Acuse de recibo
Eddy Cañete Pérez (edificio 19, apto. B-7, Grito de Yara, Río Cauto, Granma) no concibe que, cuando urge la obtención de alimentos como prioridad del país, a él y a otros productores de arroz se les convierta en una odisea el cumplir con esa demanda.
Asociado a la Cooperativa de Crédito y Servicios Fortalecida (CCSF) Manuel Fajardo Rivero, adscrita a la empresa arrocera Manuel Capote Sosa, Eddy refiere que los directivos de esta última entidad «o no entienden o no desean entender la importancia de ese vital producto».
Señala que «entre tantas trabas de las cuales un libro se haría, la que me insta a dirigirme a la prensa es la del favoritismo y el chanchullo que están frenando el desarrollo de la producción de arroz de quienes ya tenemos las plantaciones en edad que requiere fertilización. Sin embargo, la dirección asume la conveniencia errónea de facilitarles el abono (urea) a quienes apenas comienzan las labores agrícolas».
El campesino asegura que ya son varias las ocasiones en que se frena el proceso productivo de muchos y se beneficia a pocos. «Ya es demasiado, expresa, y hay que ponerle freno a esto, por una supuesta orientación de la empresa arrocera, la cual no tiene sentido, ya que aún no finaliza la ejecución de la campaña de primavera, y se niegan a entregarnos los insumos correspondientes, los cuales están en existencia en el almacén».
Manifiesta que sus historias con la empresa son muchas: «Desde moras en los pagos hasta impedimentos para cultivar las tierras de las que vivimos yo y mi familia, y con las cuales contribuimos a la alimentación de la población. No espero una respuesta absurda y justificativa. Queremos los insumos y el desmorone de esos obstáculos burocráticos», concluye.
Elieser Pérez Armas (calle 221, no. 20029, Fontanar, Boyeros, La Habana) escribe en nombre de muchos jubilados de ese reparto capitalino que no han podido cobrar su pensión correspondiente a este mes de septiembre.
Refiere que el cajero automático lleva más de dos años roto, y la Cadeca hace un mes no tiene conexión. Como en ese reparto no hay bancos, y en medio del aislamiento provocado por la COVID-19 ningún anciano debe salir de ese barrio tan apartado, y sin transporte, han llamado en tres ocasiones al puesto de mando del gobierno municipal, a la Dirección Provincial de Trabajo y a Cadeca nacional. «Y seguimos sin cobrar», termina.
El viejo mal de la contaminación sonora parece no encontrar fin, de acuerdo con lo que cuenta Pablo Caballero, residente en el edificio Turquino, de 18 plantas, en la céntrica arteria Victoriano Garzón de la ciudad de Santiago de Cuba.
Denuncia, en nombre de los vecinos, que en un área de 20 a 30 metros, y frente a ese y otros cuatro edificios altos, existen varias paradas de ómnibus y gran circulación de personas. Se concentran los transportes públicos, estatales y particulares.
«El uso y abuso de los cláxones, dice, es ensordecedor día y noche, con total impunidad por parte de los choferes, y con la indiferencia de las autoridades encargadas de hacer cumplir lo que está recogido en el Código de Tránsito, que establece muy claro cuándo y dónde debe de utilizarse.
«Aquí se concentran durante el día un grupo de camiones particulares que poseen potentes cornetas, y es ahí donde comienza el concierto, al parecer para demostrar quién posee la más potente, es una competencia sonora. Frente, hay un círculo infantil, y los niños saltan de sus catres a la hora de la siesta. Esto se ha planteado en la rendición de cuenta del delegado, sin que las autoridades tomen medidas con respecto a esa indisciplina social», concluye.
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