Acuse de recibo
¿Acaso Cueto no forma parte de Cuba?, pregunta en su carta Carlos M. Tamayo Zaldívar, vecino de Frank País número 17, entre Céspedes y 9 de Abril, en esa localidad holguinera.
Hay sequedad en la misiva de Carlos, cuando señala que la comidilla de los habitantes de Cueto es la ausencia del agua. Él, que tiene 34 años, asegura que desde que tiene uso de razón ese ha sido el tema permanente.
«¿Por qué si estamos rodeados de presas y micropresas con excelente calidad (Nipe, Sabanilla, Sojo Represa) no llega el agua a la población?», cuestiona el lector. E insiste: «Sabemos que las redes de distribución están muy deterioradas, pero, ¿hasta cuándo tendremos que seguir esperando?».
Carlos asegura que se está perdiendo la idiosincrasia que ha caracterizado a los cuetenses, pues ese es un pueblo netamente agrícola, y es contradictorio que exista tanta escasez de productos del agro.
Y refiere que en cuanto a sectores clave como el comercio, la gastronomía, la cultura y el transporte, los servicios son bastante deficitarios. Carlos se pregunta si las soluciones están más arriba o allí, y alerta que ese es el sentir de muchos pobladores allí.
La segunda carta la envía Arturo Rodríguez Cabrera, de calle A número 303, entre Tercera y Quinta, en Miramar, municipio de Playa.
El remitente señala la incertidumbre en que están sumidas muchas familias que en los años 90 adquirieron, por diversas vías, los excelentes televisores ATEC-Panda de 21 pulgadas. Resulta que el mando de ese telerreceptor dejó de funcionarle a Arturo, como a muchos otros ciudadanos. Y él ha querido adquirirlo en las tiendas, pero los escasos que se ofertan, «vuelan» prácticamente.
«En el taller de reparaciones no tienen para sustituir —precisa—. Me han traído un mando universal, pero no es compatible. ¿Qué hacemos, pues no deben operarse por los botones, según el manual? Hace falta saber la vía para que COPEXTEL nos venda el mando», concluye.
Aun cuando hemos recibido explicaciones y esclarecimientos anteriores, lo cierto es que el calzado ortopédico continúa siendo un grave problema, en torno al cual pululan las insatisfacciones.
De este agónico asunto me escribe Gladys Menéndez Zequeira, desde calle 101 número 12423, apartamento 23, entre 124 y 126, en El Palmar, municipio capitalino de Marianao.
«En mi caso especial, por tener una malformación congénita en los pies —señala—, uso botas ortopédicas a la medida. Antes me las hacían en La Sortija, en Monte, y tocaban una vez al año... Hoy no es así: dan unos turnos de Cuba-RDA. Te avisan para la toma de medidas, pero no hay fecha exacta. No hay garantía de tener unos al año».
Asegura Gladys que el pasado año no pudo mandarse a hacer el par requerido, y ahora tiene turno de espera. Pero hasta la fecha no la han llamado.
«El caso es grave —sostiene—; esos zapatos para mí significan poder caminar, pues yo no puedo usar nada más. A ello se suma que trabajo y tengo que caminar bastante, y la mayor parte del tiempo no hay material para arreglarlos».
Gladys se muestra muy dolida cuando afirma: «En verdad no sé qué voy a hacer. Llamo bastante seguido a la peletería, para ver si puedo, aunque sea, mandarlos a hacer para tener esperanza de adquirirlos este año. Pero cada vez los veo más lejos, y los que tengo se me deterioran más y más».
Es evidente que el país tiene que tomar decisiones urgentes acerca de algo tan serio y sensible como el calzado ortopédico. Soluciones definitivas, porque esos pacientes ni siquiera pueden ilusionarse como otro ciudadano cualquiera, ahorrando para adquirir un par de zapatos, ya de por sí bastante caros, en la tienda en CUC o en los mercados de artesanos.