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La conexión militar con los gestores de las tecnologías de punta (I)

Las empresas tecnológicas y las fuerzas armadas de Estados Unidos están cada vez más interrelacionadas como consecuencia de la financiación gubernamental de los proyectos, las investigaciones y las infraestructuras de interés comunes

Autor:

Fernando M. García Bielsa

Las empresas tecnológicas y las fuerzas armadas de Estados Unidos están cada vez más interrelacionadas como consecuencia de la financiación gubernamental de los proyectos, las investigaciones y las infraestructuras de interés comunes. Por su naturaleza e incidencia en el desarrollo de los implementos bélicos modernos, el sector de las industrias de tecnologías de punta ha devenido un componente esencial del Complejo Militar-Industrial (CMI).

En una nueva era, cuando se requiere y se impone la necesidad de contar con armamentos y equipos bélicos de precisión y computarizados, no es posible tener un entendimiento cabal de las fuerzas armadas estadounidenses en la actualidad sin realizar un análisis de su profunda conexión con la industria tecnológica.

Este es un sector que ha adquirido un poder supranacional en varios ámbitos. Algunas ramas de esa industria determinan qué contenidos circulan en las redes y en los medios, cuales deben compartirse, o suspenden cuentas de usuarios permanentemente por razones políticas, pero es menos conocido que los gigantes tecnológicos del sector y muchas nuevas empresas de alta tecnología están fuertemente influenciados o al servicio del Complejo Militar-Industrial.

La reputación de este sector industrial como liberal es engañosa. La asociación de muchas de esas empresas con posiciones de derecha es clara. La relación cada vez más pública de Silicon Valley con el Pentágono no es algo espontáneo. Nunca existió realmente, al menos no de manera significativa, una desconexión entre el Departamento de Defensa y los emporios y sedes de algunas de las empresas tecnológicas estadounidenses más grandes del mundo. En la actualidad esa conexión aumenta y deviene obligatoria.

Los amplios y constantes fondos gubernamentales de la era de posguerra, y especialmente los contratos militares, impulsaron tempranamente la industria tecnológica estadounidense. El desarrollo del emporio tecnológico de Silicon Valley fue creado en ese contexto, con la ventaja de una base de investigación científica especializada en universidades de la zona, para servir al Gobierno en la perspectiva del empoderamiento y proyección del sector militar.

Durante la mayor parte del último siglo, la economía y cultura de esa región de California, y de otras similares, se han visto impactadas por lo que podría denominarse el complejo militar-industrial-universitario. Durante la Guerra Fría, el Pentágono ayudó a construir la industria informática al adjudicar abundantes fondos y contratos militares en campos como la electrónica de las microondas, la producción de misiles y satélites, y los semiconductores.

La Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada del Departamento de Defensa (DARPA) desempeñó un papel crucial en financiar la investigación en informática que dio lugar a la creación de ARPANET, precursora de Internet.

Un elemento relacionado al cual no se le ha prestado la debida atención es el impacto del desarrollo y atractivo de las industrias militares como succionadoras de profesionales de los que están carentes algunas ramas de la economía civil. Esa especie de fuga de cerebros es a la vez una gran tragedia y el mayor éxito de la industria bélica. Solo Lockheed Martin emplea a casi 50 000 científicos e ingenieros.

Las empresas tecnológicas de Estados Unidos están mostrando su entusiasmo por el sector de defensa y mantienen contratos con el engranaje más profundo de los organismos de Seguridad, Defensa e Inteligencia del Gobierno federal. Entre tales empresas se cuentan también las de tres de los empresarios más poderosos del mundo: Elon Musk (red social X, Tesla y SpaceX), Jeff Bezos (Amazon y The Washington Post) y Mark Zuckerberg (Instagram, Facebook y WhatsApp). El gasto del Pentágono se dirige, cada vez más, a grandes compañías tecnológicas, como Microsoft; la empresa matriz de Google, Alphabet, Oracle e IBM.

Microsoft es un importante proveedor de servicios en «la nube» y de inteligencia artificial para el ejército israelí, según documentos internos relacionados con los contratos del Ministerio de Defensa israelí. Esos tratos con el ejército israelí son parte de un patrón entre los gigantes tecnológicos estadounidenses, lo cual los hacen cómplices del genocidio en Gaza.

