Acuse de recibo
Si no se pone orden y rigor, cada quien hará lo que le parece en el trazado de ciudades y pueblos. Y la indisciplina nos irá minando. Por eso es aleccionador que la Micro Social de Ciudad de La Habana responda con medidas concretas a la denuncia del lector Pedro A. Vives, reflejada aquí el pasado 24 de abril.
Vives, quien reside en calle 39 número 277, en Nuevo Vedado, municipio capitalino de Plaza de la Revolución, señalaba entonces que el pasado 16 de abril, a las 6 y 10 p.m., un camión con matrícula HUR697, de la Micro Social de ese territorio, descargó gran volumen de escombros en un colector de basura. Los vecinos le llamaron la atención a los tripulantes, y aun así, vertieron su carga, al punto de que después los del barrio no tenían donde depositar sus desechos.
Al respecto, responde Manuel Burón, director provincial de la Micro Social, que la directora de esa entidad en el municipio realizó un análisis de lo sucedido, y aplicó al chofer del vehículo la sanción de traslado temporal a otra plaza de menor remuneración por un período de seis meses.
La medida está fundamentada «por ser el responsable de transgredir normativas urbanas, pues es de conocimiento de todos los choferes y trabajadores que los escombros que se generan en las obras, deben ser depositados en el vertedero de la calle 100».
Sí insiste Burón en que no se fue más severo con el comisor «por la trayectoria de ese trabajador, por nunca haber sido sancionado, y por haber reconocido su error de forma inmediata».
Si en todas partes se reaccionara con ese espíritu, otro gallo cantaría para bien de los cubanos.
La segunda misiva es también una respuesta, y la envía Osvaldo Encarnación Santovenia, vicepresidente de producción de Tabacuba, a raíz de la queja de la habanera Xiomara Delgado, reflejada en esta columna el pasado 18 de marzo.
Xiomara, una inveterada fumadora de Santos Suárez, se lamentaba de la pésima factura que viene comprobando en algunas cajas de cigarros Criollos, los cuales, supuestamente, representaron un salto de calidad en el mercado. Y señalaba a una fábrica de Ranchuelo, en Villa Clara, como la responsable de aquellos engendros que le recordaron los tristemente célebres «Tupamaros», aquella falsificación con nombre guerrillero.
Al respecto, precisa Encarnación que la mencionada fábrica Ramiro Lavandero, produce mayoritariamente los cigarrillos Titanes, que se ofertan de manera normada. Solo se produce en el año un diez por ciento del plan de la marca Criollos, que en lo fundamental no va a la capital.
Ratifica el funcionario que «es muy cierto que el cigarrillo Criollos que produce Holguín es muy superior al de Villa Clara, ya que esa fábrica fue sometida a una costosa inversión, con máquinas que producen con una alta calidad. La maquinaria de la fábrica de Villa Clara es de 1920, y con un gran esfuerzo sus trabajadores y aniristas la mantienen produciendo».
Asegura Encarnación que «el grupo Tabacuba está analizando la posibilidad de ir paulatinamente mejorando la maquinaria, lo cual permitiría mantener los ritmos productivos alcanzados, y mejorar la calidad de los cigarrillos».
En cuanto a la producción de Criollos, refiere que aun cuando está planificado el diez por ciento, la fábrica villaclareña trabaja dicha marca cuando, por fuerza mayor, a la de Holguín se le presentan dificultades en el cumplimiento del plan, y se corre el riesgo de desabastecer el mercado.
Finalmente, manifiesta que «el Grupo Tabacuba seguirá trabajando por lograr mejorar la calidad de nuestros cigarrillos, para satisfacer las demandas de la población».
Ojalá que lo logren, porque el asunto no es solo abastecer al mercado, sino hacerlo con excelencia. Cada vez que se cuela una chapucería en un lote, lo paga después el prestigio de la marca, que se resiente en los labios de los fumadores.