María Isabel Díaz Autor: Fernando Medina Fernández Publicado: 27/07/2019 | 10:23 pm
Un día llegó a su casa y su hermana le dijo: «Te ha llamado un director de cine». No es de extrañarse que la hoy impresionante María Isabel Díaz, quien acaba de conquistar el Premio de Actuación por El extraordinario viaje de Celeste García en el 15to. Festival Internacional de Cine de Gibara, entonces creyera que le «corrían una máquina», que alguien de la escuela le gastaba alguna broma pesada, pero antes de que avanzara demasiado la mañana siguiente, Orlando Rojas ya la estaba llamando.
«Ah, sí, sí, dije incrédula. No estuve muy segura hasta que vino a verme y conversamos por espacio de tres horas o más. A partir de ese instante se estableció un lazo muy especial, a pesar de que todavía no me había anunciado que interpretaría a Ofelia. Pasó mucho tiempo para que lo supiera, pero él siempre estaba a mi lado, me observaba, yo le contaba historias de mi vida... Se estableció entre nosotros una especie de relación padre confesor-hija confesada...».
—¿Cuándo te enteraste?
—Cuando me pidió que lo ayudara en el casting para elegir al David y al resto de los personajes. «¿Y Ofelia?», le pregunté. «Ofelia eres tú», me respondió... Una novia para David me marcó tremendamente. Recuerdo aquella escena que no aparecía en el guion original en la cual yo cantaba en la Plaza del Cristo y después le armaba un petate a David diciéndole que estaba embarazada y me tenía que criar al niño (sonríe). Era un show que a cada rato les montaba a mis amigos en la calle, en un parque, en cualquier lado... y que quiso tomar Orlando, quien le preguntó a Rapi Diego, cuando preparaba la película, si conocía alguna gordita. “Frente a mi casa vive una, quien además es una artista”, le aseguró, porque él me conocía de toda la vida».
Y cierto que María Isabel fue artista de siempre. «Me encanté con la actuación desde niña. Por supuesto que a esa edad ni imaginaba que podía vivir de algo que te apasionara, sin embargo, los adultos que me rodeaban se dieron cuenta. De hecho, los amigos de mi padre le aconsejaron que me presentara en la Escuela Nacional de Arte, pero no le pareció una buena idea. En mi infancia me marcaron hechos como haber visto Los santos inocentes, la película de Mario Camus, que me llevó a pensar que actuar era lo que deseaba para mí. Para ese entonces el Instituto Superior de Arte (ISA) no se hallaba en mis planes. Apareció cuando pude tomar decisiones sobre mi carrera. Hice los exámenes y aprobé.
«El ISA fue un sitio maravilloso, una escuela mágica, donde en todo momento se respiraba arte. Recibíamos muchas asignaturas teóricas y prácticas, en busca de una preparación integral. Me gradué en 1987 y no regresé allí hasta 1995, pero había cambiado mucho. ¡Imagínate, el período especial! Estaba todo tapiado, los accesos que eran como unos pasadizos... Me senté en una escalera a llorar, me dio mucha nostalgia».
Una novia para David llegó mientras estudiaba. Esa resultó su primera oportunidad en cine. «Para esa época ya había realizado mi primer trabajo en el teatro: Donde crezca el amor, la ópera del maestro Armando Suárez del Villar, que tuvo a Hugo Marcos como director musical. Contaba con 18 años, mas parecía de 14. Recuerdo que mi mamá me decía: “Niña, quítate esas motonetas que pareces menor de edad”. Sin embargo, me dieron el papel de la mamá, porque en esa época por tesitura era soprano dramática. Armando tuvo que trabajar fuerte conmigo en la actuación, pues no se trataba solamente de cantar.
«Como había varios repartos, ese personaje lo interpretábamos Mercedes Arnáez, Corina Mestre, una cantante de la ópera cuyo nombre no recuerdo y yo. El día del estreno yo andaba muerta de miedo. Armando me había dicho: “Bueno, si los aplauden en algún momento, no se retiren del escenario, se quedan y saludan, como ocurre en la ópera”, y fue muy bonito porque cuando terminé mi primera aria empezaron a aplaudir y se pusieron de pie. Yo daba dos pasos hacia la pata y retornaba dos, me la pasé haciendo un zigzag en el escenario porque no sabía cómo reaccionar».
Cursaba el segundo año de la carrera cuando empezó el proceso de grabación de Una novia para David, la cual se rodó ya en tercero. «Era una chiquilla que no sabía ni cómo pararme delante de una cámara, no obstante, me lo tomé con total seriedad, como si fuera una tarea “de la Juventud”. Esa experiencia me permitió entender que se podía ser disciplinada, responsable y disfrutar al máximo, como si fuera una fiesta. Lo aprendí y no ha dejado de sucederme ni en la televisión ni en el cine ni en el teatro, por supuesto».
—Se suponía que después de Una novia... te lloverían las películas en el cine, los protagónicos...
—Ciertamente no paré de trabajar, pero no siempre hay un protagónico para una gordita. Actué en Hello, Hemingway, de Fernando Pérez, donde interpreté a la prima de Larita, que le quedó de maravillas a Laurita de la Uz, una actriz extraordinaria; en Papeles secundarios, también de Orlando Rojas, la cual me encantó, para mí está entre las grandes películas del cine cubano. También formé parte del elenco de La vida en rosa...
