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Elogio y queja al portador

Antonio Lemus Nicolau me escribe desde la hermosa ciudad de Gibara, en Holguín, para solicitarme que haga un alto en las críticas, y repare en la atmósfera de disciplina, trabajo y decencia que se percibe cuando uno entra a una agencia bancaria cualquiera.

Coincido con él, porque más de una vez he notado, en esos bancos abrumados de operaciones y transacciones monetarias y financieras, una disciplina que inspira respeto. Y por contraste me pregunto por qué esa dignidad y probidad profesional se han perdido en la «rebambaramba» de relajados centros que ofrecen otros servicios.

Agudo observador, Lemus señala que cuando se traspasa el umbral de una agencia bancaria lo que se observa es: «toda la empleomanía en su puesto de trabajo, como verdaderas hormiguitas laboriosas, silencio en el local, los escritorios ocupados, nadie chachareando. Diligencia al ciento por ciento».

Comulgo con Lemus cuando asevera que en los bancos se aprecia un «algo» que los distingue. Y, como dice él, podría explicarse cómodamente el fenómeno en el hecho de que allí se trabaja todo el tiempo con dinero, y una distracción o un desaguisado tienen consecuencias fatales. Pero, como bien él mismo se responde, en otros sitios también se manejan recursos y no se logra enraizar esa disciplina que se expresa hasta en los modales de muchos bancarios. ¿Rigor? ¿Exigencia? ¿Tradición que ha resistido todas las embestidas del relajo y la indisciplina social que nos ha estremecido en estos años?...

Ojalá que las instituciones bancarias no extravíen esas virtudes en uno de esos «bancos de problemas» que luego hay que investigar y tratar de resolver, cuando ya todo está resquebrajado, hasta las bóvedas de la conciencia y el respeto.

Pero aun así, se generan problemas también en los servicios bancarios, como el que sufre Elena Rosales, vecina de calle 8 número 609, apartamento 1, entre 25 y 27, en el Vedado, en la capital.

Cuenta Elena que el 19 de julio de 2001 abrió la cuenta bancaria 19214, a plazo fijo en moneda nacional, por valor de 2 000 pesos, en la agencia bancaria 2472, sita en calle 23 esquina a Montero Sánchez, en el Vedado.

Y transcurridos los tres primeros años de formación de fondos, ella se personó varios días después del 19 de julio de 2004 a cobrar sus intereses. Se le informó entonces que por no ser el día exacto del cumplimiento del plazo de los tres años no le abonarían los intereses, pero que los podría cobrar al término de los tres años siguientes, al solicitar ella la prórroga de tres años más de dicha cuenta.

Y dejó pasar el nuevo plazo. El 19 de julio de 2007 para apercibir los intereses acumulados de los seis años transcurridos. Y para sorpresa suya, le comunicaron que solamente le correspondían los intereses de los últimos tres años, pues ella ya había cobrado los correspondientes al período julio 2001-julio 2004.

Elena tuvo que acopiar paciencia para aclarar que nunca había recibido ese dinero. Y entonces solicitó la constancia documental de esa operación, y fue cuando le manifestaron que la computadora contentiva de tales datos estaba averiada. Tan pronto se arreglara, se solucionaría todo.

Transcurrido más de un mes, y luego de varias llamadas de la clienta, al fin le informaron que la máquina estaba arreglada. Se dirigió a la agencia... y le volvieron a decir que ya ella había cobrado esos intereses. Pero como Elena necesitaba su dinero en ese momento, optó por recibir el correspondiente a los intereses de los tres últimos años, y dejó pendiente de esclarecimiento los del primer período.

Ese día, 21 de septiembre pasado, le aseguraron que tenían que buscar en sus archivos el vale que, según el Banco, ella firmó al recibir el dinero. Y ante tanta obcecación, Elena se mantuvo en sus 13: «no firmé y no cobré».

«Lo cierto —señala con acritud y con toda la razón— es que 87 días después de mi primera visita al Banco sigo sin resolver la situación: no me presentan el vale probatorio. ¿Hasta cuándo tengo que esperar por el mismo, que nunca firmé? ¿Es lógico que una agencia bancaria, que se supone sea la custodia idónea de los ahorros de una trabajadora en nuestro país, tenga el derecho de no pagarme los intereses que gané?».

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