Las sociedades que más han logrado subsistir han sido las más solidarias y no las más agresivas, advirtió Manuel Martín Serrano en La Habana, ante cientos de participantes en ICOM 2013. Autor: Fernando Medina Publicado: 21/09/2017 | 05:42 pm
Manuel Martín Serrano se levanta en toda su corpulencia. Se encuentra en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, en el podio de los rectores, donde acaba de dictar la conferencia Mediaciones del conocimiento y de la información que humanizan y deshumanizan, y acaban de entregarle la distinción especial de Profesor Invitado de la Universidad de La Habana.
Una multitud de jóvenes se acerca a él. Son participantes en el VII Encuentro Internacional de Investigadores y Estudiosos de la Información y la Comunicación ICOM 2013, que reúne a delegados de España y varios países de América Latina. «Una foto, una foto», piden los muchachos, y otros le extienden el ejemplar de alguno de sus libros para que lo firme.
A cierta distancia se nota lo que en verdad ocurre: la evanescencia de los protocolos. Pues mientras los estudiantes lo abrazan y el profesor se deja fotografiar, los académicos y periodistas se mantienen de pie ante sus butacas en señal de respeto. Serrano se inclina ante los muchachos que tiene más cerca. «¿Y tú de dónde eres?», pregunta con su fuerte ceceo hispano. Al oído le susurran su país de origen, él lanza una exclamación y repite la interrogante a otro joven en medio de los resplandores de los flashes.
Las causas de la escena subyacen en una razón secreta y compartida. Porque Manuel Martín Serrano resulta una especie de ángel tutelar que acompaña a todo profesional e investigador de la comunicación social a lo largo de su vida. Aparece en sus años de universitario y no lo abandona más, y en este maremágnum de Internet, blogs, Facebook, Twitter, videos en Youtube y celulares; de periódicos, libros y revistas que dejan de ser de papel para convertirse en sitios y archivos digitales; de televisoras transnacionales y de avalanchas informativas, que de tanta «noticia» terminan por desinformar o deformar, Serrano es una de las figuras a la que se regresa una y otra vez para develar, a través de sus libros y ensayos, la lógica de lo que ocurre hoy con los medios.
Al menos en Iberoamérica es uno de los autores más citados en todos los estudios de Comunicación, y en medio de tanta mención los jóvenes lo llegan a ubicar como esos familiares que viven lejos de casa y nunca se ven, pero que de tanto hablar de él terminan por quererlo. Así ocurre y los muchachos tienen ahora la oportunidad de conocerlo en persona.
Las advertencias del padre
Fundador del Departamento de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, Doctor en Filosofía por esa casa de altos estudios en 1971 y doctorado en Ciencias y Letras Humanas por la Universidad de Estrasburgo en 1974, Manuel Martín Serrano comenzó a estremecer los estudios sobre los medios en la década de los 70 con un libro, La Mediación Social. Años después aparecería La Producción Social de la Comunicación, para muchos su obra cumbre, y donde el autor —en medio de una vasta producción de artículos y volúmenes— sentó las bases para entender la lógica que rige la comunicación dentro de la sociedad.
Desde ese entonces se le reconoce como el padre de la Teoría de la Mediación Social en Comunicación, un cuerpo de ideas que analiza los vínculos, muchas veces ocultos, de la interrelación de los seres humanos y la sociedad con el intercambio de información. En su tercera juventud, como él afirma, reconoce la persistencia de una vieja pregunta: «¿Qué se puede esperar de la comunicación para tener un mundo mejor?».
En su conferencia dio algunas respuestas, que más bien constituyen alertas: «Las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) sirven para la emancipación, pero también para reforzar el control y el dominio sobre los humanos, y eso generará contradicciones en un mundo interconectado». O esa, que debió provocar retortijones a más de un afiliado a la competitividad a ultranza: «Las sociedades que más han logrado subsistir han sido las más solidarias y no las más agresivas». Sencillas palabras, enhorabuena. Algún tecnócrata debe estar revolcándose en la tumba.
¿En qué sociedad estamos?
Concluida la sesión de fotos, una segunda ola se dirige a Serrano. «¡Ah, la prensa! —exclama—. Vengan, vengan». Y se acomoda en el borde de la butaca con los brazos sobre los muslos y el cuerpo inclinado hacia delante. De la irreverencia juvenil y las cámaras de aficionados, se pasa al cerco de los micrófonos y las videograbadoras profesionales. El profesor español repasa a todos los periodistas y dice: «Pues, bien... pregunten».
