La banda Gigante Autor: Juventud Rebelde Publicado: 20/05/2019 | 12:09 pm
Finalmente Bailando en Cuba 2: La historia no contada cerró con broche de oro en el teatro Karl Marx un ciclo que inició con el proyecto La banda gigante, acogido por Cubavisión el pasado diciembre para, bajo la dirección de Manolito Ortega, recordar en grande al Bárbaro del Ritmo por medio de un concurso de talentos sin precedentes en otras televisoras del mundo.
Serían diez semanas en las que solo 16 jóvenes promesas, con edades entre 18 y 35 años, tanto egresados de academias como empíricos, conformarían una Jazz Band «a lo Benny» para acompañar los proyectos auspiciados por RTV Comercial. Justo en ello radicaba el mayor premio del llamativo espectáculo televisivo, aunque no resultaba menos atractivo para algunos de estos noveles virtuosos alcanzar la condición de profesionales tras integrar el catálogo del Centro Nacional de Música Popular.
La selección de los afortunados recayó en un especializadísimo jurado integrado por el premio nacional de Música José Luis Cortés, «el Tosco», indiscutible virtuoso de la flauta y director de NG la Banda; Daiana García Siverio, la brillante batuta titular de la Orquesta de Cámara de La Habana; así como por otro instrumentista de primera línea, quien lleva adelante su propio piquete, el bajista y productor Alain Pérez.
Pero, ¿quiénes son estos jóvenes que llegaron de toda Cuba en busca de un sueño? Juventud Rebelde lo cuenta a sus lectores.
Una historia de amor
Entre todas las muchachas que acudieron al llamado solo Roselis María Peña Capote (20 años) consiguió romper con el «poderío» masculino. Ahora es la niña de los ojos de los otros integrantes de la juvenil agrupación, pero sobre todo de Yordis Bauste Pol (21), su novio, quien acabó por darle el empujón para que acudiera a las audiciones.
«Hice el casting por saxofón, cuenta esta granmense, con el cual me gradué en el Conservatorio Esteban Salas de Santiago de Cuba, también por flauta, que es mi hobby. Sin embargo, nunca me pasó por la cabeza que me fueran a escoger por esta última, pues prácticamente no la tocaba. Cuando me decidí estaba consciente de que no me quedaba otra alternativa que estudiar responsablemente, practicar sin descanso la técnica.
«Los maestros con los cuales intercambié me ayudaron mucho con los ejercicios, me acercaron a sus lenguajes musicales, intentando darme pistas para mis improvisaciones, y sobre todo me alentaron diciéndome que sí podía, como mis compañeros. La final fue lo más difícil, pero a la vez lo más reconfortante... Mira las cosas de la vida...
«Soy cubana por encima de todo, de Jiguaní, Granma; soy guajira, y lo digo con orgullo. Esos son mis orígenes, lo que me trajo aquí», asegura Roselis, quien encontró el amor en la provincia vecina.
Yordis Bauste Pol acudió a la convocatoria primero que su pareja, aunque obtuvo la confirmación más tarde. «Ese día me lo pasé con el celular arriba. Ya me había olvidado cuando sonó. Corrí a avisarle a todo el mundo. Me volvió el alma al cuerpo», confiesa este apasionado del béisbol, egresado también de la Esteban Salas.
«Resultó genial estar juntos, estudiar y apoyarnos día a día. Nuestra pareja fue recibida con los brazos abiertos. Los dos estábamos claros de que no era juego, sabíamos adónde queríamos llegar», señala quien con anterioridad fuera laureado con el Premio al quinto de conga santiaguera, en el Festival Jojazz.
Por su apariencia le llamaban Mayito (Rivera). Preferiría que lo hicieran por su nombre, pero tampoco le disgustaba tratándose de un musicazo como ese. «Supondrás cómo me sentí cuando me tocó acompañarlo en el programa. El desafío fue gigante, porque es un cantante con mucha bomba y no queda más remedio que tocar con el alma para corresponder a esa fuerza. Lo disfruté en grande».
