Acuse de recibo
LA tan publicitada protección al consumidor corre el peligro de quedarse en el eslogan cada vez que un cliente fracasa al adquirir un equipo —por demás costoso— que tiene una corta garantía y también una efímera vida útil, vaya a saber por qué asuntos genéticos de calidad del fabricante.
Esa es la frustrante historia que remite en su carta Bárbara Provedo Rodríguez, residente en calle 256, edificio 258, apartamento 18, entre 37 y 51, en San Agustín, municipio capitalino de La Lisa.
Cuenta la defraudada consumidora que en noviembre de 2006 el motocompresor de su refrigerador se rompió, y tuvo que adquirir uno, de fabricación china, por un importe de 65,95 CUC en la unidad FRIOVEN de la cadena CUBALSE, en calle 19 y 60, en el municipio capitalino de Playa. Se lo sintió fuertemente en su economía.
Cerrando los ojos, Bárbara desembolsó la moneda dura y lo compró, con una garantía de dos meses. Y se lo instaló un familiar técnico en refrigeración.
A los 12 días de vencida la garantía, el 6 de febrero de 2007, el equipo comenzó a hacer un ruido ensordecedor. Llevaron al técnico que lo había instalado, y este determinó que el mismo no tenía ningún desperfecto eléctrico, pero que en su interior se había soltado algo, y la única solución era abrir el mismo para poder determinar.
Ya sin la corta garantía, Bárbara soñó con la posibilidad de repararlo, pagando, en un taller de la cadena o del suministrador del equipo; porque suponía que existe un servicio de post garantía. Ilusa ella...
En la tienda donde lo adquirió, el gerente le explicó, no sin amabilidad, que nada podía hacer, pues la garantía estaba vencida. Y no existía ningún taller que brindara el servicio de reparación. La remitió a la Sucursal de Tiendas CUBALSE, para que hiciera la reclamación.
En la Sucursal, igualmente con amabilidad, le dieron la misma respuesta negativa. Y ya en la dirección central de CUBALSE, en el Departamento de Protección al Consumidor, también con suma cordialidad la atendieron, y al día siguiente le entregaron la respuesta: la reclamación no procede, pues venció el plazo de garantía. Si deseaba, podía dirigirse a la Dirección Estatal de Protección al Consumidor.
Bárbara no concibe que un equipo que cueste tanto al ciudadano dependiente del salario, tenga tan escasa utilidad y pobre calidad, y para colmo una garantía casi simbólica. Si el Estado fijó ese precio para su adquisición, ¿cómo es posible que luego del vencimiento de la garantía se desentienda de la suerte de ese comprador?
Son serias las inquietudes de Bárbara, porque en un país ajeno a la sociedad de consumo y donde la innovación y el ingenio tanto nos han salvado del sucesivo reemplazo que impone el mercado, prácticamente se han desmantelado muchos servicios estatales de reparación de ese tipo de equipos, e inevitablemente hay que caer en manos de los mecánicos particulares.
Hoy Bárbara tiene roto su refrigerador y tendría razones para preguntarse si la protección es al consumidor... o a los distribuidores y suministradores del equipo.