A la interrogante sobre en qué sociedad estamos, él encoge los hombros. «¿Sociedad de la información, del conocimiento, posindustrial? ¿Cuál es el calificativo más cercano a la realidad?», lo interrogan. «Todas pueden ser válidas —dice—. Lo importante es que las denominaciones no permitan olvidar que esta es una sociedad capitalista-monopólica-globalizada. Después podemos hablar de muchas cosas más; pero eso tiene una condición determinante de cómo funciona.
«Hoy hablamos de un mundo donde se utilizan unas tecnologías para relacionarse y que, para bien o para mal, nos están conduciendo por una manera de funcionar. Y eso origina otro sujeto humano. No hablamos de la próxima generación ni nada por el estilo. Yo creo que la comunicación ha participado en tres momentos de la historia de la humanidad. Uno, cuando aparecieron las memorias externas. Otro cuando surgió la posibilidad de multiplicar los materiales comunicativos con la imprenta y otros medios. Y el tercero es ahora, con la capacidad de conexión y ampliar las redes entre las personas a través de las tecnologías de la comunicación. Es un proceso que está comenzando, y tiene unas dimensiones sociohistóricas importantísimas».
¿Consenso para qué?
Serrano no permanece mucho tiempo sentado. Luce un chaleco oscuro y una camisa de color naranja, de cuyas mangas sobresalen unas manos grandes y fuertes. También muestra su lado burlón y provocativo tras ser interrogado sobre cómo construir consensos y hegemonías, cuando hay tanto acceso social a la información y la comunicación.
Él junta las manos a la cintura: «¿Y para qué construir hegemonías?... O consensos», se insiste. «¿Y para qué construir consensos?», riposta el profesor. «¿No hace falta construir consensos?», indagamos. «Sí, por descontado
—aclara Martín Serrano—. Lo que quiero decir es que a veces construir disensos es tan importante como construir consensos, pero no puede ser un principio que impida entender cuál es el tema real de la comunicación. Existen muchos puntos de vista para informar lo que en verdad acontece. Ahí es donde hay que ver. Dependerá de los criterios de relacionar lo que acontece con el modo de presentar el mundo. Si tu representación de la realidad está o no está de acuerdo con la del resto de los colectivos, de las personas, pues no hay ninguna fórmula para crear consensos. Por eso, tal vez para encontrarla, el mejor modo sea relacionar lo que ocurre y los valores manejados a la hora de comunicar».
—¿Si usted dirigiera un medio de prensa, qué haría para que este se adaptara a las TIC?
—Encontrar su hueco. Si es un medio de prensa tradicional —un periódico de papel, por ejemplo—, hay funciones que ese cumplirá, pero de otra manera. A lo mejor si se valora que el enorme fluido de información genera desconcierto o saturación, pues entonces es posible que otro tenga su espacio con una visión más detallada de lo acontecido. Eso, en mi opinión, no va a cambiar.
Una declaración de amor por celular
«Nos encontramos en el comienzo de una nueva etapa histórica —insiste Serrano—. Hablamos de dinámicas que durarán siglos y tenemos el privilegio de ver su comienzo. ¿Cómo será el final? Pues no lo sé, no poseo la bola de cristal. A veces no se tiene idea del problema. Se dice que la comunicación es importante porque ahí están los medios. Correcto, pero el problema es más complicado. Es importante que se estudie porque la vida se reconstruirá desde las tecnologías de la información.
«Ya ocurre, por ejemplo, en la manera de relacionarse las personas. Lo veo a diario. Tengo una anécdota algo risible, pero da una noción. Daba yo una clase y noto que una joven hablaba por un celular con un muchacho, que estaba en el mismo lugar pero a cierta distancia. Por los gestos me doy cuenta de algo. (Se inclina y baja la voz en un susurro). Que el estudiante le estaba haciendo una declaración de amor a la chica por un móvil.
«Eso da nota del cambio que transformará la vida cotidiana. Ando constantemente con jóvenes y veo el peso que Internet tiene en ellos, y de cómo están transfiriendo zonas de su vida individual a los medios y tecnologías de la comunicación. Es decir, tenemos el privilegio de estar en el comienzo de ese contexto, y las opciones son muchas, como en toda revolución tecnológica. Y todo ello resulta fascinante para los que nos dedicamos a la teoría; es un regalo de reyes estudiar ese comienzo. Los temas sobran por todas partes, y el que no haga nada es porque no quiere o, sencillamente, porque no sabe».