Los actos violentos continúan en las prescripciones de los jefes de la derecha en Venezuela y desde el exterior. Autor: AlbaCiudad Publicado: 21/09/2017 | 05:45 pm
CARACAS, Venezuela.— El guión es más que conocido, pero no deja de causar estupor: desde el Norte un dedo índice señala amenazante que no puedes poner orden en tu propia casa o te cocinarán en un caldero. Te dicen qué debes hacer, cómo y cuándo; de lo contrario, experimentarás terribles consecuencias.
Ahora el Gobierno de Estados Unidos le ha dicho entre otras cosas al Estado venezolano que debe dejar libres a «todos los detenidos» (los implicados en recientes hechos violentos), iniciar un «diálogo» con la oposición y no tocar con el pétalo de una rosa al cabecilla de la ultraderecha Leopoldo López.
Todo eso a raíz de la convocatoria irracional de este hombre —a quien muchos aquí llaman por su carácter «chico-bomba»— a tomar la calle y provocar la «salida» obligatoria de Nicolás Maduro como Presidente de este país.
Un llamamiento que provocó tres muertos, más de 70 heridos, destrozos, patrullas quemadas, autobuses apedreados, instituciones atacadas, agresiones a trabajadores del transporte público, asedios a medios de comunicación, tranques de autopistas, quema de neumáticos, embestidas a estaciones del metro, destrucción de parques, miedo en los ciudadanos. Es decir, casi nada.
¿Qué hubiese pasado, como se preguntó el mandatario venezolano el domingo por la noche, si estas personas —casi siempre encapuchadas— hubieran hecho eso mismo en las calles de Washington e intentaran entrar en la Casa Blanca?
Y caben otras preguntas, que todos nos hacemos: ¿Cuáles serán esas «consecuencias internacionales» de alcance incalculable que enfrentará Venezuela si se arrestara a López (no había asomado la cabeza después que retó a Maduro), como exige la justicia? ¿Será acaso promover una Libia latinoamericana? ¿Cuánto peligro gravitará sobre la vida de este político-instrumento, a quien los mismos yanquis pueden asesinar para intentar un estallido social, como lo denunció en la tarde del lunes el integrante de la Junta Directiva del PSUV, Aristóbulo Istúriz?
Lo más grave es, precisamente, que esta situación ha sido prediseñada y planificada en USA, como expuso ayer el canciller venezolano, Elías Jaua, en rueda de prensa. «El clásico esquema de la llamada guerra de perros, que se ha desarrollado en los últimos años en varios países: se injerta la violencia, el Estado se ve obligado, en el marco de sus competencias, a actuar, y luego viene inmanente el asedio, el acoso, la criminalización especialmente por parte del Gobierno de Estados Unidos».
Por lo pronto, el Gobierno Bolivariano ha dado suficientes muestras de fortaleza, valentía y autodeterminación. Primero, no ha callado un segundo que la coyuntura actual responde a un libreto de golpe de Estado, en el que participan medios de comunicación, actores violentos, la banca, la burguesía, personajes políticos dentro y fuera de Venezuela...
Segundo, ha respondido enfáticamente, con total soberanía, a Gringolandia y a las declaraciones de su secretario de Estado, John Kerry. Ayer, el propio Jaua explicaba ante la prensa que Breeann Marie McCusker, segunda secretaria de la embajada estadounidense en Venezuela; Jeffrey Gordon Elsen y Kristofer Lee Clark, ambos vicecónsules, tenían 48 horas para salir de esta nación.
Los tres, como explicó el Ministro de Relaciones Exteriores, activaron dispositivos en las universidades del país en las que se realizaron las protestas recientes para contactar con dirigentes estudiantiles. Los objetivos eran captar, entrenar, financiar y crear organizaciones juveniles adictas a las manifestaciones violentas en Venezuela.
Tercero —y acaso lo más importante— el Gobierno ha señalado que aunque desde potencias extranjeras levanten el dedo, amenacen y preparen guiones, siempre contra la violencia se actuará con unidad, para preservar la paz.