La elaboración de los alimentos es una actividad que realizan las internas, lo que asegura su calidad. Autor: Roberto Suárez Publicado: 21/09/2017 | 05:33 pm
Tiene siete meses de nacida y no deja de balbucear, de enseñarnos sus diminutos dientes, de querer gatear. Tiene mucha energía, dice Dorelys Montalvo, su mamá. Luego de los ejercicios que ella le hace sobre una toalla en el piso Maía Nilien debe dormir, pero no es seguro; tal vez siga con deseos de jugar.
Una sensación de dolor y a la vez gratificante resulta de verlas a las dos, madre e hija, regalándose amor y disfrutando del tiempo juntas. Sobrecoge este cuadro feliz, en condiciones tan «extrañas» para la convivencia de una madre y una hija. No es posible ignorar, pese al enternecimiento al que invita la escena, que Dorelys vive hace un año y seis meses en la Prisión de Mujeres de La Habana, situada en la localidad de El Guatao, en el municipio capitalino de La Lisa.
Se tienen una a la otra todo el día; la bebé crece sana y fuerte, aunque su mamá no puede llevarla en coche a un parque infantil, ni visitar a sus amigas y familiares, como tampoco escoger la ropa y los juguetes de su niña en una tienda.
—Eso puede hacerlo una madre allá afuera, en la calle —me dice Dorelys.
En ese instante vemos que sus ojos se nublan y seguramente su imaginación vuela lejos y logra visualizarse en el futuro, de paseo con su pequeña y su padre, quien también cumple sanción de privación de libertad en otro centro penitenciario.
«Me quedan cuatro años de sanción —añade— o tal vez menos, según mi conducta. Cometimos un error hace un tiempo y lo estamos pagando caro, no solo por estar privados de libertad, sino también por lo que estamos dejando de vivir con la niña en la primera parte de su vida».
Afortunadamente, agrega Dorelys, la realidad no es como la pensó. «Tuve miedo cuando supe que estaba embarazada, porque creí que no podría tener a mi bebé conmigo aquí. Pero todo ha estado bien; los médicos me atendieron durante el embarazo, con las pruebas, la dieta y los medicamentos que necesité; di a luz en Maternidad Obrera y ahora están al tanto de Maía, su salud y su bienestar».
Dorelys y su hija estarán juntas hasta que la niña cumpla un año, según establece el reglamento del Sistema Penitenciario Cubano. Será la abuela quien cuide a la pequeña hasta que sus padres puedan hacerlo.
Tendremos una vida normal, asegura la joven de 23 años. «No podemos tropezar dos veces con la misma piedra, y menos ahora. Retomaré mis estudios en la carrera de Psicología o trabajaré de secretaria, pues cuando concluya el curso aquí tendré mi certificado. Maía Nilien se lo merece».
Es el testimonio de una de las poco más de 400 internas que conviven en este centro penitenciario, uno de los 16 de media seguridad que existen en el país para las mujeres. Ella forma parte del 85 por ciento de la población penal que incurre por vez primera en un delito y, como las demás, reconoce que su vida ha cambiado de manera radical, no solo por su condición actual, sino por lo que ha reflexionado y pensado en este tiempo.
Conversar con Dorelys y algunas de sus compañeras le permitió a este equipo de reporteros conocer la realidad de un lugar que, como a otros similares en Cuba, no pocos le han colocado falsas etiquetas y epítetos indignos.
Por dentro… sin rejas
El Sistema Penitenciario Cubano garantiza el cumplimiento de las sanciones privativas de libertad, y a la par desarrolla diversos programas educativos para lograr la reinserción a la sociedad de quienes egresan de sus establecimientos y centros de estudio y trabajo.
El reglamento tiene su base legal en la Constitución de la República, en la Ley de Procedimiento Penal y en el Código Penal, explica la teniente coronel Sara Rubio Valdés, directora de la Prisión de Mujeres de La Habana, por lo que respetamos a todos los sancionados, hombres y mujeres, en su condición de seres humanos y ciudadanos de este país.
En el caso de la población penal femenina, añade, solo existen dos establecimientos de máxima seguridad y en estos, al igual que en el resto y también en los que ingresan hombres, desarrollamos numerosas actividades a las que los sancionados pueden sumarse, si así lo desean, pues la voluntariedad también es un derecho que respetamos.
En este centro la capacidad máxima es de 500 internas, detalla Rubio Valdés, y actualmente más del 60 por ciento de las que se encuentran aquí tienen entre 31 y 59 años de edad. Contamos con 12 colectivos de internas, y con un personal de trabajo integrado principalmente por mujeres. Por ejemplo, tenemos a las educadoras penales, en su mayoría jóvenes, quienes atienden de manera individual y diferenciada a 40 sancionadas, aproximadamente.
