo: la playa de Santa María del Mar, al este de la capital».
Vladimir, quien vive en calle 19, apartamento 1, entre 12 y 14, Vedado, municipio capitalino de Plaza de la Revolución, refiere que, de visita en estos días por esa playa, «me conmovió de tristeza y de dolor el desastre que existe en dicho lugar. Los desechos se apoderan del espacio: latas, nailon, restos de comida... de todo lo que se pueda imaginar».
Señala el joven que «se ha perdido la noción del cuidado y el respeto a la naturaleza y a nosotros mismos. Me pregunto quién tiene la culpa. Creo que todos por igual, pero la ley debe hacerse sentir sobre tantos irresponsables. Hay que luchar por nuestro paraíso, por nuestros hijos, por nosotros mismos».
Este redactor se suma a la seria inquietud de Vladimir. No es solo en Santa María del Mar. En cualquier playa del país, incluyendo a la señera de Varadero, la agresión medioambiental anda al pairo; al igual que en bahías, costas en general y ríos.
Padezco la misma incertidumbre que Vladimir, porque en innumerables ocasiones, en esta columna y en otros espacios de Juventud Rebelde, he condenado la impunidad con que se agrede y enturbia nuestro litoral, sin que se haga sentir el peso de la autoridad. Esperemos que algo suceda, y se vindiquen definitivamente nuestras costas, por sobre el vandalismo de los insensibles y despreocupados.
La segunda misiva la envía Guillermo Cruz, desde calle Primera número 5, en el reparto Hermanos Cruz de la ciudad de Pinar del Río. Y tiene que ver con el comején de la indolencia.
Cuenta Guillermo que su mamá vive en ese mismo reparto, en la calle 67, número 4, y desde hace más de cuatro años frente a su casa existe un poste del tendido eléctrico que sirve de sostén de los cables de bajante de varias viviendas. Dicho poste lo atacó el comején, y se encuentra podrido totalmente. Y para colmo, el susodicho insecto se ha trasladado para la casa de su mamá y ha hecho de las suyas.
Hace aproximadamente un año, y después de múltiples gestiones en la Organización Básica Eléctrica (OBE), esa entidad llevó al barrio varios postes nuevos para sustituir los afectados, y contrató a personas para que abrieran los hoyos, con vista a colocarlos.
Los vecinos vieron llegar la solución, pues anteriormente siempre se aludía a problemas de recursos como una limitante, además de que otros sitios, por afectaciones de ciclones, tenían prioridad. Pero presagiaban que a consecuencia del comején, el dichoso poste iba a desplomarse y provocar un accidente.
En pocos días situaron los nuevos postes al lado de los viejos, y se marcharon hasta hoy. Lo preocupante es que los nuevos postes están junto a los podridos de comején.
La tercera carta la envía Víctor Quintero, desde Monte 427, entre Ángeles y Águila, en La Habana Vieja. Es que al lado de su edificio hay un poste de electricidad que hace unos días se inclinó hacia delante, porque se partió una de las piezas de metal que lo sostiene.
«¿Se imaginan lo que sucedería si el poste se cae, sabiendo que los cables que lo enlazan con los demás postes son de alta tensión?», pregunta.
Los vecinos reportaron la situación a la OBE, y hasta el pasado 2 de junio la respuesta dada es que ya estaba reportado el incidente, y que la brigada de mantenimiento municipal es la encargada de reparar la avería.
Víctor no comprende cómo una alerta de peligro tan inminente pueda ser atendida con tanta paciencia. Y llega a señalar el término indolencia, cuando las horas cuentan y deciden.
«¿Hasta cuándo habrá que soportar estas situaciones sin que pase nada? ¿Acaso habrá que esperar que ocurra lo peor para que solucionen tal problema?”, pregunta.