Roselis María Peña Capote (flauta) Foto: Cortesía de La Banda Gigante.
Yordis Bauste Pol (percusión) Foto: Cortesía de La Banda Gigante.
Adrián Manuel Viamonte Machado (violín) Foto: Cortesía de La Banda Gigante.
Pablo Daniel Chala Martínez Chala (violìn) Foto: Cortesía de La Banda Gigante.
Concentración de cubanía
Graduado de nivel medio de violín en la Escuela José María Ochoa, de Holguín, Adrián Manuel Viamonte Machado, quien además domina el piano, nació hace 22 años en Bayamo. Para él, el sueño de su vida fue La banda gigante. «Espero seguir disfrutando como lo hice mientras duró el proyecto televisivo».
Quien fuera concertino de la Orquesta de Cámara San Salvador de Bayamo admite que la experiencia ha sido la de mayor envergadura de su incipiente carrera. «El concurso fue muy reñido para los siete violinistas. Era difícil brillar porque se trata de un instrumento muy competitivo. Me parece que el programa explotó esa arista muy bien. “De madre” el estrés que se vivía frente a la cámara... pero es genial subir a escena para tocar.
«Sí, una superescuela en la que aprendía por día, en que iba de una sorpresa a otra. ¡Me encantó!», asegura, al tiempo que afirma: «la música popular es la esencia, la raíz. El cubano que no lo sienta, algo le está faltando», sonríe.
Dicen que cuando Pablo Daniel Chala Martínez (26), el otro violinista, llegó a Pinar del Río la algarabía fue inmensa, tanto en su barrio como en la Escuela Provincial de Arte Pedro Raúl Sánchez, donde no solo se formó, sino además se desempeña como profe.
Cuenta que se asustó al ver la enorme cola que se formó en el teatro para las audiciones. Por un momento pensó que no debió haber escuchado a su esposa, «ahora me alegro de no haberme arrepentido».
Ni el esperado «chucho» del que fue víctima por su raíz vueltabajera logró alejarlo. «No me iba a perder la oportunidad de tener como padrino a William Roblejo, ni de “caerme muerto” cuando llegó el momento de actuar por vez primera frente al jurado... Pero la música lo puede todo».
Gracias a la pequeña pantalla se enteró Carlos Javier Alcántara Díaz (20) de la convocatoria a la cual se presentó por piano. El veredicto lo alcanzó mientras pasaba el Servicio Militar. «Enseguida me percaté de que se trataba de una puerta enorme que se me abría de par en par...
«Iba a salir en la televisión, todo el mundo me conocería... ¡y defendiendo la música cubana!, algo que todos los estudiantes de las escuelas de arte necesitamos... Yo no soy de mucho nervio, pero...», reconoce este santiaguero que terminó percusión en su ciudad, aunque al parecer lograr la maravilla al accionar sus dedos sobre las teclas ha definido mucho más su sueño de convertirse en multinstrumentista (ya tiene de su lado el bajo y la trompeta).
«Creo que mi personalidad se refleja más con el piano que con la percusión. Con el piano puedo decir que un poquito más». Y es evidente que así también lo entendió el jurado.
Un programa como el que tuvo por presentadores a Yuliet Cruz y Carlos Enrique Almirante es, a decir de Carlos Javier, un primer paso para crear «la escuela de música cubana que necesitan los estudiantes en las academias, porque es la nuestra, porque expresa fielmente nuestras raíces y tradiciones».
Considerado por muchos el instrumento más completo que existe, el piano le permitió al camagüeyano Jorge Daniel Pérez Cuesta clasificar, a pesar de que se apuntó sin demasiada fe. «Mi hermano me llamó para que no lo dejara solo en las audiciones. Ahora doy saltos de alegría», admite este muchacho de 19 años.