«Aquí, más del 60 por ciento de las internas cumple sanción por delitos contra el patrimonio, o sea, malversación y desfalco, además de otros como hurto, estafa, robo con fuerza y robo con violencia, en la mayoría de los cuales participan con hombres.
Nuestro régimen es progresivo, aclara, por lo que nunca tenemos el centro a plena capacidad. El objetivo es que, según la conducta manifestada, las mujeres puedan abandonarlo y pasar a otro con otras condiciones, antesala ya de su incorporación a la sociedad.
«Como en todos los establecimientos y centros penitenciarios, contamos con el Área de Ingreso, Observación, Evaluación y Diagnóstico, en la que un equipo multidisciplinario analiza la personalidad del interno, las características de su familia, sus antecedentes, y emite consideraciones.
«Es posible que una mujer sancionada a la pena severa de 15 años de privación de libertad no la cumpla en este centro, teniendo en cuenta su condición primaria; es decir, que sea la primera vez que comete un delito, que esté arrepentida de ello y que proceda de buena familia, entre otros factores».
La instrucción escolar en todos los niveles de enseñanza, rectorado por el Ministerio de Educación y el Ministerio de Educación Superior, así como la capacitación en diversos oficios y el trabajo socialmente útil son de las actividades o programas principales que se despliegan en estas instituciones, acota la teniente coronel Rubio Valdés.
«El trabajo, sabemos, influye en la transformación de la conducta, pues mediante este se construyen valores, hábitos, y se logran cambios en las personas. Por ello los internos también laboran en entidades estatales fuera de los centros y establecimientos penitenciarios, brindándole su aporte a la sociedad».
El 85 por ciento de quienes cumplen sanciones en la Prisión de Mujeres de La Habana, agrega su directora, están vinculadas a la capacitación en oficios, a través de los talleres de tejido, bordado, arte culinario, peluquería, manicure, servicios gastronómicos, corte y costura, y albañilería, con lo que no solo adquieren conocimientos, sino que ocupan su tiempo y se preparan para su vida futura.
Lo confirma Daina Rivero, de 46 años de edad, quien vive en este centro hace cuatro años y medio y debe cumplir una sanción de 15 años de privación de libertad por incurrir en el tráfico de drogas, o quizá menos, en dependencia de su conducta.
«Desde temprano ocupo mi puesto y hago artesanía de vidrio, fundamentalmente, gracias a lo que me enseñó una de mis compañeras, quien era vitralista. Los días pasan y yo estoy creando mis piezas, y así la espera por ver a mi hijo cada 21 días se hace un poco menos angustiosa», nos cuenta Daina.
Más del 50 por ciento de la población penal femenina de El Guatao está vinculada a labores productivas en entidades estatales, como son huertos de la agricultura y los talleres textiles, agrega la Directora del centro, y muchas de las internas que tienen nivel universitario de escolaridad fungen como profesoras en los distintos cursos, y también son ellas, si tienen el conocimiento, las que trabajan como cocineras, enfermeras y promotoras de salud, entre otras esferas.
Así lo confirman la ingeniera industrial Cattia Bagarotti, profesora del curso de Secretaria ejecutiva, quien ya ha cumplido 11 meses de su sanción de tres años; y Emelina González, de 53 años de edad, quien es licenciada en Economía y cuya sanción es de 14 años, de los que ha cumplido dos.
«Aquí se imparten muchos cursos de Computación, de Inglés, de Apreciación de las artes plásticas, de Culinaria, de Secretaria ejecutiva y, además, se dan clases para alcanzar el noveno y el duodécimo grados, a las que me sumo como profesora de Física.
«Me mantengo ocupada; ayudo a las demás y me siento útil. Así tengo cosas nuevas que contarles a mi hija y a mi nieto cuando vienen a verme cada 35 días, porque no me es nada fácil recibirlos aquí y hablar de mi error. Puedo decirles que hago cosas buenas, que me tratan bien, y les transmito confianza para que estén tranquilos, para que no se preocupen y para que vivan como debe ser, sin meteduras de pata», comenta Emelina.
La alimentación de quienes viven en este centro, como sucede en los demás, es garantizada por el país, afirma Rubio Valdés. «Recibimos los productos necesarios para que nuestras internas mantengan una dieta sana y balanceada, en la que nunca falta el plato fuerte, y con la que se cumplen los horarios de alimentación de cada día.
Salud y crecimiento espiritual, un derecho
El derecho a la asistencia médica y estomatológica también es respetado en las instituciones del Sistema Penitenciario Cubano, con la garantía de la atención de los especialistas y el suministro de los recursos y medicamentos necesarios.
Según el doctor Carlos Alberto Espinosa Carbonell, segundo jefe de Servicios Médicos de la Prisión de Mujeres de La Habana, las internas padecen por lo general de enfermedades crónicas no transmisibles, y se efectúan chequeos médicos con regularidad a ellas y a sus parejas, quienes acuden a los pabellones conyugales en la fecha que corresponde.
