Acuse de recibo
El país estimula en cada territorio la producción local de leche, con métodos directos, de manera que se reduzca el fardo financiero que representa para nuestra economía la importación de ese alimento.
Eso está muy bien, si valoramos que por el consumo normado, el Estado tiene el deber de garantizarle ese alimento, a precios irrisorios y subsidiados, a cada niño cubano menor de siete años, y a personas con dietas médicas. En tal sentido se ha elevado el precio de acopio de la leche, para estimular la producción de los campesinos locales.
Si, todo eso está muy bien, siempre que no se confundan los buenos deseos con las realidades, y se esté dando por sentado lo que no es así; como sucede hoy en el municipio holguinero de Cacocum, de acuerdo con sendas cartas que me envían dos madres de ese territorio.
Neivis Quevedo reside en calle Final, número 23, en el reparto El Elevado de esa localidad. Y cuenta que el municipio se declaró «libre de leche en polvo» (importada), e informó que cumplía con la orientación, acopiando y comprándole la leche a los campesinos. Pero lo que viven los pobladores lo contradice.
Cuenta Neivis que en su bodega la leche fresca de vaca que llega no sa-tisface la cantidad de niños y de dietas que están censados, «por lo cual nos vemos en la necesidad de pasarnos hasta tres y cuatro días esperando a que entonces hagan la gestión de conseguir la leche en polvo».
El déficit es constante, subraya. Se resuelve con leche en polvo, pero luego vuelve a faltar a los dos o tres días. Y así, una agonía: «El administrador hace lo que puede, pero no está en sus manos, sino en los superiores, que informaron algo que era incierto, porque así están unas cuantas bodegas del municipio: buscan un poquito de leche en polvo, pagan la que deben, y al otro día de nuevo es el mismo cuento de nunca acabar. Es algo muy delicado: se trata del primer alimento de un niño», sentencia ella.
Carmen Tejeda, de La Agraria, en ese territorio, corrobora esas realidades, y manifiesta con pesar: «Imagínese que yo le dijera, cuando mi niña me pide la leche, que debe esperar hasta mañana a ver si la gestionan».
Urge solucionar la situación de Cacocum, y revisar en dónde más puede estar registrándose tal fenómeno. La pena es que una medida tan racional y descentralizadora, se haya instrumentado a ultranza por cumplir una orientación, sin tener en cuenta si se han creado las condiciones para la misma. Sería salir de la burocracia para volver a ella. Esta queja no se responde solo con esclarecimientos, sino con leche puntual y oportuna.
La segunda misiva proviene también de la provincia de Holguín, específicamente de calle Cuarta número 9, El Polo, en el municipio de Frank País; y la envía Alberto Terrero, un hombre muy agradecido por el milagro que obró en su vida, al punto de que tiene dos fechas de nacimiento: la natural, el 8 de enero de 1949; y la salvadora: el 8 de mayo de 2005.
Ese último día, Polo cayó de una altura de 3,5 metros; y urgentemente recibió los primeros auxilios en el Hospital Municipal de Frank País. Le remitieron al hospital Juan Paz Camejo, de Sagua de Tánamo, donde fue atendido durante siete días. De allí le remitieron al Hospital Lenin, de la ciudad de Holguín, donde se debatió durante 15 días entre la vida y la muerte. Allí le hicieron una compleja intervención quirúrgica, una laminectomía descompresiva con injerto óseo a nivel cervical. Y luego, hubo una segunda operación en el clínico quirúrgico Lucía Íñiguez, de esa ciudad.
Alberto permaneció en una silla de ruedas durante siete meses. Y el amor y la profesionalidad de tantas personas mencionadas por él, que no caben en esta columna, hicieron que asumiera después dos bastones, hasta hoy, que camina libremente con uno solo por las calles de Frank País. Cada paso que da es de gratitud a tantos... Él bien sabe dónde radica el milagro del «Levántate y anda».