Acuse de recibo
Hay respuestas a esta sección que lo dejan a uno boquiabierto. Tal pareciera que quienes las redactan desconocen que un funcionario debe esclarecer a fondo las inquietudes del ciudadano demandante, cuando es emplazado por una crítica ante la opinión pública.
Ese es el caso de la carta enviada por el arquitecto Archy Felipe Lam Ayala, director provincial de la Vivienda de Holguín, en respuesta a la queja de Yolanda González Laffita, reflejada en esta columna el 5 de diciembre de 2006.
Yolanda, quien reside en carretera a Gibara número 55-A, Floro Pérez, municipio holguinero de Gibara, denunciaba entonces que en marzo de 2006 las autoridades locales decidieron demoler el inmueble colindante con su vivienda, para construir una terminal de ómnibus. Y le comunicaron a la familia vecina que debía albergarse provisionalmente, mientras se hicieran los trabajos.
Ambas edificaciones compartían un techo a dos aguas. Demolieron en dos semanas la edificación contigua, tumbaron la pared común, sostuvieron con vigas el techo. A inicios de abril dieron por terminados los trabajos y dejaron la tragedia: una pared de bloques que no coincidía con el techo. Un gran boquete en el techo por donde entra el agua cada vez que llueve. Agua y humedad que fueron desconchando paredes, desprendiendo la pintura, pudriendo puertas, ventanas y vigas. Se deformó el piso. La fachada abombada y partida. El techo filtrándose por varios sitios.
Yolanda lo calificaba como una verdadera «irresponsabilidad». Se quejó a las autoridades locales y le prometieron que la obra se concluiría. Pero pasaba el tiempo, funcionarios iban una y otra vez por allí, se desaparecieron los planos de la reconstrucción, el expediente y otros documentos. Promesas y promesas. En julio de 2006 le dijeron que cuando se terminaran las obras de ese mes lo asumirían. En agosto, que había otras por terminar en la cabecera municipal, y ya en septiembre se ocuparían. Dilaciones, promesas y dilaciones, y esa familia reclamando, viviendo a medias, una parte albergada y otra en un reducto de la casa, sufriendo por aquella gran chapucería.
Al respecto, nos escribió el director provincial de Vivienda. Y si bien especifica que es una «respuesta parcial» y que «al caso se le dará seguimiento hasta su solución final, de cuyo resultado le informaremos»; no es menos cierto que su carta apenas aclara que se personaron allí, y pudieron constatar «que ya los recursos necesarios para acometer esa obra están en el lugar, así como una brigada de la ECOA 19 del territorio».
Lamentablemente una historia tan tremebunda no puede concluirse con el nimio aviso de que se va a asumir lo que debía haberse hecho mucho antes, y con calidad. Tantas personas que leyeron la queja antecedente, y especialmente Yolanda, tienen derecho a preguntarse por qué se ejecutaron tan erróneamente, hasta el desastre, esos trabajos, al punto de afectar a una familia en su propia morada ¿Quién supervisaba aquel desastre? ¿Qué medidas se tomaron con los responsables de tal chapucería?
A propósito, volvió a escribirnos Yolanda, para narrarnos que a raíz de publicarse su queja, «se armó un gran alboroto. Vinieron compañeros del Gobierno local, el municipio y la provincia, que diez meses después, supuestamente, se acababan de enterar de mi problema. Todos los días llegaba una comisión nueva, a la que había que contarle la misma historia. Hubo hasta quien nos dijo en tono de regaño que por qué había escrito al periódico y no los habíamos contactado a ellos. ¿A quién más teníamos que contactar, si acudimos a las máximas autoridades del municipio y no hubo respuesta?».
Relata Yolanda que comenzaron los trabajos. Y estos constructores laboran con calidad. Pero todo va lento, pues cada día aparecen nuevos problemas: un equipo, materiales y recursos que faltan, que se destinan a otras obras «de interés social». Y Yolanda concluye: «¿Será que no les interesamos?».
Esperemos que, si esta vez la fuerza constructora trabaja con rigor y esmero, como dice Yolanda, las autoridades respectivas desagravien con el apoyo necesario dicha obra, y cumplan con una familia que ha sido sumamente dañada y burlada. Hay que reconstruir la confianza demolida.