Las dietas médicas también son respetadas y garantizadas, afirma el galeno, y lo ratifica Emelina González, quien es diabética, y además de la leche y los alimentos asignados se hace los exámenes con frecuencia y tiene su glucómetro.
El doctor Marcel Batista insiste en que la salud mental es muy importante y en ello influye el Tai Chi, que se practica en el centro gracias a la voluntad de una de las internas, quien era profesora de esa especialidad. La motivación es vital, y podemos verlo en ellas, quienes además muestran los efectos positivos de esta actividad en su salud física también.
«Como parte de los derechos constitucionales de nuestro país está el respeto a la maternidad y los establecimientos y centros penitenciarios no están ajenos a ello. Es el Ministerio de Salud Pública quien rectora en nuestras instalaciones el Programa Materno Infantil, tal como se desarrolla en la sociedad, y seguimos de cerca el estado de salud de nuestras embarazadas y sus bebés», explicó Espinosa Carbonell.
Las veinteañeras Teresa Estrada e Ivón Baranis, con 31 y 21 semanas de gestación, respectivamente, han sido protagonistas de esos cuidados médicos.
«Recibimos las atenciones como todas las embarazadas; las mismas que recibí hace nueve años cuando fui madre por primera vez y por eso estamos tranquilas. Mi familia también lo está, porque cuando salgo de pase cada 60 días pueden comprobar que yo estoy bien y que mi hija también lo estará», comenta Ivón.
Desarrollamos también el programa Educa a tu hijo, subraya la teniente coronel Rubio Valdés, para preparar a las madres en el cuidado de sus hijos y en su formación en la edad preescolar.
«Después de cumplir un año, los bebés pasan al cuidado del familiar que la madre designe, y en caso contrario nuestro país cuenta con círculos infantiles para niños sin amparo filial, a donde llevamos a la madre todas las semanas para mantener el vínculo entre los dos. Estudiamos nuevas posibilidades para que permanezcan más tiempo juntos».
Como parte de los programas que se desarrollan en los establecimientos y centros penitenciarios, tenemos los culturales-recreativos y los deportivos, rectorados por el Ministerio de Cultura y el Instituto Nacional de Deporte y Recreación, detalló Rubio Valdés.
«La visita de Silvio Rodríguez y de artistas de la plástica como Kcho y Rancaño son un ejemplo de ello, y también la realización de talleres de teatro, canto, música y danza, mediante los cuales las internas tienen la posibilidad de desarrollar sus talentos en estas manifestaciones y de presentarse a competencias que efectuamos entre las distintas instituciones del Sistema Penitenciario.
«Otros programas sociales y comunitarios como el Acércate más, que lo realizamos en los territorios para romper con la mala imagen que muchas veces se tiene de los sancionados, es otro ejemplo. El derecho a rectificar existe y nosotros creemos en él».
Naciones distintas, tratamientos iguales
No hay diferencias entre cubanas y extranjeras. En la Prisión de Mujeres de La Habana se encuentran actualmente cumpliendo sanción 16 internas que proceden de otros países como México, Venezuela, Jamaica y Colombia, entre otros.
Precisamente de la nación del escritor Gabriel García Márquez pudimos conversar con Carolina Gálviz, de 30 años de edad, quien conoce este lugar al dedillo, pues ha vivido en él durante un quinquenio, de los 16 años que contempla su sanción por tráfico de drogas.
«Nos llevamos bien en esta área, y podemos cocinarnos nuestra propia comida según los gustos y costumbres de cada una, gracias a que nos hacen el favor de comprarnos los productos para elaborarla.
«Dos veces al mes mis padres pueden llamarme desde Colombia, porque aunque aquí tenemos acceso a la telefonía pública, es muy caro para mí comunicarme con ellos. Estudio en el curso de Gestión Comercial, leo mucho y participo en el grupo de bailoterapia. Eso sí, este lugar es muy tranquilo y aunque pudiera cumplir sanción en mi país, haría todo lo posible por quedarme aquí, porque lo que muestran las series de televisión de las cárceles de otros lugares es muy diferente a esta».
Maía y su mamá están siempre juntas pero, por un error del pasado, hay experiencias que no han podido disfrutar.
El estudio en los distintos niveles de enseñanza es una prioridad del Sistema Penitenciario Cubano y a él pueden acceder las internas si así lo desean.
Talleres de teatro, danza, música y canto son impartidos en los centros y establecimientos penitenciarios y en ellos las internas se sienten muy motivadas.
Las internas practican deportes y Tai Chi, lo que incide en su salud física y mental.
La elaboración de los alimentos es una actividad que realizan las internas, lo que asegura su calidad.
Debo cumplir mi sanción aquí y no en Colombia, pero lo prefiero aunque esté lejos de mi familia, porque lo que se conoce de las cárceles de otros países asusta mucho, asegura la colombiana Carolina Gálviz.