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Raúl Roa García, el buen humor no pasa de moda

El nombre del querido diplomático cubano aparece entre otros periodistas y escritores de la talla de Pablo de la Torriente Brau, Nicolás Guillén, José M. Carballido Rey, Miguel de Marcos… en una antología titulada Cuentos cubanos de Humor, cuyo prólogo y selección fue realizado por Samuel Feijóo

Autor:

JAPE

Sí, se trata del Canciller de la Dignidad, el querido diplomático que se ganó el aprecio del pueblo cubano y la admiración de todo el mundo. Él es el invitado especial de Los Regañones No. 59 y por supuesto que no dedicaré tiempo ni espacio a hablar de su obra y trayectoria como destacado político e intelectual, que todos conocemos y siempre nos fascina.

Quiero llamar la atención sobre algo que es conocido (quizá no tanto), pero que me place mucho traer a colación porque estamos muy cerca de comenzar la Serie Nacional de Béisbol y el Torneo Provincial de Softbol de la Prensa. Hablo del inseparable y particular sentido del humor de Raúl Roa, su amor y fanatismo por el béisbol, o dicho en buen cubano, por la pelota, incluso por la pelota de manigua, y los conocedores saben a qué me refiero.

El nombre de Raúl Roa (1907-1982) aparece entre otros periodistas y escritores de la talla de Pablo de la Torriente Brau, Nicolás Guillén, José M. Carballido Rey, Miguel de Marcos… en una antología titulada Cuentos cubanos de Humor, cuyo prólogo y selección fue realizado por Samuel Feijóo.

Sobre el tema del humor en la prensa y la literatura, Feijóo señala: «En la seudorrepública el humor continuaba dominando la prensa menor y aun la mayor, como La caricatura. En la prensa diaria se hallaban siempre amenas crónicas y alguna que otra alegre caricatura, copla, letrilla. En la Política cómica abundaban los episodios chuscos, los “cuentos despampanantes”, el “choteo” y el desparpajo morrallero, ya con una cantidad de jerga cubiche, y la temática cubana del narrador popular. Pero el verdadero cuento de humor no acaba de surgir como estilo de un verdadero prosista. Fue así hasta la aparición de Miguel de Marcos, cuyos Cuentos pantuflares se cargan de humor de principio a fin. (…) Junto a él descuellan otros cuentistas de humor como el valiente Pablo de la Torriente Brau, Carballido Rey, con algún que otro toque preciosista-socarrón del agilísimo Raúl Roa, de variadora prosa cubana, urticante y elástica».

Para acercarnos un poco más a esta particularidad de nuestro insigne diplomático les muestro algunos comentarios de personas que estudiaron o conocieron personalmente su auténtico sentido del humor y la pasión por nuestro deporte nacional recogidos en un profundo texto titulado Homenaje al Canciller de la Dignidad en su 113 Aniversario: Desordenado, inquieto y brillante: breve aproximación a Raúl Roa García, que fuera realizado por Hassan Pérez Casabona, en 2020, perteneciente al Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana.

«Una de las características inherentes a su personalidad fue el sentido del humor que puso de manifiesto en las más inverosímiles situaciones. Varios de sus amigos y colaboradores siempre han contado diferentes anécdotas sobre este particular (González Bello, 1999)».

«Su pasión por la pelota es también antológica. Son innumerables los testimonios que dejan constancia de esa relación particularmente intensa con nuestro pasatiempo nacional (Codina, 2012 y Sené, 2018).

En dicho texto se hace una semblanza que, más que comentario, es una impecable fotografía de nuestro especial invitado: «Roa vistió de trajes en salones de encumbrado protocolo, pero jamás abandonó los atuendos culturales aprehendidos junto a muelles y solares. Ese acervo, que no se adquiere por imitación, fue en el léxico beisbolero que tanto empleó, su mejor lanzamiento, una mezcla vigorosa y refinada de las rectas y sliders de José de la Caridad Méndez, “el Diamante Negro”; Adolfo Luque, “Papá Montero”; Conrado Marrero, el “Guajiro de Laberinto”, o Martín Dihigo, “El Inmortal”».

La pelota

(fragmento)

Nunca podré olvidarme de aquella resplandeciente mañana de agosto de 1920. Es una fecha estelar en mi humilde biografía. Se inauguraba el campeonato infantil de pelota en Víbora Park. Cuatro equipos se habían inscripto en la Liga Amateur de Pantalones de Bombache, para disputarse, en limpia lid, la copa de oro donada por Fidencio Rodríguez: Los Mancos, Los Miopes, Los Mataperros y Los Manigüeros. Yo, resulta obvio aclararlo, figuraba en el último y era, parece obligado añadirlo, la estrella del team. Más aún: era un pelotero all around. Lo mismo servía para birlarme una base que para tocar la plancha, volar la cerca, disparar curvas diabólicas, raspar en el campo corto o cerrarles el paso a los jonroneros en lo más profundo del center field. El eco de mis proezas aún resuenan, con homéricos timbres, en las crónicas deportivas de la época.

La tarde de la víspera, de la fausta mañana que hoy evoco, nuestro mánager, Ruperto Mayabeque, nos reunió en el umbroso y fragante traspatio de su casa. Era un hombre menudo, magro, simpático, efusivo y locuaz. Gustábale sobremanera embriagarse con menta helada. Su prolongada soltería lo había inclinado por la suave pendiente de las aventuras fáciles y baratas. Manejadoras y cocineras constituían su caza mayor, aunque a veces, solía atrapar alguna obesa y climatérica gallina de casa particular, por lo común tías hartas de celibato. Leía mucho: sobre todo folletines picúos, novelas policiacas y relatos picantes. Sus «artistas» preferidos eran el vaquero William Hart y la vampiresa Theda Bara, sombras ya difuminadas del cine silente. Pero Ruperto Mayabeque era, asimismo, un mánager de calidades egregias y de enciclopédicos conocimientos.

Cabe decir que, en punto de pelota, sabía hasta donde Ty Cobb y Connie Mack empezaban a ignorar. Hubiera podido llegar hasta las mayores si fuese más modesto de lo que es. Aún vive, ya renqueante y casi ciego y, desde luego, en la prángana. Sugiérole a Sergio Varona, paradigma de almas nobles, que le organice una cuestación entre los fanáticos. O, si prefiere, un festival deportivo en que participen gloriosos sobrevivientes, como Raúl Alfonso Gonsé y José Manuel Valdés Rodríguez, de los idílicos tiempos en que «pisando y pisando la ventaja era para el corredor».

Raúl Roa

Cuentos Cubanos de Humor.

Editorial Letras Cubanas, 1979

Selección Samuel Feijóo

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