Acuse de recibo
Gran repercusión tuvo la denuncia del lector Félix Alioska Hernández, sobre las graves indisciplinas en un ómnibus cometidas por estudiantes de la Escuela Pedro María, de Santa Clara, y que esta sección reflejara el pasado 21 de enero.
Félix fustigaba la violencia de jóvenes que irrumpieron en el rutero tres de esa ciudad la noche del 6 de enero, luego de fugarse para presenciar el partido de béisbol en el estadio Sandino. Al retornar a su escuela, sin camisa y gritando, se subían en el techo del ómnibus y viajaban en el peligro. Y al llegar a su centro, corrían para evadir a los profesores.
Escribe hoy Ana A. Valcárcel, profesora del Instituto Superior Pedagógico Félix Varela, de Villa Clara. Envía la misiva al director de Juventud Rebelde. Y censura el que se haya revelado el suceso «en fecha y lugar inapropiado».
Ana me critica por hacer uso «de un espacio informativo de alcance internacional, para abordar un hecho descrito por un ciudadano, sin que mediara investigación alguna sobre su veracidad y trascendencia. De haber actuado conforme a la ética y a lo que Fidel nos ha enseñado sobre lo que es la Revolución, no hubiera expresado frases irrespetuosas como “evadir a sus profesores en sus propias narices” y “a bolina el respeto”.
«Si en vez de lanzar una bola de candela hubiera intercambiado con los organismos competentes, con la institución y hasta con los padres de los estudiantes, hoy estaríamos orgullosos de un periodista cubano que, sin dejar de decir, es capaz de dar seguimiento a una información que le cae en las manos para presentarla al mundo en todo su esplendor. Un suceso, por grave que sea, no puede usarse para desvirtuar la realidad educativa de hoy. Y por ello apelamos a usted (el director de Juventud Rebelde) y a su colectivo, que sabemos son del bando de los que aman y construyen, y no de los que odian y desprecian, como nos alertó el gran maestro José Martí», recalca.
Y enfatiza que los educadores solo esperan de la sociedad «su colaboración y respeto a lo que hacemos, aceptamos las críticas oportunas y en el lugar oportuno, pues para nosotros, educar, formar a la generación de cubanos que dará continuidad a nuestra Revolución es más importante que andar por paraísos turísticos sin poner los pies sobre la tierra».
Al propio tiempo, asegura que «si todos los que perciben sucesos como el vivenciado por Félix Alioska se implicaran con el problema como es debido, los educadores tendríamos a nuestro alcance sólidos argumentos para los análisis a realizar y las medidas a aplicar serían más justas y educativas».
Con todo respeto, no comprendo la clase que me intenta dar la profesora. ¿Es inoportuno alertar en la prensa cubana sobre algo que desdice de la gran obra educacional del país? ¿Alguien la ha desvirtuado o se critica a estudiantes indisciplinados, que desafían las normas de conducta social?
Esta es una sección de correspondencia, no un departamento de Investigaciones. Nuestro principio es publicar las cartas, confiando a priori en la honestidad del lector. Si nos engañara alguien, no dudaríamos en señalarlo. Ya nos acercamos a una década de vida, no sin desaciertos, pero siempre casados con la verdad y la decencia. ¿Fue una invención de Félix? ¿Es irrespetuoso decir que el respeto aquella noche se fue a bolina, y los estudiantes —según Félix— evadieron a los profesores en sus propias narices?
Quiero pensar que Valcárcel está entrampada en el laberinto engañoso, sordo y ciego, de las apariencias y no de las esencias, y por ello repudia una denuncia que se hace en nombre del respeto a la educación cubana. No soy pedagogo, pero un principio cognoscitivo elemental es reconocer un problema para estudiarlo, diagnosticarlo y darle solución.
¿Qué decir entonces de la ligereza con que se me desvaloriza como periodista, hasta sugerir que soy un incendiario sin ética? No sé quién anda en paraísos turísticos, porque esta columna palpita a diario con los problemas del pueblo, con los pies bien puestos en la tierra y en nuestras raíces.
No entiendo por qué, para rebatir una posición, hay que insinuar que el contrincante es un renegado de valores patrios, acudiendo a Fidel y Martí. ¿A qué viene la cita de Martí, por demás imprecisa, pues la fiel es: «Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan, los que odian y deshacen»?
Sí coincido con la profesora, cuando insta a que todos debemos implicarnos ante sucesos de este tipo. Por lo demás, lamento defraudarla, y le aseguro que no me alisto en esta fatigosa columna por orgullo, sino para servir al prójimo.