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Linda venezolana

A pesar del don natural, de la gracia con las que se les ha dotado al por mayor, las venezolanas también han sucumbido a la tentación de implantes y rellenos. Escándalo por defectos de prótesis mamarias francesas PIP sacude a Latinoamérica

Autor:

René Tamayo León

CARACAS.— Quién dijo que yo estoy enamorado de mi mujer. No. La idolatro. Mas no por eso he dejado de ser un admirador —contemplativo— de la belleza femenina.

Uno de los encantos del Periodismo es viajar a otros países. Más allá de las cuestiones que he de escribir —o en función del mismo relato—, siempre me empeño en tratar de entender los paisajes físicos y humanos del lugar donde estoy.

Las mujeres son parte de esa geografía.

Sus rostros, cuerpos, ademanes, vestir, maneras de arropar las crianzas, pueden ofrecerte —si sabes mirar— más de una clave para comprender la cultura e idiosincrasia de una nación. De la mujer nace todo.

Observarlas también constituye un ejercicio —estético— inspirador. Las miro. Siempre lo he hecho. Y entonces regreso. Y, sorpresa, me reafirmo en mi criterio sobre la exclusiva lindeza de la mujer cubana —de la mía, en primer lugar, por supuesto.

Pero debo confesar —sin desdorar a nuestras criollas— que las venezolanas son extraordinariamente bonitas y bien dotadas.

Y no estoy hablando de «joyitas» que se ven al azar; una aquí, otra allá. No. Es la norma. Sin ser grosero: son por multitud. Ni en París vi tantas. Aunque bueno, en la Ciudad Luz las beldades que más me impresionaron fueron esas que flotan en su esbeltez, tersura, transparencia. Que parecen inasibles.

En Venezuela no. Estas son mujeres tan bien plantadas que al pasar como que estremecen la tierra. No es descubrimiento propio. Todo el mundo lo sabe. Con razón se dice, y es eslogan: «Venezuela, la tierra de las mujeres más hermosas».

Pero tanto primor, tanta preciosura a tutiplén, puede acarrear ciertos riesgos. A pesar de ese don natural, de esa gracia con que se les ha dotado al por mayor, las venezolanas también han sucumbido a la tentación de implantes y rellenos.

Las costuras están bien, pero…

Las cirugías estéticas no son un fenómeno local. Es moda que se ha impuesto en buena parte de las naciones latinoamericanas.

Y está bien. Personalmente lo disfruto. La belleza, la inteligencia, la bondad, la simpatía, el sentido común y lo maternal, son seis de las virtudes que más admiro en la mujer.

No tienen que tenerlas todas juntas. Eso es difícil. Me basta con que sean buenas —en sentido de humanidad, amor por los demás—, inteligentes y se esfuercen por lucir bonitas.

El canon de lo bello es relativo. No existen medidas o armonías. Lo importante es saber llevar y explotar al máximo los encantos que la naturaleza les dio. Y, bueno, si se le pone un extra o se le quita una demasía, está muy bien, sea con ejercicios o que en la ecuación también medie el bisturí. Eso sí, sin llegar al punto donde la obsesión por el afeite y el buen ver se vuelva contra el cuerpo.

Me gustan lindas, no dolidas.

La comunidad femenina mundial —incluidas las venezolanas— está siendo sacudida por el escándalo de implantes de mama fabricados por la empresa francesa PIP (Poly Implants Prothèses). Son muy vulnerables a romperse y, al parecer, cancerígenos.

Se afirma que la empresa —cerrada en 2010— empleó silicona industrial en sus producciones, el 50 por ciento de las cuales, por cierto, fueron dirigidas al mercado de América Latina.

Hasta las francesas están en riesgo. Ante denuncias de un incremento de las roturas de las PIP, el Gobierno galo recomendó a quienes se las colocaron que las retiren lo más pronto posible, de manera preventiva, de sus bustos.

