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La «supertormenta» global

La humanidad ha superado los límites del planeta y se enfrenta a un complejo escenario por el impacto de las crisis hídrica, alimentaria y energética

Autor:

Juventud Rebelde

La crisis hídrica

EL agua es fuente de vida y en general es un recurso renovable. «El agua que bebieron los dinosaurios millones de años atrás es la misma que hoy cae como lluvia», expresó Barbara Kingsolver en el sitio web de National Geographic. Tres cuartas partes de la superficie del planeta están cubiertas de agua, pero no es apropiada para uso agrícola ni para consumo humano o de animales. Tampoco lo es para muchos usos industriales. Menos del tres por ciento del agua del mundo es dulce y a veces se contamina debido a los vertidos industriales, agroquímicos y sanitarios,lo que perjudica la salud humana.

La crisis hídrica se acentúa por el cambio climático, los insostenibles patrones de consumo y la privatización del recurso. A esto se refirió el Doctor Ismael Clark, presidente de la Academia de Ciencias de Cuba, al decir que «el derecho humano al agua no ha podido proclamarse aún como un consenso internacional, entorpecido por las tendencias privatizadoras».

Sin embargo, existen ejemplos donde sí se ha logrado un reconocimiento como tal. Es el caso de la Carta Magna de la República del Ecuador, que reconoce que «el derecho humano al agua es fundamental e irrenunciable. El agua constituye patrimonio nacional estratégico de uso público, inalienable, imprescriptible, inembargable y esencial para la vida».

Según el informe Water Footprint of Nations 2004, del Instituto de Educación Hídrica de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura (UNESCO, en inglés), la «huella hídrica» global es de 7 450 billones de litros de agua al año. La huella hídrica es la cantidad de agua necesaria para sostener una población e incluye el «agua virtual» o «agua oculta», o sea, la cantidad de agua asociada a la producción de un bien de consumo o un servicio. Estados Unidos de América tiene la mayor huella hídrica per cápita, con casi 2,5 millones de litros de agua al año. La huella hídrica anual de cada cubano es 1,7 millones de litros y el 85 por ciento se vincula a la agricultura. El consumo de agua para uso doméstico en Cuba es similar al de Japón y Reino Unido juntos, aunque la población de esos dos países supera a la nuestra 17 veces.

Brasil, Rusia y Canadá tienen el 28,9 por ciento del agua dulce del mundo. Los cultivos de trigo, arroz, maíz, caña de azúcar y soya, abarcan la mitad del consumo global de agua de las cosechas primarias. El agua virtual asociada a un auto mediano es de 300 000 litros, mientras que a un kilogramo de carne de res y a un paquete de 500 hojas de papel se asocian 15 500 y 5 000 litros de agua oculta, respectivamente.

Algunos países y regiones se están quedando literalmente secos. Libia, uno de los países más secos del mundo, llevó a cabo el proyecto de irrigación conocido como Gran Río Hecho por el Hombre, mediante el cual se extrajo agua fósil debajo del Sahara. El agua fósil ha permanecido miles y hasta millones de años en acuíferos no rellenables y al igual que el petróleo, es no renovable. El Ogallala, uno de los mayores acuíferos fósiles del mundo, formado por un lago subterráneo de hace millones de años, sostiene a una parte de la población de Estados Unidos de América.

Ante la crisis hídrica deberán usarse tecnologías más eficientes y promover estilos de vida austeros en el uso del agua, desde la alimentación y el vestir hasta el uso racional de la electricidad y el reciclaje de materiales. Habrá que garantizar también el acceso al preciado recurso a los millones de personas que aún no disfrutan de este.

La crisis alimentaria

Los precios de los alimentos se han disparado. Los factores que han llevado a esa situación son el control del comercio agrícola global por corporaciones multinacionales, la conversión de alimentos en combustible para los autos, la transformación de cereales en proteína animal, el cambio climático y otros.

«La mayor parte del crecimiento en la producción de alimentos en el último medio siglo fue construido sobre la expansión de las áreas irrigadas, las cuales crecieron de 100 millones de hectáreas en 1950 a 274 millones en 1999». Así lo afirmó Brian Halweil en State of the World 2002. El experto estadounidense Lester Brown dice en su libro World on the edge, que países como Siria, Iraq, México y Afganistán se están quedando poco a poco sin agua para sostener la irrigación de sus sembradíos. Brown llama «burbujas alimentarias» a los sistemas agrícolas de los países que sostienen su producción de alimentos explotando de manera insostenible sus acuíferos o mediante el empleo de agua fósil. Para él, más de la mitad de la población mundial vive en países con burbujas alimentarias. Algunas de estas burbujas ya han explotado, como es el caso de Arabia Saudita, que pasó de autoabastecerse de trigo a dar por concluida la producción de ese cereal debido al empobrecimiento del acuífero fósil que la sostuvo durante unos 20 años.

