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Hasta el momento no es necesario cerrar las fronteras cubanas

Tres estrictas líneas de vigilancia existen en las terminales del Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana que ayudan a enfrentar el nuevo coronavirus COVID-2019

 

Autor:

Monica Lezcano Lavandera

Las terminales del Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana, mantienen un flujo constante de pasajeros, muchos de ellos con medios de protección como nasobucos y guantes. A su entrada al país, todos son examinados, de manera tal que ninguna persona con síntomas febriles y respiratorios ingrese al territorio nacional sin haber sido analizada como corresponde.

Así lo pudo comprobar este jueves un equipo de Juventud Rebelde durante un recorrido por la terminal 3 de esta instalación, donde se refuerzan las medidas para identificar los posibles casos de infectados con el nuevo coronavirus COVID-19 a raíz de la confirmación de los tres primeros casos en la Mayor de las Antillas.

Mientras transitamos con confianza —como mucho de los viajeros— cada uno de los sitios, dialogamos con Jorge Luis Bubaire, jefe de Aduana del Aeropuerto, llega la respuesta a la primera de nuestras interrogantes —y también de cientos de comentarios de la población—: ¿por qué no se cierran las fronteras?

«Hasta el momento, con las medidas de control que se están tomando de manera rigurosa en nuestros aeropuertos, no es necesario cerrar las fronteras ni limitar la entrada de determinados turistas al país, ni disminuir la cantidad de vuelos; pero que sí se profundiza la supervisión en los pasajeros que provienen de las naciones con mayor incidencia del coronavirus», asegura.

Bubaire apunta que «para dar respuesta a cualquier tipo de sospecha contamos con un plan que establece medidas organizativas, de preparación y de control, asegurando la disciplina estricta en el cumplimiento de las medidas establecidas por el Ministerio de Salud Pública (Minsap)».

Asimismo, señaló que existen todos los medios de protección necesarios para cuidar la salud del personal de la Aduana equipado con nasobucos —que se cambian cada tres horas— y guantes —que se desechan luego de recibir a los pasajeros de cada vuelo—, y que los oficiales reciben preparación y atención para este tipo de eventualidad, sin descuidar el trabajo principal de la Aduana que tanta importancia tiene para el país.

Salud en tres líneas de viglancia

La licenciada Ana María Pérez Gómez, coordinadora de Control Sanitario Internacional, explica que al arribo de cada aeronave acude el médico como autoridad sanitaria y se entrevista con la tripulación. Le solicita al capitán la Declaración General de Sanidad e inquiere sobre la presencia de signos o síntomas de la enfermedad en algún viajero para darle la plática libre a la aeronave. Si todo es negativo, se autoriza la salida.

Luego se realiza la inspección de la aeronave por un inspector de frontera. Si existe un caso sospechoso, el protocolo establece que el pasajero se ubique en la parte final del avión, se coloque una escalera en la puerta trasera para que se traslade en el SIUM a la sala temporal de aislamiento en el aeropuerto, se proceda a la encuesta epidemiológica y a la evaluación clínica del pasajero.

Posteriormente se le solicita al Sistema Integrado de Urgencias Médicas (SIUM) nacional que lo traslade a las instalaciones hospitalarias designadas para ello: Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí, para los adultos; los hospitales Ángel Arturo Aballí y Juan Manuel Márquez, para los menores y el Hospital General Docente Enrique Cabrera, para las embarazadas.

«Una de las fortalezas con las que contamos la de tener la información adelantada de la lista de pasajeros para identificar si proceden de los países de mayor riesgo: China, Japón, Irán, Italia, Corea del Sur, Francia, Alemania, España y Estados Unidos hasta estos momentos», refirió Pérez Gómez.

En una segunda línea de vigilancia, se disponen los sensores de temperatura que identifican cualquier temperatura superior a los 37 grados. Para ello también existe personal de enfermería pendiente para realizar la observación de algún signo o síntoma que pueda tener el pasajero y que levante sospechas, comentó Marta Delgado, especialista en Medicina General Integral.

«Al activarse la alarma, inmediatamente esta persona se aísla del flujo de pasajeros y se constata su temperatura, con un termómetro digital. De confirmarse sospechoso, se activa el protocolo», puntualizó la doctora.

La tercera línea de vigilancia implica que el pasajero, conscientemente, llene la declaración de sanidad del viajero, y dejar constancia de sus datos personales como nombre y apellidos, número de pasaporte, la dirección o el lugar donde va a radicar durante su estancia, si se ha sentido enfermo y en qué país ha estado en los últimos 30 días.

Esta vigilancia, indicó el doctor Lautaro Fuentes, jefe de equipo del equipo médico, se recoge diariamente y se pasan luego a las áreas de salud, donde el médico de la familia se encargará de chequear, por 14 días, al viajero.

Control estricto sin brechas

Para viajeros como Mathew, de Canadá, los controles que establece el gobierno de Cuba aseguran la salud de todo el pueblo, y de los propios pasajeros extranjeros. Por su parte, el argentino Roberto resalta la amabilidad con que el personal le realizó las preguntas y estuvo atento a su estado de salud.

El examen riguroso a pasajeros como ellos ponen en evidencia la vigilancia epidemiológica ininterrumpida que se realiza en la frontera, como actividad fundamental para evitar que se propaguen enfermedades transmisibles como la COVID-19. No obstante, se debe recalcar que para aislar a un pasajero depende de la sintomatología que presente al entrar al país.

«En el caso de los ciudadanos italianos que dieron positivo al virus, no presentaban síntomas en el momento de su arribo a Cuba, por lo que resultaba muy difícil identificarlos en ese momento. Los protocolos se cumplieron en este caso, y en el resto de los pasajeros que hacen entrada por nuestro aeropuerto», aseguró el Jefe de Aduana del Aeropuerto Internacional José Martí.

Fotos: Roberto Suárez.

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