Cuidado con el bisturí

Según estadísticas, unas 300 000 personas en el mundo usan las prótesis mamarias PIP, incluida gente del sexo masculino. Según los franceses, no se ha comprobado aún el riesgo cancerígeno, pero ante la alerta más vale precaver.

En Brasil, Argentina, Chile y otros países se ha llamado a la calma. Aunque ya el rumor no lo pare nadie. Se está convirtiendo en un problema de salud, al menos psicológico.

El Ministerio de Salud venezolano decidió desde diciembre, cuando se dio el alerta en Francia, que en sus hospitales se extrajeran de forma gratuita las mamas PIP. También prohibió el uso y aplicación de biopolímeros para tratamientos estéticos.

Las autoridades aclararon, no obstante, que la corrección es solo para retirarlas. Que no asumirán el costo de reimplantar otras nuevas. No importa que sean más seguras. La ministra de Salud, Eugenia Sader, denunció que las PIP entraron de forma clandestina. Sin registro sanitario.

Hasta el presidente Chávez tomó cartas en el asunto. Durante una conversación con la prensa tras recibir en el Palacio de Miraflores (sede del Gobierno) a la Miss Mundo venozalana Ivian Sarcos, señaló que se deberá ser más riguroso y dar protección a las féminas que deseen someterse a mamoplastias estéticas.

«Pechonalidad» mundial

Según la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS, en inglés), los procedimientos para aumentar los senos son una tendencia mundial solo superada por las liposucciones.

Venezuela ocupa el lugar 17 entre las naciones donde más se requieren intervenciones quirúrgicas ornamentales. El primer lugar lo tiene EE.UU., seguido de Brasil, China, India y Japón. En América Latina la primacía es para México, en el lugar seis, y le sigue Colombia, en el décimo puesto a escala planetaria.

No obstante, y según la prensa local, los senos artificiales son tan populares en Venezuela que uno de los regalos más socorridos para quinces y rifas son las prótesis mamarias.

Un despacho de la Agencia Francesa de Prensa (AFP) lo reseñaba así: «En Venezuela, un país conocido por la belleza de sus mujeres, cinco veces ganadoras del título de Miss Universo (y también Miss Mundo), se realizan anualmente 40 000 implantes de senos, principalmente a mujeres de entre 25 y 30 años».

Marisol Graterol, presidenta de la Sociedad Venezolana de Cirujanos Plásticos (SVCP), decía al respecto que «después de quedar embarazadas muchas deciden hacerse un retoque». Pero las adolescentes también quieren tener su propia «pechonalidad».

Mercedes Pulido, profesora de la Universidad Católica, explicaba que el fenómeno de las «mamoplastias de moda» se debe a que la sociedad venezolana «es muy permisiva; no hay tabú con el tema, y hay una excesiva publicidad diciendo cuánto valor tiene la imagen física para tener éxito».

 

Tomárselo a pecho… sin explotar

El 23 de diciembre las autoridades sanitarias francesas recomendaron —como medida preventiva— la extracción de los implantes PIP. En marzo de 2010, los habían retirado del mercado, cuando se comprobó que contenían una silicona no purificada de grado no médico. Ahora se ha enfatizado en su fácil quiebre.

Se está ante una mezcla explosiva que podría entrañar serios riesgos de salud. Todavía se discute si pueden ocasionar cáncer o no. Sin embargo, la Agencia Francesa de Seguridad Sanitaria y Productos de la Salud ha anunciado que 20 mujeres con estos implantes declararon tener la enfermedad.

Los biopolímeros para rellenos estéticos que se introducen al cuerpo con inyecciones también fueron prohibidos en Venezuela. Muchos de estos productos han entrado clandestinamente al país y carecen de certificaciones de calidad y avales médicos.

Los biopolímeros —explican los cirujanos estéticos locales en la campaña para detener su uso y abuso— son un material hecho a base de plástico, provienen de un nombre genérico como el acetaminofén y pueden englobar a todas las células expansivas.

Estos productos a base de silicón también pueden haber llegado a Cuba, donde la moda de los rellenos estéticos ganan adeptas y adeptos.

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