WASHINGTON, julio 8.— Un equipo de paleontológos del Centro Nacional de Síntesis Evolutiva de Durham en Carolina del Norte (EE.UU.) identificaron los restos fósiles de un extinto pájaro que vivió hace 25 millones de años y podría ser el ave voladora más grande encontrada, con una envergadura estimada entre 6,1 y 7,3 metros.
Según publica la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, este especimen era un planeador eficiente, que poseía alas largas y delgadas con las cuales podía permanecer en el aire a pesar de su tamaño. De hecho, sus alas extendidas medían dos veces más que el Albatros real, una de las aves voladoras actuales de mayor envergadura.
El fósil fue desenterrado en 1983 en Carolina del Sur, cuando trabajadores de la construcción comenzaron las excavaciones para una nueva terminal del Aeropuerto Internacional de Charleston, precisa un reporte de PL.
Dan Ksepka, paleontólogo del Museo Bruce de Greenwich, en Connecticut, identificó los restos como una especie desconocida de Pelagornithidae, grupo extinto de aves marinas gigantes conocidas por sus dientes óseos alineados en las partes superior e inferior del pico.
Bautizado como Pelagornis sandersi en honor al director del Museo de Charleston Albert Sanders, quien dirigió la excavación del fósil, el ave vivió entre 25 a 28 millones de años atrás, después de la extinción de los dinosaurios.
Sus huesos delgados y huecos, y las características de sus alas, indican que esta ave sería muy poco hábil en tierra, pero que sin embargo tenía una estructura ideal para el vuelo. Aun así, el fósil excede el tamaño que, según los modelos matemáticos, debe tener un ave para poder volar, por lo que los paleontólogos han intentado definir alguna teoría sobre cómo se las ingeniaba para alzar el vuelo y mantenerse
Con este objetivo, Ksepka sometió los datos de la anatomía del ave al análisis de un programa computacional diseñado para predecir las prestaciones de vuelo en función de la masa, el tamaño y la forma de las alas. Su conclusión es que el ave era seguramente demasiado grande para elevarse simplemente agitando las alas sobre el terreno.
Del mismo modo que el fósil gigante de Argentavis, cuyo vuelo fue descrito por una simulación de ordenador en 2007, Pelagornis sandersi seguramente se lanzaba al aire corriendo cuesta abajo con el viento en contra o empleando rachas de aire para ganar impulso, del mismo modo que hacen los pilotos de parapente, afirman los investigadores.
Asimismo, los expertos sugieren que fue capaz de elevarse durante kilómetros sobre el océano abierto sin batir sus alas, desde donde bajaba en picado para alimentarse de presas de cuerpo blando como el calamar y la anguila.
Dan Ksepka y sus colegas esperan que el análisis de este fósil ayude a averiguar por qué la familia de los Pelagornítidos desapareció y a conocer más sobre el desarrollo de su capacidad de vuelo.
«Las aves de la familia de los Pelagornítidos son como criaturas sacadas de una fantasía de novela; no hay nada que pueda comparársele en la actulidad», afirmó Ksepka en un comunicado del Bruce Museum de Greenwich. «Estas aves gigantescas se extendieron por todo el globo durante decenas de millones de años y se desvanecieron durante el Plioceno, solo hace tres millones de años», añade.
Los paleontólogos ignoran aún cual fue la causa de la extinción de las aves voladoras más grandes que se conocen.