«En la televisión llevaba adelante un protagónico, La hora de las brujas, pero también participaba en otros infantiles: La pícara cocinera, Pocholo y su pandilla; en la serie Por amor, en telenovelas…, mientras seguía con el grupo Teatro Estudio (Yerma, Casa de muñecas, Cuentos del Decamerón), el Rita Montaner (La querida de Enramada, Burgueses, Al que le tocó, le tocó, Sibila, mi amor), Teatro El Público (La cueva, Los ciervos, La boda)... Estaba a tope...».
—¿De qué manera conseguiste abrirte paso en España?
—Llegué a España invitada a una Semana de Cine en Mallorca y luego pude participar con un pequeño espectáculo en una especie de feria de teatro que se desarrollaba en Barcelona —ya no se organiza. Después quise conocer la nieve y también me quise quedar a probar. Resultó muy difícil empezar de cero —cuando pude empezar—, porque hubo por lo menos unos cinco años en los que me fue imposible.
«Solo tras ese período aparecieron papeles pequeños que asumí como los más grandes protagónicos de mi vida. Ahí aprendí eso, que suena tanto a frase hecha, de que no existen personajes pequeños ni grandes, sino buenas o malas interpretaciones. Aprendí a darle mucho valor a la guerra, a las batallas que uno debe librar a diario. Nada era como en Cuba, donde todo fluía y jamás tuve que trabajar de camarera ni limpiando casas para poder pagar mi carrera ni para trabajar como actriz. Así que me enfrenté al mundo real. Fue duro, duro».
—¿Cómo se soportan cinco años así, sobre todo después de que ya se es una actriz reconocida?
—Teniendo muy claro lo que quieres. Aunque no lo esté intelectualmente en tu cabeza, en lo emocional debes saber por qué estás apostando. Después hay que ser muy humilde y agradecer esos momentos complejos, porque te enseñan de la vida, pero también para actuar, para poder conocer ese tipo de personajes degradados, deprimidos, necesitados. Creo que debo agradecer por esa mala época en la que lloraba mucho, no diré que estaba contenta. No obstante, decidí no tirar la toalla».
—¿Cuándo empezaste a ver la luz?
—La luz ya me iluminó con esos pequeñísimos papeles, de los que pensé que no iba a salir, mas me sentía dichosa. Un buen día me llamaron para un personaje fijo en una serie, Javier ya no vive solo, dirigida por Emilio Aragón, quien además la protagonizaba. Emilio es un compañero, de verdad, impresionante, pero yo estaba muy asustada: hacía cinco años y medio que no me ponía delante de una cámara y me daba mucho pudor ser «normal», como si no mereciera estar ahí; era algo sicológico, un poco raro. Y, claro, en la segunda temporada no me usaron. Ahí sobrevino de nuevo un bajón, ya vivía en Madrid y trabajaba aplicando encuestas por la calle, poniendo pegatinas, haciendo lo que apareciera.
«Fue Luis San Narciso, el director de casting de Javier ya no vive solo, quien me volvió a llamar para la película Volver, de Pedro Almodóvar. Me seleccionaron y también me autopresioné, estaba superasustada. Hay que tenerle miedo al miedo. El miedo es paralizante... Rodé Volver, pero no sucedió nada extraordinario, aunque sí me colocó en la mira de muchos directores.
«Vino entonces la crisis en España y me fui por unos meses a Estados Unidos que se convirtieron en unos años en Miami. Otra experiencia difícil. Estoy convencida de que no la repetiré: profesionalmente la pasé muy mal a pesar de que no me faltaba trabajo como actriz. Regresé a Madrid para convertirme en la Sole de Vis a Vis, un personaje bello, un bombón que defendí en cuatro preciosas largas temporadas. Estoy muy agradecida a los creadores de la serie, a los guionistas, a los directores, porque fue un lujazo, de verdad».
—El extraordinario viaje de Celeste García, Mejor Largometraje de Ficción en Gibara, ha significado tu retorno en grande al cine cubano...
—Me enamoré del guion cuando Arturo Infante, el director, y Claudia Calviño, la productora, me lo enviaron. Después vine a rodar a La Habana y me encantó la experiencia, trabajar con muchachos jóvenes y supertalentosos que yo no conocía. Me hablaban de «usted», y pensaba: «¿Será que me ven muy mayor?» Es muy lindo ser parte de un ambiente creativo especial.
«Desde 2003 no filmaba aquí, después de Las noches de Constantinopla (Orlando Rojas) y de Frutas en el café, de Humberto Padrón, la primera película independiente que se hizo en Cuba, un proyecto en el cual, junto a Jorge Perugorría, hacíamos una pareja de escándalo».
«A El extraordinario viaje... le ha ido muy bien en festivales, ha obtenido premios muy importantes, los más recientes en Gibara: mejor película y mejor actuación femenina… Ha sido tremendo, estoy muy agradecida a Claudia, a Arturo, al equipo. La rodé en unas condiciones un poco complicadas de salud, pues hacía 33 días que me había operado, pero todos me cuidaron con amor y esmero. Sin dudas, soy una persona excesivamente sensible, pero ahora sé que también soy muy fuerte, muy capaz.
—¿Crees que El extraordinario viaje... será la puerta hacia otros proyectos? ¿Te gustaría que fuera así?
—Me encantaría. Siempre he querido trabajar en Cuba. Cuando me encontraba con Laura de la Uz en España o yo venía, y ella me comentaba que estaba haciendo una película, de manera invariable le preguntaba: «¿No habrá un personajito para mí, aunque sea pequeñito? Si te enteras me avisas», pero no se dio. Es que resulta tan fantástico, tan agradable, es como volver al útero, y eso me hace sentir especialmente feliz