Acuse de recibo
De vez en cuando, esta columna viaja por el paisaje insular y recala en los pequeños poblados, bateyes y caseríos que están alejados de las ciudades.
Por eso, desde nuestra mesa de trabajo nos ponemos en el lugar y en la soledad de Ana Cristina Perera y otros habitantes del batey La Elvira, a cinco kilómetros de la localidad General Carrillo, en la provincia de Villa Clara.
El único medio de traslación de los habitantes de La Elvira es el tren Santa Clara-Nuevitas, que debe pasar en días alternos, pero la mayoría de las veces se encuentra anulado «por equis razones». La otra alternativa es en bicicleta o a lomo de caballo, cuando no ha llovido.
La incomunicación se hace más severa por el hecho de que La Elvira carece de servicios telefónicos, a pesar de que allí residen más de mil habitantes. Ni siquiera hay un solo teléfono público, a pesar de tantas gestiones que han hecho sus pobladores.
Aunque viva bastante desconectada del resto del país, Ana Cristina es una mujer que piensa y analiza, como cualquier poblador del más perdido rincón de Cuba. Ella valora altamente el gran esfuerzo que supone el programa de inversiones telefónicas del país, pero mientras este no toque a las puertas de su comunidad, será eso: un lejano programa.
Desde Lidia Doce 31, en el poblado matancero de Itabo, me escribe también Luis Yandi. Él esgrime las estadísticas: Itabo tiene poco más de 3 000 habitantes, y, sin embargo, posee cuatro centros agentes de telefonía, los cuales siempre están saturados. Y después de las 8:00 de la noche, es imposible establecer comunicación allí.
Luis considera que podrían instalarse teléfonos públicos. Y en cuanto a los residenciales o particulares, refiere que a mediados de 2006 les fueron asignados a las diferentes circunscripciones. Pero, en octubre pasado, cuando él escribió, apenas se había instalado la línea central.
A ello se suma que el poblado tiene aún acueducto.
Me escribe también Héctor Quintero, no el dramaturgo, sino el poblador de Las Marías, una localidad que está en la Carretera de Cidra, kilómetro 6, en el municipio matancero de Limonar. Y refiere el drama que tienen los vecinos de esa comunidad con el fluido eléctrico.
El problema es que en agosto de 2006, y como parte de los Programas de la Revolución Energética, se renovó el tendido eléctrico. Pero no se hicieron bien las cosas: no se terminó el trabajo, y en un tramo de 300 metros dejaron postes viejos y en mal estado, que no tienen la altura requerida, cables empatados y en muy mal estado.
Como consecuencia de lo que él denomina «una chapucería», el voltaje sube o baja allí de forma considerable, con las consiguientes secuelas para los equipos eléctricos en las viviendas.
Héctor viene haciendo gestiones desde entonces: fue a la Empresa Eléctrica provincial y lo remitieron a la municipal. Hasta esta última fue, y no le dieron respuesta. En octubre de 2006 habló por teléfono con el Gobierno de Limonar. Sin respuesta. En febrero de 2007 volvió a comunicarse con esa instancia. Sin respuesta. En agosto de 2007 se dirigió a quien atiende a la población en el Gobierno municipal. Sin respuesta.
Ahora en noviembre, a raíz de estar sin servicio eléctrico durante ocho días, acudió a la Empresa Eléctrica provincial. Sin respuesta. Todos sin respuesta.
«Después de tanto peloteo, ¿quién dará una solución al problema?», inquiere Héctor. Espero que esta vez sí haya respuesta.