Acuse de recibo
No tendrá jamás justificación alguna que, sobre todo al contraer nupcias, una pareja se vea impedida de disfrutar su luna de miel en un hotel. Por eso suscribo la carta de Deisy Fernández Álvarez, vecina de calle 21 número 464, entre E y F, Vedado, La Habana. La remitente relata que el 15 de agosto de 2007 se casó en el Palacio de los Novios de Galiano y San Rafael, en la capital, y no pudo entonces reservar para un hotel pues, «según me explicaron allí, ya las reservaciones estaban dadas hasta el mes de diciembre». Deisy no quedó satisfecha con esa respuesta, y se pregunta cómo es posible que sucedan tales desatinos. «No pudimos ir a ningún lado, y uno no se casa todos los días», señala con todo fundamento esta mujer que ha sentido en carne propia un verdadero eclipse de luna... de miel.
Hicieron lo posible y lo imposible: Lino Esmérido López me escribe agradecido desde el Edificio A-16, apartamento 1, en el centro urbano Antonio Maceo de la ciudad de Santiago de Cuba. Relata que su madre estuvo hospitalizada durante tres meses en el Hospital General Docente Guillermo Domínguez, del municipio tunero de Puerto Padre. Durante todo ese lapso fue atendida en la sala de cuidados intensivos, y aunque falleció el pasado 8 de marzo, la familia supo palpar la humanísima y esmerada atención que recibió la señora. Aparte de todo el tratamiento, dicho colectivo les brindó a los familiares un tremendo apoyo sentimental. Y eso es muy grande. Eso se agradece toda la vida.
¿Consultorio de qué consulta?: Santiago Morales vive en calle 26 número 311, apartamento 2, entre 21 y 23, en el Vedado capitalino. Y cuando se asoma por la ventana del cuarto, presencia con tristeza la imagen del desastre: ya el consultorio lleva cerrado casi un año por mal estado de sus ventanas, que están casi todas podridas y arrancadas, sin que nada se haga por rescatarlo. Un día fueron del Policlínico de 15 y 18 con una carretilla y se llevaron las vitrinas y los muebles, y lo volvieron a cerrar. ¿A cerrar para qué, si ahí entra cualquiera? Ahora se complica más el asunto: como la instalación está abandonada, hace ya varias semanas que dentro de la misma irrumpió un derrame de aguas albañales, que corre por la calle 26 abajo. ¿Qué habrá que esperar? ¿A quién hay que consultar para salvar el consultorio?
No, no y no: Kolia Velázquez sueña con ser salvavidas, allá en Ángel Ameijeiras 69, en Puerto Padre, provincia de Las Tunas. En el Servicio Militar, el joven se formó como buzo de rescate, y se adiestró en los primeros auxilios de reanimación. Hace unos dos meses el muchacho decidió optar por una plaza de salvavidas y se dirigió a la Dirección Municipal de Salud de Puerto Padre, pues se considera apto para ese noble oficio, a más de su gusto por el mismo. Llevó un aval de su desempeño como buzo de rescate durante el Servicio Militar. Y allí le negaron la posibilidad porque no tenía el título de la Escuela de Salvavidas. Le argumentaron que el aval que presentó era válido. Luego se entrevistó con el jefe de Seguridad Acuática en la provincia, y, sin embargo, este quedó convencido de que estaba apto para tal desempeño, a más de que encontró válido el aval de la unidad. Aun así, le dio un documento con su firma y cuño de la entidad, en el cual avalaba que el joven podía desempeñar la plaza. Pero en Salud Pública le manifestaron que el documento no era válido, y además que, aunque tenía cuño y firma, el mismo estaba hecho a mano. Al siguiente día, Kolia conversó con los salvavidas que ya tienen plaza segura, y estos le dijeron que a ninguno de ellos les exigieron título ni han pasado escuela alguna. Persistente, Kolia se presentó a una convocatoria para salvavidas de la base de campismo La Aguada, y tuvo que retornar a la Dirección de Salud. Y la respuesta fue la misma. El joven considera que se ha sido arbitrario. No se le quiere como salvavidas y punto. Y se pregunta si las oportunidades, los requisitos y los derechos no son para todos por igual. Al menos eso es lo que siempre le han enseñado.