Como Alcántara, su compañero de equipo, Jorge Daniel Pérez Cuesta, terminó en realidad el nivel medio superior de viola. «No es que no me guste el instrumento que estudié, pero el piano me da lo que mi cuerpo me pide», sonríe, al tiempo que agradece de corazón a quienes estuvieron detrás de esta iniciativa «que nos puso al alcance una academia “concentrada” de cubanía».
Carlos Javier Alcántara Díaz (piano)Foto: Cortesía de La Banda Gigante.
Jorge Daniel Pérez Cuesta (piano) Foto: Cortesía de La Banda Gigante.
Denis Fernández Pérez (guitarra) Foto: Cortesía de La Banda Gigante.
Valexi Rizo Díaz(Bajo) Foto: Cortesía de La Banda Gigante.
¡Tremendo privilegio!
Fue su padre quien le inculcó a Denis Fernández Pérez (18) la pasión por el rock and roll, las diferentes corrientes del jazz y hasta por las composiciones de Mozart, Beethoven, Bach... Oyendo a exponentes de clase mundial se enamoró de la guitarra eléctrica, máxime cuando vio lo que era capaz de hacer con ella su hermano. Justo con ese instrumento este santaclareño autodidacta dio en la diana en un certamen que lo premió.
«Sentí miedo y admiración porque veía que todos llegaban y, casi sin interactuar, tocaban con todas sus fuerzas, acoplando perfectamente. Me propuse enfrentar ese temor y salir adelante: conectaba la guitarra al pedal, me ponía unos audífonos y practicaba sin molestar a nadie».
Intensa y profunda son los adjetivos que Denis emplea para describir esta nueva vivencia. «Me llevé mucho amor y buenos recuerdos: los momentos en que estuvimos juntos, cuando tocamos en las calles, el intercambio con el equipo de realización tan profesional, la acogida de la gente... ¡Tremendo privilegio!».
Tan agradecido está el bajista Valexi Rizo Díaz (21) del crecimiento que significó para él ser parte de La banda gigante que manifiesta, sin temor a equivocarse: «no le fallaré». Natal de Guantánamo, el Galés, que posee el título de graduado de nivel medio superior en la modalidad de viola, se reconoce como una persona paciente, trabajadora y humilde, a quien le fascina la cocina.
«Hace dos años me interesé por el bajo y empecé a estudiarlo. Este premio me ha confirmado lo que ya sabía: es importante el talento, pero hay que sacrificarse, entregarse, trabajar duro. En estos meses aprendí algo diferente de cada una de las personas con las cuales intercambié. A ello uní mis conocimientos, los recursos que me dieron maestros como Alain Pérez y Pancho Amat... Ahí estuvo la clave del éxito...
«Ya me siento más preparado. Le agradezco a Dios, a mi familia por su apoyo constante (en particular a mi mamá, a mi papá y a mi novia); y por supuesto al pueblo de Guantánamo, por sus innumerables muestras de cariño».
Tres son los miembros de La banda gigante que representan a La Habana: dos de ellos, Miguel Ángel Lavastida Castro (24) y Andrés Juan Desvernine Arias (18), quedaron casualmente para defender la batería. El primero prefiere la timba, el funk y el songo, pero ama la música en toda su expresión. Se reconoce «dichoso por haber encontrado ese espacio no solo para aprender sino para conquistar nuevas amistades y consolidar la carrera. Fue un gran momento para realzar la música cubana, nuestros ritmos; también de mucha gozadera», dice sonriente.
«En esta invitación a hacer de la música cubana nuestra indispensable carta de identidad, cada uno de nosotros transitó por un largo camino de esfuerzo y entrega en busca de un sueño que, felizmente, se volvió realidad».