La vasta campaña de censura y supresión lanzada por las empresas tecnológicas estadounidenses desde el 7 de octubre de 2023 ha sido a la vez sistemática y deliberada. Instagram, Facebook, X y otras plataformas y empresas tecnológicas como Google, Microsoft y Apple han trabajado activamente para silenciar la información sobre el genocidio en Gaza. El disenso contra las políticas o las personas que permiten estas decisiones suele recibir una reprimenda rápida en forma de pérdida de empleo.

La creciente demanda del Pentágono de tecnologías creadas en Silicon Valley, se ve reforzada por los conflictos actuales en Ucrania y Gaza. Este vínculo no ha hecho más que intensificar la fijación militar lucrativa del sector tecnológico.

En el proceso, esas grandes corporaciones se han vuelto menos tolerantes con el disenso: como cuando los empleados de Google y Amazon cuestionaron la participación de las empresas en el Proyecto Nimbus, un plan conjunto para suministrar servicios tecnológicos al Gobierno israelí, Google despidió a más de 50 empleados por participar en las protestas.

Muy significativo fue también el alcance de las manifestaciones estudiantiles ante el genocidio en Gaza; protestas que también denuncian la colaboración de muchos de los centros de enseñanza superior en los esfuerzos bélicos y/o con contrapartes israelíes.

Captar la innovación tecnológica en su origen

En los últimos 20 años, el Departamento de Defensa y 17 organismos gubernamentales de Estados Unidos que, en conjunto, son conocidos como la comunidad de inteligencia estadounidense, han intentado captar la innovación tecnológica en su origen: Silicon Valley. Agencias militares y de espionaje lo han logrado también mediante su presencia asidua o cercana y con la creación de puestos de sus entidades en la costa oeste del país. Además, con la organización de una junta asesora de alto perfil que vincula al Pentágono con grandes empresas tecnológicas; y la coordinación de cumbres, foros y reuniones privadas con inversores.

El secretario de Defensa durante el Gobierno de Obama, Ash Carter, creó un puesto del Pentágono a menos de tres kilómetros de distancia de Googleplex. La Unidad de Innovación de Defensa (DIU, por sus siglas en inglés), fue creada en agosto de 2015 para identificar rápidamente a empresas que desarrollan tecnologías de vanguardia y que podrían ser útiles para las fuerzas armadas, e invertir en ellas. Por esa vía el Pentágono financió empresas especializadas en inteligencia artificial, sistemas robóticos, análisis de mega datos, ciberseguridad y biotecnología.

Algunas empresas se crearon para transferir tecnologías emergentes del sector privado a las agencias militares y de inteligencia de Estados Unidos, respectivamente. Fue desarrollado por la firma In-Q-Tel, por ejemplo, un programa informático que conectaba imágenes satelitales con fotos aéreas para crear modelos tridimensionales de la superficie de la Tierra. El programa podía básicamente crear un mapa de alta resolución de todo el planeta. También se menciona el proyecto Maven, para el despliegue de algoritmos computarizados a las zonas de guerra para posibilitar golpes y acciones con drones de una mayor precisión.

Otras se especializan en extraer datos de las redes sociales y varias plataformas de internet, recopilación de mensajes de redes indexados geográficamente, y que recolecciona datos de satélites, radares, drones y diversos sensores.

Hay mucho en juego ahora, dada la prisa constante por desarrollar armamento impulsado por inteligencia artificial y por lograr mayores niveles de letalidad en la guerra. El apoyo gubernamental es considerado imprescindible. En varias ocasiones la Casa Blanca ha recibido algunas de estas y otras de las empresas de defensa para hablar sobre las tecnologías de campo de batalla utilizadas contra Rusia en la guerra.

Con esas tecnologías avanzadas, la utilización de sofisticados algoritmos y los avances en la capacidad de procesamiento necesarios para alimentar y sostener esos sistemas de inteligencia artificial, se potencian la precisión y la capacidad destructiva de las armas modernas.

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