Acuse de recibo
Pudiera parecer una alucinación, pero Félix Alioska Hernández Quintanilla lo vio con sus propios ojos, y no hay quien le haga cuentos. Sucedió en la noche del sábado seis de enero pasado: Félix tomó el rutero 3 para trasladarse desde la ciudad de Santa Clara a la Universidad Central de Las Villas, en medio de la indisciplina de estudiantes de la escuela Pedro María, «que parecían animales en estampida».
Fue tal el caos, que el chofer ni siquiera pudo cobrarles el pasaje y se limitó impotentemente a verlos asaltar la guagua. Ya en camino, aquello era una locura: los jóvenes gritaban, se quitaban las camisas, corrían por encima de los asientos y hasta se sentaban en los bordes de las ventanillas. «No había forma de controlar la turba creada», precisa en su carta.
Félix pensó que deliraba, pues cuando volteaba el rostro, y de nuevo miraba hacia las ventanillas, los muchachos que antes veía sobre ellas, desaparecían...
Cuando el ómnibus llegó a la parada de la mencionada escuela, aquella turba juvenil comenzó a gritarle al chofer que apagara las luces internas de la guagua, para que los maestros de guardia de ese centro docente, no pudieran identificarlos: se habían fugado para presenciar el juego de pelota en el estadio Sandino. Se lanzaron a correr, para evadir a los profesores, en sus propias narices. A bolina el respeto...
En medio de aquella barahunda, Félix descubrió al fin el enigma de los que desaparecían en el viaje, cuando percibió pasos sobre el techo del ómnibus, y vio a estudiantes lanzarse desde el mismo. «Se montan encima del techo como algo gracioso, refiere, y realizan su viaje como si nada estuviera pasando».
Más tarde en la madrugada, de retorno en la misma ruta, el chofer le confesaba que había contado 14 muchachos bajándose del techo, y al propio tiempo declaraba su incapacidad para enfrentar solo aquel desastre y buscarse problemas, pues pudiera sucederle «lo desagradable».
El propio Félix confiesa que es muy triste esta historia con jóvenes estudiantes, y que todo quede impune. Él mismo reconoce que tampoco le salió al frente al fenómeno, de lo estupefacto que estaba. Pero considera que ya es hora de ponerle freno a tales desórdenes.
Es muy seria la preocupación de Félix, quien es asesor jurídico del Complejo de Turismo Tope de Collantes, y reside en el edificio Siete, apartamento 10, en la comunidad Tres Palmas, de Cabaiguán, en la provincia de Sancti Spíritus.
El propio Juventud Rebelde ha alertado en varias ocasiones, con elocuentes reportajes, sobre la violencia e incivilidad de ese tipo de jóvenes que se comportan como cromañones, a riesgo de sus propias vidas y las de otras personas.
A más de las graves dificultades del transporte en el país, tal salvajismo ya es un desafío a la tranquilidad ciudadana y al orden público. Lo más preocupante es que suceda ante los ojos de todos, como lo presenció Félix. Y lo más vergonzoso es que en este caso de hoy sean estudiantes. ¿Estarán estudiando la manera de retroceder en la escala humana?