Para Andrés Juan no existen mejores definiciones que: «espectacular, único» para el proyecto, por la posibilidad de «disfrutar de música a gran escala y de mostrar el talento joven que habita en nuestro país. Demostró que en Cuba se pueden realizar programas competitivos, de impresionante factura, capaces de reflejar la enorme riqueza de nuestra cultura», manifiesta quien llegó a verse «con la soga al cuello» en la zona de peligro.
Miguel Ángel Lavastida Castro(Timbal)Foto: Cortesía de La Banda Gigante.
Andrés Juan Desvernine Arias (batería) Foto: Cortesía de La Banda Gigante.
Jorge Felix Curbelo Oropesa (trombón) Foto: Cortesía de La Banda Gigante.
Yoel Osnel Becquer Díaz(trombón) Foto: Cortesía de La Banda Gigante.
Ernesto Hernández Viñas (trompeta) Foto: Cortesía de La Banda Gigante.
Que suenen los metales
Jorge Félix Curbelo Oropesa (26) engrosa la nómina de aquellos que iluminaron su existencia «por casualidad». En su Cienfuegos natal realizó las pruebas de aptitud en varias disciplinas, pero solo en una tuvo en sus manos un instrumento de verdad, el trombón. Le gustó tanto que se quedó con él.
Por la insistencia de su familia y conocidos que le cayeron atrás, decidió «jugar a la suerte» con el programa televisivo. ¡Y cuál no sería su asombro cuando supo que estaba dentro! «Hubo dos instantes en los que en verdad “sudé frío”: la primera presentación y en Siboney, porque ese tema dependía en parte de mí.
«Doy gracias de corazón a Yoandy Argudín, quien nos brindó su apoyo desde el primer día: siempre muy cordial, dispuesto a transmitirnos sus sólidos conocimientos... Estoy convencido de que todos los participantes ganamos en el sentido de la experiencia, de las clases magistrales e individuales por instrumento, por todo...».
Yoel Bécquer Díaz (21), quien cursa 2do. año en el Instituto Superior de Arte (ISA), también ha puesto en un altar a Argudín, mientras aplaude a La banda gigante por haberlos sacado a todos de la zona de confort. «Hubo que bailar, saltar, reír, actuar frente a las cámaras, porque había que encantar». Y parte del público al que encantó fue el de Mamanantuao, «el campo de donde soy, en Camagüey. ¡Me lo pones en grande en el periódico! Después me mudé para otro, Violeta, en Ciego de Ávila, con mis padres. Jamás había salido nadie del barrio por el televisor, así que te imaginas la contentura y la emoción de la gente.
«Desde que soy un crío he transitado por escuelas de música, pero te aseguro que La banda gigante me ha abierto los ojos sobre lo que quiero hacer, lo que quiero brindarle a ese público. Por lo general, en las orquestas se conoce al director y a los cantantes principales, sin embargo, este proyecto le ha puesto nombre y rostro a los instrumentistas, quienes pudimos salir del atril para brindar un buen espectáculo».
Ernesto Hernández Viñas ama tanto la trompeta que forma parte del collar que luce. «De pequeño mis padres me llevaron a la Escuela de Música en Camagüey, motivados por mi hermano, quien es trompetista también y tuvo el impulso de nuestro abuelo ya fallecido, un decimista que lo enseñó a amar la música. Niño al fin, no tenía ningún plan, más bien soñaba con ser astronauta o bombero, pero por suerte aprobé.
«Siempre estaré en deuda con La banda... que me permitió profundizar en mis conocimientos de música popular. También las nuevas amistades que nacieron en estos dos meses entran dentro de lo más significativo de esta experiencia. Cuando llegamos nos dividíamos en pequeños grupos, prácticamente no nos conocíamos y resultaba un poco incómodo. Ahora somos una familia muy unida.
«Profesionalmente fue un regalo único. Creo que ya nunca más me pondré nervioso en un escenario, porque no es fácil pararse frente a tres maestros como Alain, Daiana y el Tosco. Estoy supercontento de estar aquí junto a Randy Veitía, mi profesor en Camagüey, el que me graduó».