Algunos países han empezado a alquilar tierras en otras naciones para producir alimentos. Lester Brown afirma que la empresa Hyundai Heavy Industries, de Corea del Sur, está produciendo soya y maíz en la región de Vladivostok, en la Federación Rusa. Arabia Saudita obtuvo en 2009 su primer cargamento de arroz producido en terrenos adquiridos en Etiopía, mientras que China adquirió siete millones de hectáreas en la República Democrática del Congo para cultivar palma aceitera y usar sus frutos en la industria alimentaria y como biocombustible. El empleo de cosechas agrícolas como materia prima para producir combustibles genera un amplio debate. Por un lado está la contradicción que esto significa en medio de la crisis alimentaria mundial, y por otro los cuestionamientos ambientales a los llamados biocombustibles de primera generación, incluyendo su elevada huella hídrica.

La crisis energética

Más allá de la escalada en el precio del petróleo que ha caracterizado el inicio del siglo xxi, la verdadera crisis energética está por venir, debido al agotamiento real de los portadores energéticos fósiles que han sostenido a la sociedad moderna desde hace dos siglos. En 1957 el geólogo estadounidense Martin King Hubbert predijo que dado el carácter no renovable del petróleo, llegaría un momento en que la extracción superaría a las reservas de los nuevos yacimientos que se descubren, por lo que eventualmente se alcanzaría un pico y después habría un declive productivo.

Aunque solo el ocho por ciento de la electricidad que se usa en el planeta se genera a partir del empleo del petróleo (en Cuba es casi 95 por ciento), el mundo no está preparado para vivir sin esa sustancia, pues la mayor parte del transporte emplea derivados del petróleo. Además, muchos artículos de uso diario como bolígrafos, muebles, calzado, jeringuillas desechables, fertilizantes y muchos otros, se fabrican a base de petróleo. Por eso el físico ruso y premio Nobel Piotr Kapitsa llamó la atención hace 35 años, sobre la urgencia de resolver la crisis energética que él veía venírsenos encima.

El 80 por ciento del consumo mundial de energía primaria se basa en el empleo de los combustibles fósiles. Ese paradigma energético es insostenible tanto desde el punto de vista de la disponibilidad de los recursos, como de los impactos ambientales y sociales que provoca su empleo, incluyendo el aumento de enfermedades debido a la contaminación local. La generación eléctrica a partir del petróleo requiere de cuatro millones de litros de agua para producir un millón de kilowatt-hora debido a las pérdidas por la purga continua del generador de vapor, en el sellaje de las turbinas y el vapor que se emplea para mantenimiento y limpieza, entre otros factores. El agua «perdida» debe reponerse para mantener la generación eléctrica, lo que aumenta la huella hídrica del proceso. Algo semejante, aunque en menor cuantía, sucede con otras tecnologías para la generación de electricidad que usan el carbón mineral y el uranio e incluso la energía solar concentrada. Las tecnologías que se proponen para capturar el dióxido de carbono emitido por las centrales eléctricas que usan combustibles fósiles, provocan un irracional aumento de hasta 90 por ciento en el consumo de agua.

Cambiar el rumbo

No podemos dejar de alimentarnos, calzarnos, vestirnos y transportarnos. No es posible prescindir de la iluminación eléctrica, la recreación y la climatización de nuestras edificaciones. La humanidad entera precisa cubrir sus necesidades de educación, información, salud y otras que garanticen el disfrute universal de los avances de la ciencia y la tecnología y de una vida plena y digna.

Para sobrevivir y desarrollarse en medio de la «supertormenta» global creada por la acción simultánea de las crisis hídrica, alimentaria y energética, la especie humana deberá cambiar el paradigma energético insostenible reinante en el mundo desde la Revolución Industrial y el modelo de comportamiento consumista, uno de cuyos componentes esenciales es la obsolescencia percibida, que cobró fuerza después de la Segunda Guerra Mundial. Lo bueno es que los problemas están identificados y tenemos los conocimientos y las tecnologías necesarios para enfrentarlos, incluyendo reemplazar todas las fuentes energéticas usadas hoy por fuentes renovables de energía. Joaquim Sempere, filósofo, sociólogo y coeditor del libro El final de la era del petróleo barato, expresó que «pasar a un modelo energético enteramente solar y renovable es indispensable, pero seguramente no será fácil. Algunas técnicas no están del todo a punto. Se requerirán inversiones gigantescas, reconversiones industriales y reciclajes profesionales de miles de personas. Por eso cualquier demora en abordar la transición nos coloca en peores condiciones». Es hora de que la humanidad comprenda que más allá de las diferencias que existan entre los seres humanos, solo hay un planeta para vivir, por lo que debemos ser como una gran familia y cuidar nuestra casa común.

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