¿Y qué puede decir Randy Enmanuel Veitía Godínez después de lo que ha ocurrido? Su felicidad es por partida doble: por sus resultados y por constatar que su alumno, a quien supera por diez años en edad (él tiene 29) no lo ha defraudado y sigue siendo muy estudioso, entregado, apasionado.
La atracción primera de Randy fue, en verdad, el saxofón, pero no alcanzó plazas cuando se presentó a las pruebas. Eligió la trompeta porque lo convencieron «de que se trataba de un instrumento con más brillo, más vistoso... Valió la pena», enfatiza este otro agramontino.
«Me he llevado recuerdos de todo tipo: algunos muy buenos y alegres, otros muy tensos, también llenos de tristezas, pero no todos los días uno tiene el privilegio de interactuar con esas personalidades de la escena nacional, de recibir clases magistrales de Bobby y Robertico Carcassés y de Nam San Fong, Javier Zalba, Rodny Barreto, Osvaldo Doimeadiós, Michel Herrera, Jorge Reyes, Pancho Amat...
«Para mí La banda gigante no solo es pasado y presente, sino además un prometedor futuro. Este es un proyecto para expandirse, sobre todo porque todos, sin excepción, queremos hacer buena música».
Las clases también marcaron profundamente a Artur Arcadio García Suárez, tal vez porque, con sus 19 años ejerce asimismo como profesor, tras haber terminado el nivel medio superior en la especialidad de saxofón. Este muchacho nacido en la capital no olvidará «esos momentos que nos aportaron músicos de primerísima línea como el líder de Interactivo, Robertico Carcassés. Esas herramientas tan útiles para nuestro trabajo que nos entregaron los jurados, el equipo de producción, nos servirán para toda la vida.
«En La banda… hubo de todo un poco, y en la medida exacta para que entretenimiento y enriquecimiento espiritual fueran de la mano. Nunca había estado en un escenario así, lo cual en ocasiones me puso algo nervioso, pero pensando en la buena música cubana salía adelante».
El canto fue el camino de entrada al mundo de las melodías del avileño Jaile López Hernández. Oriundo de un pueblito agrícola, tuvo en su mamá a la persona que se dedicó a velar por su formación. «Ella siempre quiso ser músico y no pudo. Entonces vio reflejado en mí ese deseo.
«De niño creí que seguiría la carrera de canto coral, pero me puse de suerte porque creo que como cantante lírico no hubiera sido tan feliz. Luego pedí guitarra pues era el instrumento que conocía, mas no tenía aptitudes. Imagínense: un guajiro que lo único que conocía era el bongó, la guitarra y las maracas. Entré en saxofón porque ese año abría la cátedra en Ciego de Ávila. ¡Yo la inauguré!», nos cuenta con orgullo este joven de 24 años que llegó a graduarse en esa especialidad en el ISA.
Jaile se embulló con La banda «por la expectativa de vivir una experiencia diferente, y resultó sorprendente y difícil a la vez. La música cubana no estaba en mi repertorio, que era básicamente internacional, por lo cual fue muy complicado: la admiraba pero no la defendía tanto. Este programa me ha ayudado a amarla, a descubrirla.
«Muchos de nosotros nos graduamos con el fin de ir para la calle a hacer cualquier cosa; estábamos algo perdidos. Necesitábamos una oportunidad como esta que nos devolviera el aliento, que reivindicara los sueños, las ganas. La banda gigante nos motivó, renovó mi amor por el saxofón, por la música cubana, por ser cubano».
Randy Enmanuel Veitía Godines(trompeta) Foto: Cortesía de La Banda Gigante.
Jaile López Hernández (saxo) Foto: Cortesía de La Banda Gigante.
Artur Arcadio García Suárez (saxo) Foto: Cortesía de La Banda Gigante.